Al escuchar el auricular del teléfono me saludaba un compañero de mi generación de la Facultad de Veterinaria, sabía que estaba dedicado a la difícil tarea de atender la clínica de bovinos lecheros, siempre le guardé un gran respeto a esa especialidad.
El objeto de la llamada era para enviarme a consulta a un paciente ?perruno?, se trataba de un labrador de dos años de edad aproximadamente, su nombre era ?Tornado?, un perro de gran talla, con todas las características genéticas de un campeón, bello de líneas, con un temperamento estupendo, presentaba una mirada inteligente y tranquila. Era una mascota de gran estima para su propietario que era el dueño del establo donde trabajaba mi colega.
Por lo regular cuando los veterinarios especialistas trabajan en un establo de vacas o una granja de cerdos por ejemplo, los dueños del rancho o los trabajadores convierten a mis colegas en ?todólogos?, pues al enfermarse el perro, el caballo o hasta el perico de alguno de ellos les solicitan que atiendan a sus animales. Pero cuando se trata de casos de mayor atención lo canalizan a su respectivo especialista.
El problema de ?Tornado? era una de sus extremidades, me hablaba para amputarla, había introducido la pata al paso de los discos de la rastra de un tractor.
Al estar revisando en la mesa de exploración al labrador se dejaba manejar tranquilamente sin hacer el intento de agredir, como si agradeciera de antemano lo que pudiese hacer por él, el dolor era inminente no hubo necesidad de sedarlo, solamente miraba resignado hacia el lugar donde se le exploraba para ver el grado de la lesión, afloraba la nobleza típica de la raza.
Había sufrido dos fracturas del hueso tarsiano y otra de tibia y peroné, pero eso no era lo delicado, sino la pérdida de la masa muscular y de la piel, tenía expuesto el hueso, además de la infección y la severa inflamación de las falanges con exudado purulento de todas las heridas. El dueño de ?Tornado? lo veía tan mal que antes de darle algún diagnóstico, se adelantó diciendo, que de ninguna manera permitiría la eutanasia, que le amputáramos la pierna para que dejara de sufrir, de todos modos sería feliz en el rancho, por la edad de su perro tenía toda la vida por delante, se notaba un gran cariño hacia su mascota.
Al evaluarlo con mayor detenimiento, se apreciaba buena irrigación sanguínea y magnífica sensibilidad en su extremidad lesionada, además el tejido necrosado solamente se hallaba en los bordes de las heridas, era factible su recuperación a través de una cirugía. Teníamos qué hacer un gran injerto de piel, la infección se encontraba presente, las fracturas no ocasionaban un gran problema, solamente el rechazo del mismo organismo pudiese ser el único obstáculo.
La recuperación de los animales es maravillosa, el primer día que llegó a la clínica ?Tornado? no probó alimento alguno, se la pasó echado muy triste y con fiebre, al segundo día empezó a responder el tratamiento probó algo de alimento y su semblante fue más alegre, al tercer día su apetito era magnífico, dejaron de supurar las heridas y la inflamación empezó a ceder, era momento de la cirugía.
?Tornado? se adaptó perfectamente a su cuello isabelino, es un enorme cono de plástico rígido que se adapta al cuello para evitar que el mismo perro se alcance las heridas y se quite las suturas del injerto, su evolución fue magnífica, empezó apoyar levemente la pierna al caminar, esperando que su organismo haga el resto de la recuperación.
En ocasiones no tenemos la seguridad total de la recuperación al cien de una cirugía mayor, lo que sí estaba completamente seguro, era de que la pierna de ?Tornado? jamás la perdería.