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Pequeñeces/Los nuevos años

Emilio Herrera

Los Nuevos Años llegan con una gran ansiedad de ser vividos, y somos nosotros, los que hemos de hacer eso, es decir, aquello que Enrique Mesta llamaba nuestra tarea; pero resulta que, que, en algunas ocasiones, ya la hemos dejado en otros, o ya estamos hartos del juego que, en realidad, no nos conduce a ninguna parte que nos seduzca lo suficiente para aspirar a volver a ella. Algo se les queda de los viejos a los Nuevos Años en su primer contacto de tal manera que en cuanto se les echa la vista encima, se sabe a qué se le tira y como que no, como que no les dan o, al menos, les prestan, la seducción suficiente que, de buenas a primeras nos hacía echarnos de cabeza en ellos.

A los Años Nuevos hoy les conocemos sus resabios, su perversión, los rastros que cada vez que lo han sido no se han cuidado de ocultar y pueden hacernos tropezar de nuevo. Y porque tampoco su Creador tenga tantos que no se sienta, de vez en cuando, tentado a repetir alguno.

Confiables los Años Viejos, esos que, como hace tanto de ello, ya no tratan de ocultar lo que nos hicieron, y menos si fue bueno. Y si no lo fue, ya ni ellos ni nosotros lo recordamos.

Arriesgados, peligrosos, comprometidos los nuevos, los que parecen no romper un plato y, por su inexperiencia, son capaces de romperlos todos sin darse cuenta.

Pero, unos y otros han tenido que pasar para hacer posible la realización de eso que se ha dado en llamar vida y que le da sentido a lo que aquí hacemos, sea o no la razón de nuestra estancia en la Tierra.

La coincidencia en esta ocasión (sé, mi querido Octavio, que a ti también te ha ocurrido algo que de pronto ha volcado en ti toda la atención de los tuyos y te tiene, o te tuvo recluido en tu casa durante estos últimos días) nos ha hecho compartir esta experiencia de la atención familiar constante, pero, de ninguna manera dañina, que va desde el saludo de la nietería hasta el regalo de viejos sabores que los de mayor edad saben agradan el gusto de nuestro paladar. Y hasta el de viejas películas de vaqueros como las que hoy Lupita me ha traído, y que no sé a dónde habrá tenido que ir buscar para proporcionarme sorpresa tan especial.

En fin, que hay que acabar por agradecer a un porrazo el hecho de traerme en este Nuevo Año a la atención de todos los míos, al menos para asegurarles que aquí seguimos con la misma intención de siempre, es decir, queriéndolos. Adelante, pues, con el 06.

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