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Permanente lección cívica/Juárez, benemérito del mundo

Raúl Muñoz de León

21 de marzo de 1806... 21 de marzo de 2006. Doscientos años del natalicio de quien pasó a la historia universal como el Benemérito de las Américas. En un modesto intento de rendir homenaje a la grandeza de su figura, queremos ceder el espacio a plumas prestigiosas y autorizadas y a mentes de pensamiento privilegiado, para que sean ellas las que en este trascendental acontecimiento histórico destaquen de manera elocuente los factores humanos, sociales y políticos del personaje que, después de Cuauhtémoc, es el más universal de los mexicanos:

Jesús Urueta fue uno de los más notables oradores que ha tenido la República. En la “Antología de la Elocuencia” del maestro Andrés Serra Rojas (Librería de Manuel Porrúa 1966), se incluye un discurso sobre Juárez del gran tribuno chihuahuense pronunciado en 1901, del que entresacamos estos conceptos que son de apreciable valor histórico y literario: “Juárez es ante todo mexicano. Las grandezas de su carácter son las de su raza, realzadas en él como una concreción y como una síntesis; pero sobre todo es un miembro de la humanidad, una figura de primer orden entre las grandes figuras de la historia, caudillo y héroe de los que no tienen patria porque sus actos son como gotas de sangre que circulan en el organismo entero de la humanidad, nutriéndolo de vida y floreciéndolo de amor.

Si ese hombre que tuvo que enfrentar sin dinero, sin ejército pero con gran carácter la intervención francesa, que tuvo que combatir no sólo a los invasores extranjeros sino también a los traidores nacionales, venciendo al clero y al escepticismo de su pueblo, no figurara en la historia de la humanidad, si no fuera una gloria universal, tendríamos derecho a la destrucción, al suicidio arrojando nuestros fastos y nuestras virtudes y nuestros pensamientos y nuestros ideales y nuestras almas, a la combustión satánica de un infierno devorante, de una muerte ignominiosa. ¡Benito Juárez no es el Benemérito de la Américas, es Benemérito del mundo entero!”.

En su libro “Los Hombres de la Reforma” (Libro Mex-Editores 1961), Daniel Moreno, toma del periódico francés Corsaire un artículo que contiene las siguientes ideas: “Juárez, indígena de raza, defendió la independencia de su país con la perseverancia e indomable energía de las razas primitivas, no desesperando nunca de la salud de su patria, ni de la heroica victoria, aún en las horas más tristes de la derrota, dando así a los que tuvieron que luchar contra la usurpación o la invasión un ejemplo de cómo puede vencerse y arrojarse al extranjero; cómo se castiga a los usurpadores. La lección no nos ha servido, pero cuando menos debemos respeto al hombre que nos la había dado”. Así opinaban nada menos que los franceses del “indio” que los había derrotado y herido en su orgullo de ser el primer ejército de aquella época, que había humillado al que se consideraba hasta entonces como ejército invencible.

Y el periódico español La Igualdad, también citado por Moreno, que como el Corsaire es de la época de la Intervención, decía de Juárez: “Su vida entera fue un continuo sacrificio por la libertad, por la patria que le debe principalmente su independencia y su prosperidad. En nombre de la libertad, de la Ley y del pueblo mexicano, de cuyas opiniones y sentimientos fue siempre la expresión más pura y genuina, Juárez lucha constantemente contra el militarismo y la reacción a los que venció a fuerza de abnegación, de constancia y de valor. También luchó con heroico tesón contra las huestes de Napoleón y contra los aventureros que sostenían al usurpador Maximiliano logrando sobre ellos una larga serie de triunfos que terminaron con la catástrofe de Querétaro”.

Al prologar el libro de Ralph Roeder, “Juárez y su México” (México 1958), Raúl Noriega historiador, literato, periodista, apunta lo siguiente: “el México de Juárez en su niñez es el México insurgente de Hidalgo, Morelos y Guerrero; el de fray Servando, doctor Mora y Gómez Farías es el México de su juventud y el de su madurez, el México de Santa Anna y Miramón. De convicciones inalterables, sufre en su propia carne y en su conciencia sus errores y sus faltas y en el torbellino de la lucha armada es el centro de las tempestades políticas, el no es otra cosa que un hombre, un hombre con letras mayúsculas que sigue imperturbable el camino que se ha trazado sin que lo alteren jamás las miserias de sus adversarios, ni siquiera la de aquéllos manchados con el sello de la deslealtad.

Si Cuauhtémoc es el último gesto histórico de la nación indígena vencida, Juárez es el ademán vital de la resurrección que coloca a México en un plano de igualdad política con las potencias de su tiempo. El camino corre entre dos mundos: el occidental y el indígena. Los mismos que forman los contrastes y las contradicciones, sin explicación aparente, del México en el que Juárez vivió y en el que vivimos nosotros...”.

Hasta aquí las citas bibliográficas. Si no queremos caer en actitudes patrioteras y demagógicas, si el propósito es realmente rendir homenaje al Indio de Guelatao, no solamente ahora cuando cumple 200 años de existencia porque aún está entre nosotros, sino mañana y siempre tomemos como ejemplo su obra y seamos congruentes con su pensamiento. Que su actuación en la vida pública de México, sea una permanente lección de civismo, de ética política, de amor a la patria que permita rescatar principios y valores que orienten a quienes hoy conducen la política, la economía, la cultura y la educación de la sociedad mexicana.

r_munozdeleon@yahoo.com.mx

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