Las manecillas marcaban casi las diez de la noche en el reloj de la sala de la casa cuando mi esposa me avisa que me busca un matrimonio con un paciente enfermo, en la oscuridad no alcanzaba a distinguir de quién se trataba, sólo veía ?algo? envuelto en una sábana, al reconocer a sus dueños me imaginé que se trataba de ?Chico? un Schnauzer color sal y pimienta de unos dos años de edad aproximadamente, una de tantas mascotas que no saben que pertenecen a la especie canina, ya que su vida es prácticamente igual a la de un niño y por lo tanto, es el lugar que ocupa en la familia.
Afortunadamente el consultorio se encuentra muy cerca del lugar donde vivo, al auscultarlo me di cuenta que venía en estado de shock, presentaba salivación, vómitos y temblores entre otras cosas, todo parecía indicar que se trataba de una severa intoxicación.
Los dueños de ?Chico? conservaban la calma, pero se notaba en sus rostros la angustia y preocupación por su pequeño Schnauzer, son de los propietarios de mascotas que todos los veterinarios que nos dedicamos a la clínica de perros nos gustaría tener de clientes, recuerdo que en una ocasión le sugerí unos estudios para un problema de piel, de inmediato lo llevaron al laboratorio y al pie de la letra seguían las indicaciones de su tratamiento, muy ordenados y condescendientes en las indicaciones para el cuidado de su mascota.
Estando en la mesa de exploración ?Chico? empezó a convulsionarse, se apreciaba un dolor abdominal agudo, el control de esfínteres era nulo, su respiración y latido cardiaco se presentaban muy irregulares, realmente se encontraba en estado crítico. En esos momentos en que los segundos son básicos para conservarle la vida al paciente, quisiéramos hacerle todo al mismo tiempo, era notorio el dolor intenso por la forma de verle temblar, sus ojos expresaban la mirada perdida, se le administró una dosis fuerte de analgésicos y sedantes, normalizadas ya sus frecuencias, se realizó el protocolo que hacemos en estos casos de envenenamiento; suero, lavados, protectores, etc. La práctica veterinaria nos ha enseñado que en muchas de las ocasiones las enfermedades de los pacientes que vienen de emergencia no son de peligro extremo, sin embargo cuando registran dolores muy intensos, el paciente puede morir lamentablemente si no se atiende rápidamente.
Me quedé algunas horas con ?Chico? en la clínica, pues al pasar el efecto del medicamento, inmediatamente su frecuencia cardiaca y su respiración se alteraban al volver a sentir el dolor, así que en el suero le suministré el sedante, y toda la noche y parte del día siguiente el pequeño Schnauzer durmió sin sentir molestia alguna.
Realmente llegué a pensar que mi paciente podría tener un final de graves consecuencias, incluso le dije a sus dueños antes de que se retiraran a su casa, que no descartáramos lesiones irreversibles a consecuencia del ?veneno? que desafortunadamente jamás supimos contra qué luchábamos.
Al día siguiente alrededor del mediodía ?Chico? despertó, los reflejos y sus constantes fisiológicas habían vuelto a la normalidad, solamente esperaba que al llegar sus propietarios los reconociera, y efectivamente, así fue al oír a sus dueños inmediatamente se incorporó y empezó a llorar como si se tratase de un niño que se hubiese extraviado por largo tiempo.
No cabe duda, que la mejor recompensa es aliviar el dolor y ver caras felices, ?Chico? no necesitó de complicada cirugía o aparatos especiales para salvarle la vida, simplemente ?desaparecimos? el dolor y lo demás lo hizo su propio organismo.
En ocasiones nos visita su dueño junto con su querida mascota y vuelve a repetir las misas palabras. ¡Doctor usted lo salvó! Siendo realmente ella el ángel de la guarda que salvó a ?Chico?.
