Los días aquéllos, en que los jóvenes eran desparecidos bajo su torva mirada, quedaron atrás. Si algo se llevó de este mundo fue el repudio de millones de sus compatriotas. ¿qué pasó con los honores, las distinciones, los homenajes de antaño? ¿Qué con el abuelo al mirar en el rostro de sus nietos la inocencia de varias generaciones de adolescentes a los que sacrificó en sus ansias de poder? Se dejó llevar por el canto de las sirenas que no le prometieron una vida eterna como premio a su deslealtad. Ahora es ceniza cumpliéndose la sentencia bíblica Polvo eres y en Polvo te convertirás. Una pequeña urna cineraria es todo lo que consiguió en sus ansias por lograr fama y fortuna. La vida es sueño, un instante, un chispazo, el cirio de su vida acabó entre el escándalo mundial por conseguir encerrarlo en una mazmorra. Acumuló dinero que no alcanzaría a gastar. Con barras de oro pretendió comprar la felicidad. Persiguió lavarse las manos manchadas en ríos de sangre en un golpe militar, traicionando a quien le había dado su confianza, acabando con la disidencia a sangre y fuego, convirtiéndose cada día en un chacal sediento de más sangre. He de pensar que se dejó seducir por el coloso del norte que no puede ver que haya democracia en América sin su permiso. Para algunos Pinochet será el héroe que acabó con un Gobierno de filiación marxista, para otros es el demonio encarnado que usó la fuerza de las armas para entronizarse durante 15 años en que se mantuvo como el hombre fuerte de Chile.
Hubo de morir tan sólo por que era mortal, lo que semeja una perogrullada, pero en el caso de los gorilatos para sus pueblos parecen eternos Había acumulado una fortuna que le hubiera envidiado el Rey Salomón o más bien Ali Baba, con ella quizá pretendió comprar a la celebérrima Calaca que llegó hasta la orilla de su lecho, con su larga túnica, escondida la cara entre los largos pliegues de su casulla, los dedos descarnados, que mostró el brillo de su dentadura riéndose de la proposición de no llevarse esa alma a cambio de muchas monedas de oro. ¿Qué haría la huesuda con el dinero donde carece de valor, por que nada se puede comprar, ni nada se vende? Además y por encima de cualquier otra consideración el designio del altísimo era que el alma impía del dictador fuera a parar al fuego. Ni así pagaría las lágrimas de una sola de las madres que perdió a su hijo torturado y muerto por los esbirros del general. Para siempre y por siempre sometido a la justicia divina. Tal es el destino de quienes ofenden el principio de no matarás. Son llevados a su última morada, que es el mundo de las sombras, dejándolos en medio de las llamas a donde son arrojadas la almas perversas. -En 1991 se encontraron dos cadáveres, de jóvenes asesinados, en un mismo ataúd, que satisfecho mientras probaba una rosquilla y una humeante taza de chocolate, se alegró de que se hubiera economizado espacio en el cementerio, buena medida, se dijo-.
Su alma bajó de la barca en la que atravesó el lago Estigia, lo recibió el cancerbero que cuida las puertas del infierno. Adelante, bienvenido -le dijo no sin cierto dejo de ironía- lo estábamos esperando. Quiero ver al jefe de este antro requirió, con la misma voz que tenía su cuerpo en la Tierra. Hace mucho calor ¿qué no hay aire acondicionado? El guardián de las puertas lo miró diciéndose, qué extraño, no se ha dado cuenta que se encuentra en esta fosa de fuego eterno para expiar culpas. Estaba parado Dante Alighieri, autor de la Divina Comedia, que se mostraba como lo vio en una pintura que se exhibe en el Museo Nacional de Bargello en Florencia, reconociéndolo de inmediato. Lo acompañaba Publio Virgilio Marón, poeta latino. Se acerca a ellos, que leían el final de la inscripción que hay a las puertas de aquella pavorosa mansión: ¡oh los que entráis, dejad toda esperanza!, -es decir, absolutamente nada de misericordia a quien no la tuvo con sus víctimas-.
Hay quienes defienden a capa y espada al más sanguinario de los dictadores que haya existido sobre la faz del planeta. Se derrocó a un presidente, el doctor Salvador Allende, que para llegar a su puesto participó en comicios en que se expresó la voluntad de las mayorías, quedando legitimado. Sea cual sea el motivo que le alentaba, que se sepa, nada puede justificar la ingratitud, aduciendo como justificación la de liberar a un país del yugo comunista. Ni mucho menos las torturas, desapariciones y asesinatos. Lo cierto es que Pinochet fue un presidente de facto, producto de un golpe de Estado. No se puede ignorar porque los países civilizados estarían en posibilidad de que de la misma manera se asesine a la democracia. Fue jefe de una asonada equivalente a ser un forajido que no respetó la vida institucional de su patria.
Por decisión de la actual presidenta Michel Bachelet no se le rindieron honores como jefe de Estado. En el averno, las llamas sofocantes dejaban ver una inusual reunión. Hitler la presidía, rodeado de la crema y nata de los carniceros que en el mundo han sido, entre otros sobresalía José Stalin y Benito Mussolini. De la abigarrada multitud se desprendió Atila, Rey de los Hunos y retomó la palabra que nadie le había concedido. Les digo que será bienvenido, es un honor tenerlo entre nosotros.