Estaba por cerrar la clínica, cuando recibí una llamada telefónica de un cliente. Se trataba de un perro de la calle que al parecer se encontraba recién atropellado.
¡Doctor! Necesito que venga, me encuentro a la entrada de Torreón Jardín en la glorieta, hay un perro mal herido, venga a recogerlo por favor. Por su tono de voz se notaba algo preocupada, le hice sólo algunas preguntas para saber qué medicamentos de urgencia pudiese necesitar y el tamaño de la jaula para saber con qué me enfrentaría.
En unos minutos me encontraba junto al paciente, se trataba de una cruza de labrador color hueso, joven, de un año de edad aproximadamente, pero por su aspecto parecía de diez años, se encontraba en un estado de desnutrición avanzado, presentaba una fractura expuesta de la pierna derecha de tibia y peroné con un alto grado de infección, una herida supurando y lo peor de todo, la fractura no se encontraba recién hecha, mínimo tenía de tres a cinco meses del accidente, al momento de inspeccionarlo me lamentaba en silencio por el calvario que el pobre perro estará pasando. Viví una experiencia similar a la de mi paciente, también en la misma pierna, sólo que yo fui intervenido al día siguiente, y él, sólo Dios lo sabría.
Su comportamiento era el de un típico labrador, dócil y abnegado, como si supiera que era por su bien lo que hacíamos, jamás nos gruñó y menos hizo el intento de morder, al contrario cada vez que nos referíamos a él, hacía un movimiento lento de su cola.
Al platicar con su benefactor y exponerle la situación del labrador, lo primero que nos pidió fue la cirugía de su pierna, le dije que empezaríamos por estabilizarlo, controlar la osteomielitis, infección en el hueso, y sobre todo alimentarlo adecuadamente para que se recuperara entre otras cosas.
Se lo encargo mucho doctor, me decía el cliente, cuando me lo encontré, él fue quien se acercó a mí pidiéndome ayuda, me miró de una manera que no me pude resistir y se dejó acariciar, este tipo de casos me parten el alma, así que haga todo lo que le tenga que hacer doctor, y no se preocupe por los gastos.
Lo primero que hicimos fue desinfectar la herida que le supuraba, un buen baño y desparasitarlo, además la aplicación de antibióticos, analgésicos y desinflamatorios.
Al tomarle las placas radiográficas me di cuenta que efectivamente tenía más de cinco meses de su fractura, había formado una pseudoartrosis, falsa consolidación del hueso, con abundante tejido óseo, se trataba de una fractura conminuta de tibia y peroné.
Estuvo en tratamiento durante dos semanas, cambió su estado físico y la infección del hueso estaba controlada, era el momento de intervenir.
Una de las ventajas que tenemos los veterinarios dedicados a la práctica de perros y gatos es la de pertenecer a una Asociación de Especialistas de Pequeñas Especies y cuando tenemos un caso difícil nos reunimos, independientemente de nuestras juntas mensuales, estudiamos los casos fuera de lo común y nos apoyamos, a tal grado que más que una asociación nos hemos convertido en un club de buenos amigos.
Les expuse el caso del labrador, para eso ya tenía nombre el paciente ?El Güero? como le había puesto mi asistente. Al ver las radiografías, mis colegas opinaron de cuatro maneras diferentes de abordar la cirugía, algunos decían que con un cerclaje y un clavo sería suficiente, otros que no era necesario exponer el hueso, con un clavo intramedular sería lo adecuado, otros opinaban que con una fijación externa quedaría ideal, pero la mayoría coincidimos en quitar ese enorme ?callo óseo? y colocar un clavo intramedular.
Programamos la cirugía para la siguiente semana, para ese entonces el estado físico del ?Güero? se encontraba en óptimas condiciones, alegre y dócil como cualquier labrador.
Se llegó el día de la operación, nos reunimos siete veterinarios y cada uno con una participación valiosa, operamos al ?Güero? con tal confianza que me trajo viejos recuerdos de la Facultad de Veterinaria, donde teníamos que tener un equipo de varios asistentes en cada cirugía que realizábamos en la clase de Técnicas Quirúrgicas.
Hoy en día cada uno de nosotros por lo regular contamos con sólo un asistente en las cirugías, así que tenemos que estar al pendiente de la anestesia, instrumental, medicamentos, limpieza, y lo más importante de la cirugía.
Una de las cosas que más disfruto en las reuniones con mis colegas después de alguna junta o de una cirugía, es la charla que tenemos durante la cena, empiezan a salir una gran cantidad de anécdotas e historias de perros y gatos, así como la de sus respectivos dueños, que hacen que se nos pasen las horas sin sentir.
El ?Güero? volvió de la anestesia inmediatamente, todavía seguíamos en la plática cuando se empezó a incorporar, nos quedamos sorprendidos de la fortaleza y el poder de recuperación del labrador.
Han transcurrido dos semanas de la cirugía del ?Güero? y ayer por primera vez apoyó la pierna operada, lo cual me dio mucho gusto, después de haber vivido un infierno el pobre labrador, ahora le espera una vida completamente diferente, tal vez en dos semanas más sea dado de alta y salga por sus ?propias patas?.
Se ha ganado el aprecio de todas las personas que hemos llegado a tener contacto con él, incluso de algunos de nuestros clientes y amigos que se enteraron de su situación seguido nos preguntan por el estado de salud, y de mis colegas que al verme, lo primero que hacen es preguntar por el ?Güero?.
No cabe duda que siempre habrá una solución ante cualquier adversidad por muy extremosa que ésta sea. Ahora sólo nos resta encontrarle un buen hogar, aunque eso no me preocupa, así como ?alguien? le envió en su camino a ese gran benefactor que le cambió la vida totalmente, estoy seguro que también le enviará una gran familia que lo adopte y quiera para toda la vida.
