La práctica veterinaria en las pequeñas especies no solamente se enfoca a usar nuestros conocimientos de medicina, también nos hemos visto en la necesidad de echar mano a otras alternativas sobre todo de la improvisación para así poder salvar la vida a las traviesas mascotas.
Recuerdo que en una ocasión me llamaron muy temprano para que fuera a consulta para revisar un gato; cual fue mi sorpresa que se encontraba atorado en las aspas del radiador de un automóvil, al poner en marcha el auto en la mañana escucharon un fuerte maullido en el motor, sólo así se dieron cuenta que el gato acostumbraba dormir en lo caliente del radiador para pasar la noche, afortunadamente no necesité de los conocimientos de nuestra profesión pues no se encontraban lesiones aparentes en el gato, fueron suficientes unas llaves españolas y algunos conocimientos de mecánica para quitar las bandas y el abanico del radiador. En otra ?consulta? de un pequeño gato de cuatro semanas de edad, fue cuando éste quedó atorado con la cabeza debajo de una puerta que daba a una habitación y el cuerpo al otro lado de la puerta que daba al pasillo, la familia se encontraba muy angustiada pues tenían horas haciendo intentos para desatorar la cabeza, incluso veían la posibilidad de sacrificarlo para que no continuara sufriendo, nunca había tenido un caso similar, así que se me ocurrió llenarle la cabeza de vaselina y también intentaba empujarlo debajo de la puerta y fracasé, fue entonces cuando le embadurné el cuerpo de vaselina y empujé todo el cuerpo debajo de la puerta, los gatos cuentan con mucha flexibilidad y más a esa tierna edad, afortunadamente no se necesitó el medicamento letal para que no siguiera sufriendo, una vez más la improvisación salió adelante para salvarle la vida al minino.
Jamás me imaginé llegar a usar petróleo como tratamiento para un gato, y fue cuando una señora llevó al consultorio a su minino completamente pegado de sus cuatro patas a una trampa con adhesivo para ratones, lo primero que se me ocurrió fue disolver el pegamento con un algodón con petróleo y resultó mágico el ?tratamiento?, en cinco minutos se encontraba liberado de sus cuatro patas el pequeño gato.
También hemos recibido en el consultorio casos raros de perros, como el chihuahueño que llegó a consulta con un grueso cilindro de cartón atorado en el cuello, iba acompañado de tres niños con su mamá, se encontraban asustados por la salud de su mascota y todavía más por el posible castigo al autor de la travesura, aunque todo quedó en el anonimato pues se solidarizaron con el hermanito infractor. La vaselina también hizo efectos terapéuticos formidables.
En una ocasión llegó al consultorio ?Ptolomeo?, un perro poodle de un año de edad de lo más inquieto y juguetón, venía con la cadena del cuello atorada en las costillas, había introducido las patas delanteras y se encontraba tremendamente apretada, no fue necesario medicamento alguno, sólo se necesitó unas pinzas mecánicas y una sierra para liberar a ?Ptolomeo?. En otra ocasión que utilicé las pinzas mecánicas, fue cuando un Bull Terrier se tallaba el hocico con ambas patas y continuamente presentaba acceso de tos y estornudos, así como náuseas, sus dueños lo llevaron al consultorio muy asustados, pensando en una intoxicación o algo peor, cuando lo revisé y saqué las pinzas mecánicas, no me comentaron nada pero su expresión de asombro fue más que elocuente, y al sacarle un hueso que tenía atorado en el paladar de lado a lado de sus molares, fue cuando comprendieron mi ?tratamiento?.
Ojalá todos los casos de improvisación donde es más importante la imaginación que los conocimientos de medicina veterinaria, tuvieran un final feliz sin necesidad de recurrir a las cirugías de emergencia que son tan comunes y delicadas en nuestra profesión.