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Pensar en positivo/Paideia

Gabriel Castillo

Concluida la Semana Santa e iniciada la de Pascua, reconozco como válido el argumento de que son días para la reflexión, quizás por la oportunidad de descansar, de convivir en familia, de disponer de más tiempo para ordenar no sólo ciertos aspectos materiales en casa, sino también algunas ideas. A pesar del difícil entorno sociopolítico y de los pronósticos de algunas consultoras financieras en el sentido de que las próximas semanas continuará la guerra sucia en las campañas electorales, es conveniente y necesario pensar en positivo, con optimismo. Existen todavía muchas razones para hacerlo.

Nuestro país, a lo largo de su historia, ha vivido etapas difíciles que incluyen invasiones extranjeras, luchas intestinas, crisis económicas, pésimos gobiernos y, pese a todo, ha logrado subsistir, salir adelante. Aunque parezca un lugar común, lo cierto es que el principal activo de esta nación es su gente, que ha demostrado mayoritariamente el sentido de pertenencia, el valor de la solidaridad en momentos generados por desastres naturales y la importancia de conservar la familia. Mucho se ha reconocido, por estudiosos de lo social, que gracias al apoyo de unos miembros de la familia a otros en situación de desempleo o desventaja socioeconómica, se ha podido evitar una mayor emigración e incluso un estallido social.

Este reconocimiento del valor de la gente nos debe inducir a pensar que la guerra sucia no surtirá los efectos esperados por quienes la promueven, esto es, generar confusión, miedo, desconfianza y, en última instancia, aumentar el abstencionismo. Afortunadamente los ciudadanos mexicanos ya entendimos el valor de la alternancia y la importancia de nuestro voto. Si aguantamos al PRI por décadas y por seis años al PAN, con la esperanza frustrada respecto a un cambio, nos queda claro que bien vale la pena intentar de nuevo la búsqueda de ese cambio, ahora con quien representa un modelo diferente a los dos anteriores que significaron lo mismo en la práctica.

Estoy optimista respecto al futuro de nuestro país. Tengo el firme convencimiento de que la llegada de la izquierda al poder, lo cual es altamente probable, traerá más cosas buenas que malas, y esto, por fortuna, lo comparte muchísima gente. ¿Por qué no pensar positivamente? Los mexicanos no vamos a perder nada y sí podemos ganar con el cambio. Por ello no coincido con aquellos que hablan incluso de abandonar el país, en el caso de que gane la izquierda con su candidato Andrés Manuel López Obrador. ¿A qué le temen? ¿No quieren su tierra? ¿No conocen su historia? ¿Por qué no defender desde aquí las convicciones propias?

En mi caso, como el de muchos mexicanos, he dado la batalla desde diversas y modestas trincheras contra lo que no me ha parecido bien de los gobiernos anteriores y el actual. Sin afanes patrioteros y sin querer caer en la cursilería, puedo decir que amo este país en el que he nacido, al igual que mi profesión y mi trabajo, pero sobre todo a mi familia, y no dudo que estaremos bien, con mayores posibilidades de desarrollo al asumir el gobierno la izquierda. Sólo es cuestión de constatarlo. López Obrador no es ni Hitler, ni Castro, ni Chávez, como perversamente se ha propalado en versiones tendenciosas; es un mexicano con un proyecto de Nación distinto a los que se han impulsado desde la derecha, que busca la oportunidad de demostrar que se puede gobernar de manera diferente, no solamente sirviendo a los de arriba y dando migajas a los pobres, sino que tratará de transformar a fondo las condiciones estructurales que han propiciado por muchos años la injusticia, la desigualdad y la corrupción en este país.

De acuerdo con lo señalado, es válido y pertinente pensar en positivo, no dejarnos confundir o atemorizar por malas estrategias de campaña electoral que buscan revivir viejos fantasmas del anticomunismo. El verdadero peligro para México no lo representa hoy Andrés Manuel López Obrador, sino que sigamos caminando hacia la agudización de la pobreza y una mayor profundización de las desigualdades sociales. En pleno siglo XXI no podemos dudar que la alternancia llegó para quedarse, y podemos estar seguros de que este 2006 viviremos un nuevo proceso pacífico de alternancia en el gobierno, pero ahora sí con un modelo económico alternativo que hará la diferencia en cuanto a oportunidades de desarrollo para las mayorías. Pensar en un mejor futuro para los niños, para los adultos mayores, para las mujeres, para los trabajadores del campo y de la ciudad, entre otros sectores, es pensar en positivo. Nos conviene actuar en consecuencia de aquí al dos de julio y más allá.

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