Recuerdan con misa a los 65 mineros que fallecieron en Pasta de Conchos.
El Siglo de Torreón
Agencias
SAN JUAN DE SABINAS, Coah.- El minuto de silencio que se dispuso para recordar a los 65 mineros caídos hace un mes en la mina Pasta de Conchos, se interrumpió con los llantos y gritos de dolor moral lanzados desde los rincones de la pequeña iglesia montada con lonas y sillas de plástico, en las instalaciones de la carbonera, apenas a unos cien metros de donde está la entrada de la excavación que guarda en sus entrañas los restos de los trabajadores.
?No se los imaginen abajo, destrozados; imagínenselos arriba, en la casa de Dios?, dijo durante la homilía el sacerdote católico Alonso Garza, titular de la Diócesis de Piedras Negras, cuyos fueros eclesiásticos se extienden hasta la zona de Coahuila que se encuentra plagada de minas y ?pocitos? carboneros, donde las tragedias por la inseguridad han sido recurrentes.
?Ellos murieron, pero sus almas viven entre nosotros, están con nosotros?, añadió el obispo frente a gritos desgarradores de los hijos, madres y hermanos de los mineros muertos y ante la expectación de amigos de las familias afectadas.
?Ellos murieron, pero su muerte no fue en vano, pues aunque a un precio muy alto, habrá más seguridad en las minas?, siguió Alonso Garza con su mensaje que pareció no ser escuchado por un joven que, hincado en medio de la endeble estructura con piso de madera, reclamaba a gritos los restos de su padre.
El obispo terminó con su discurso y antes de los saludos de paz, acostumbrados en todas las misas católicas, vinieron en voz de un párroco, uno a uno, los nombres de los 65 trabajadores que murieron tras la explosión y derrumbes ocurridos 150 metros bajo tierra, hace un mes, la madrugada del domingo 19 de febrero.
Pero la lectura de la lista con los 65 nombres solamente despertó manifestaciones de llanto y plegarias de quienes no han vuelto a ver, ni siquiera muertos, a sus seres queridos.
El joven huérfano seguía histérico y sus gritos se escuchaban incluso en los talleres donde, cabizbajos, pensativos, compañeros de los mineros fallecidos seguían puntual el contenido de la celebración luctuosa.
Ataviado con sus hábitos en color púrpura, pues está en curso la Cuaresma, el obispo Alonso Garza decidió caminar despacio hasta donde el inconsolable huérfano se encontraba.
Primero intentó dar consuelo a la viuda que lloraba en silencio y después quiso dar su mensaje de fe y resignación al joven? pero el obispo regresó sin éxito a su lugar, no consiguió disipar el dolor del muchacho y conclyó la misa en Pasta de Conchos.