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Pequeñas especies / UN CELOSO GUARDIÁN

M. V. Z. Francisco Núñez González

Sultán era miembro de una familia que recién se había mudado a nuestra ciudad, se trataba de un cachorro Boxer de seis meses de edad, de color café con sus cuatro patas blancas como si trajera tobilleras, tenía una gran mancha blanca en su pecho, se trataba de un perro de lo más inquieto y agradable que le gustaba olfatear todo lo que estuviera a su paso y era excesivamente cariñoso con todo el que le manifestara su aprecio.

La familia de Sultán era un matrimonio joven con dos niños de siete y ocho años de edad, el señor tenía que viajar constantemente por cuestiones de trabajo, así que la esposa era la que tenía que llevar a la mascota a la clínica para sus vacunas y cuidados, lo cual se manifestaba cada vez más difícil debido a que el perro se había transformado en un imponente ejemplar, bello de líneas y dotado de una gran fuerza, pero el temperamento de cachorro no había desaparecido aún.

Un día llegó a la clínica la dueña con Sultán, se encontraba desesperada, pedía un consejo acerca de su mascota, pues continuaba comportándose como un cachorro, seguía con los pozos en el jardín, tiraba la ropa recién lavada del tendedero, les ensuciaba la ropa al subir sus patas sobre el uniforme de los niños cuando salían para la escuela en la mañana, no lo hacía agresivamente sino todo lo contrario, para Sultán era una fiesta ver a sus amos y les demostraba su gran afecto de esa manera, la señora me decía muy consternada, que había pensado en regalar a su perro como último recurso, -es la adoración de mi esposo y de mis hijos, pero ellos no hacen doble la limpieza del jardín y el lavado de ropa, yo también lo quiero mucho, pero cuando lo regaño o estoy a punto de castigarlo, me desarma con esa noble mirada que tiene, agacha las orejas y mete su pequeño rabo entre las patas y termino por levantarle el castigo, además es mi única compañía durante el día, ya que los niños van a la escuela y mi marido viaja constantemente.

La historia se repitió en más de tres ocasiones, yo siempre la escuché con atención, jamás intervenía hasta que un día la noté más desesperada y decidida en regalar a Sultán, y fue cuando me hice al lado de mi paciente, le dije que se trataba todavía de un cachorro, pues apenas cumpliría un año, que con la edad maduraría y por lo tanto su carácter iba a cambiar, estaba lleno de energía y necesitaba salir al campo a correr a ?quemar? esa energía acumulada, le sugerí el entrenamiento para Sultán de un profesional. Sentí que mis palabras no fueron lo suficientemente convincentes, la señora se fue muy consternada, pues realmente quería a su mascota, y será un golpe muy duro deshacerse de ella.

Pasó un mes aproximadamente, y un día llegó a la clínica la señora sin la compañía de su mascota, inmediatamente me imaginé lo peor ya que siempre lo había llevado consigo, sentí tristeza por mi paciente pues siempre había sido un perro noble y demasiado alegre.

Al saludar a la señora, ella sonreía como pocas veces lo había hecho, y sin más preámbulos, le pregunté por Sultán, noté que ella ansiaba esa pregunta y me contestó con gran alegría.

¡Jamás en la vida me voy a deshacer de mi querido perro! De nuevo noté esa expresión en su cara, como deseando que la siguiera interrogando, ¿qué sucedió? ¿Qué le hizo cambiar de idea? ?Antenoche, me empezó a contar, oí ladrar a Sultán como nunca lo había hecho, al asomarme a la ventana del jardín, vi cómo Sultán perseguía a dos individuos que se habían metido a la casa, al principio estaba muy asustada y nerviosa sin saber qué hacer, pues mi esposo se encontraba de viaje, solamente me dirigí a la recámara de mis hijos y me encerré con ellos, al ver cómo esos tipos saltaron la barda desesperados para salir de mi casa, Sultán alcanzó a morder el pantalón a uno de ellos con un gran salto y nunca lo soltó hasta que se quedó con parte del pantalón entre sus dientes, jamás había visto a mi perro tan bravo y exaltado, me di cuenta que realmente quería dañar al tipejo, pues éste lo trataba de golpear con el otro pie que le quedaba libre hasta que lograron escapar cuando se rompió el pantalón, toda la noche Sultán se la pasó inquieto dando vueltas por todo el jardín como un celoso guardián.

Doctor amo a mi perro, y jamás me voy a deshacer de él... Gracias por su consejo.

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