Con esos títulos se preparaba para ser candidato priista a gobernador. Pero en el comité nacional tenían otra visión, otros designios y compromisos. Se había resuelto que lo fuera el senador José Antonio Aguilar Bodegas, que en 2000 había ganado cómodamente su elección sólo cincuenta días antes que su partido perdiera la gubernatura. La designación de Aguilar Bodegas produjo sacudimientos en su partido, el más notorio y eficaz de los cuales fue la renuncia de Sabines y su captación por la coalición Por el Bien de Todos.
Cuando el veinte de agosto próximo los chiapanecos elijan gobernador, se encontrarán con un panorama enteramente distinto del que prevalecía seis años atrás, pues en ese breve lapso las fuerzas políticas se han reacomodado enteramente. En 2000, una coalición opositora produjo la derrota del PRI, que ahora (junto al Verde) forma parte de un frente común con su antiguo rival, el PAN y los dos partidos nuevos, cada uno con su propio candidato, que denuncian la injerencia del Gobierno local en el proceso electoral. Los tres partidos restantes forman a su vez una alianza cuyo candidato no pertenecía a ninguna de esas agrupaciones sino al PRI, de donde salió influido según sus detractores por el gobernador Pablo Salazar, para convertirse en el candidato del oficialismo.
La recomposición abarca a todos los agrupamientos e implica también al Ejecutivo local. Éste se mantuvo fiel a su promesa de no ingresar a ninguno de los partidos que lo postularon hace seis años y esa neutralidad le permitió recibir y dar apoyos a los partidos, incluido el PRI al que había pertenecido y que lo hizo senador en 1994, posición de la que pasó a la gubernatura. El equilibrio que procuró mantener se expresaba en una sólida y frecuente relación con el presidente Fox (que se reflejaba en cordiales vínculos con el PAN local, que apenas se rompieron formalmente en estos días por decisión albiazul). Distante y aun contrario a Andrés Manuel López Obrador, Salazar Mendiguchía se aproximaba en el ámbito interno al Partido de la Revolución Democrática más que a ninguno otro de la coalición que lo postuló.
Dos de los más cercanos colaboradores del gobernador: el secretario de Gobierno Emilio Zebadúa y César Chávez Castillo, coordinador de asesores, fueron elegidos en 2003 diputados federales en la planilla del PRD. Zebadúa, de inusual formación académica en los ambientes de la política electoral, ex consejero electoral del IFE, buscó ser candidato de ese partido llegada la hora de reemplazar a su antiguo jefe y amigo. Pero ambas categorías dejaron de tener vigencia y el gobernador pareció preferir como candidato perredista al sustituto de Zebadúa en la secretaría de Gobierno, Rubén Velázquez. Pero dio un golpe espectacular al favorecer que ninguno de los aspirantes perredistas (además de Zebadúa figuraba en la palestra el senador Rutilio Escandón) fueran postulados por su partido sino que lo fuera Juan Sabines Guerrero, que parecía enfilado a la candidatura pero de su partido, el PRI.
Hijo del antiguo alcalde de Tuxtla, diputado y senador, así como gobernador interino de su mismo nombre y por ende sobrino del enorme poeta Jaime Sabines, que fue también diputado federal priista hasta en dos ocasiones, Sabines Guerrero volvió hace poco a su tierra natal para hacer una fulgurante carrera: en menos de un lustro fue elegido diputado local y alcalde de la capital, desplazando en ambos casos al PAN, que había ganado tres veces el ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez.
Con esos títulos se preparaba para ser candidato priista a gobernador. Pero en el comité nacional tenían otra visión, otros designios y compromisos. Se había resuelto que lo fuera el senador José Antonio Aguilar Bodegas, que en 2000 había ganado cómodamente su elección sólo cincuenta días antes que su partido perdiera la gubernatura. La designación de Aguilar Bodegas produjo sacudimientos en su partido, el más notorio y eficaz de los cuales fue la renuncia de Sabines y su captación por la coalición Por el Bien de Todos.
Zebadúa, por su parte, perseveró en su intención de ser candidato y a falta de apoyo del PRD, es candidato de Nueva Alianza, el partido de Elba Esther Gordillo. Para serlo tuvo que ganar un lance ante la justicia federal, que ordenó su registro, negado por la autoridad local a la que los opositores señalan como dependiente del gobernador. Otro ex perredista, Gilberto Gómez Maza, que presidió ese partido en la entidad, completa el cuadro de los aspirantes, postulado por el Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina. Parece claro que el nivel de las preferencias electorales por esos dos últimos candidatos sólo les permite ser poco más que aspirantes testimoniales.
La verdadera batalla se libra entre Sabines Guerrero y Aguilar Bodegas, ya que el PAN aparece como distante tercera fuerza. Su candidato, el médico Francisco Rojas, fue alcalde capitalino y diputado, pero la polarización en el proceso local, reforzada por la contienda federal, lo ha dejado con muy escasas posibilidades de contender realmente y mucho menos de triunfar.
López Obrador se impuso con gran ventaja en la disputa por la Presidencia dilucidada en Chiapas. Batió con más de cien mil votos de diferencia a Roberto Madrazo, en una de las pocas entidades donde éste llegó al segundo lugar: 551,749 votos contra 427,351, equivalentes al 43.36 y 33.58 por ciento. Calderón quedó allí rezagado, con 215, 358 votos, que significan el 16.92 por ciento del total.
El PRI, sin embargo, triunfó en las dos elecciones legislativas y con eso ratificó su papel de primera fuerza: ganó las dos senadurías de mayoría, si bien con una diferencia mínima sobre la coalición lopezobradorista, unos veintidós mil votos (491,673 contra 469,474). Y en diputados quedaron también parejos ambos agrupamientos: siete de las doce curules serán para priistas, gracias a un total que muy levemente sobrepasa a la votación por la coalición: 469,097 contra 463, 759: sólo un poco más de cinco mil votos de diferencia.