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Plaza pública/Debates

Miguel Ángel Granados Chapa

Es brevísima la historia de los debates entre candidatos presidenciales en México. El de hoy será apenas el número cinco, y apenas el tercero con la totalidad de los aspirantes en la escena: el primero ocurrió el 12 de mayo de 1994, entre Ernesto Zedillo, Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas. Seis años después se realizó el segundo, el 26 de abril de 2000, con Vicente Fox, Francisco Labastida, Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Camacho y Gilberto Rincón Gallardo. Y sólo los tres primeros aparecieron en el segundo turno de ese año, el 26 de mayo. Hasta antes de 1994 era impensable que los candidatos opositores tuvieran en su favor ese mínimo rasgo de equidad. ¿Imaginan ustedes qué hubiera ocurrido en 1988 si Cárdenas y Manuel Clouthier, silenciados por los medios de comunicación de mayor alcance, hubieran podido aparecer en semejanza de condiciones con Carlos Salinas de Gortari?

Al primer debate de este año, el 25 de abril pasado, acudieron Felipe Calderón, Roberto Madrazo, Patricia Mercado y Roberto Campa, no así Andrés Manuel López Obrador. Los cinco estarán presentes hoy en el encuentro que se realizará durante dos horas a partir de las 20:30 horas en el mismo espacio del Centro mundial de comercio donde se efectuó el anterior. Lo conducirá Adriana Pérez Cañedo, y dirá las palabras de apertura Luis Carlos Ugalde, consejero presidente del Instituto Federal Electoral, en papel semejante al que desempeñó en el turno previo Alejandro García Gamboa, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión, que organiza las emisiones de la sesión.

Los cinco temas en el encuentro inicial de este año fueron política hacendaria, política energética, política laboral, combate a la pobreza y desarrollo social, y desarrollo sustentable. Esta noche los candidatos dispondrán de menos tiempo (porque son cinco y no cuatro) para abordar más asuntos, seis, que son: seguridad y justicia, combate a la corrupción, gobernabilidad, reforma del Estado, política exterior y migración, y federalismo.

Difícilmente ningún candidato ofrecerá novedades respecto de sus propuestas o referencias a esos temas. Con mayor o menor amplitud los han expuesto a lo largo de sus campañas, en discursos, entrevistas y spots, y constan en las plataformas de los partidos que los postulan, registradas obligatoriamente ante la autoridad electoral. Por lo tanto, importará más que los contenidos el talante de los candidatos, su modo de decir sus mensajes. No son descartables, en modo alguno, acusaciones unilaterales o recíprocas, cruce de invectivas o revelaciones como la de Campa el 25 de abril sobre la situación fiscal de Madrazo, carente de consecuencias jurídicas seis semanas después, y ni siquiera causante de efectos políticos adversos en la posición del aspirante priista que, al contrario, parece haber repuntado en ese lapso.

Si se atiende a lo dicho por las personas próximas a los candidatos, éstos buscan ser sensibles a los reclamos ciudadanos que repudian la descalificación mutua que aparece como el dato central de las campañas, y privilegiarán la exposición de sus propósitos, aun al grado de desentenderse de ataques en caso de recibirlos, para no figurar como rijosos. Ese comportamiento es el que cabe esperar sobre todo de López Obrador, ausente la primera vez, y que debe contender contra la imagen de peleonero que le han construido y a la que él contribuye cuando cede a la tentación de zaherir a sus contrincantes (incluido entre ellos el presidente Fox) en vez de ahondar en la especialísima condición que lo ha convertido en el eje del proceso electoral (y de la escena política aun antes de iniciado ese periodo) por ser al mismo tiempo un ciudadano con vida sencilla, laborioso como la mayoría de los mexicanos, y un dirigente que atrae adhesiones y malquerencias como nunca se había visto en nuestro país.

Puede decirse que más que el debate mismo (si transcurre en los términos previstos) serán interesantes y quizá hasta importantes el predebate y el posdebate. Al mediodía de hoy, horas antes del encuentro de los candidatos, Cecilia Gurza, la señora esposa de Carlos Ahumada, presentará nuevos números de la extensa videoteca formada por su esposo para registrar las citas que cumplía en sus oficinas del Grupo Quartz. Hace dos años grabaciones de encuentros de Ahumada con René Bejarano y Carlos Imaz, y más tarde con Ramón (no la de Gustavo Ponce en Las Vegas, que fue cortesía de autoridades federales) causaron gran escándalo más que por sí mismas por la intención de mostrar corrupción en el entorno de López Obrador, ante la imposibilidad de imputársela directamente, ya que no ha lugar a ello. Tal sería la renovada intención a partir de los nuevos videos, cuya existencia indica la frondosidad de la producción del empresario.

El posdebate tendrá, como el que sucedió al encuentro del 25 de abril, dos modalidades. Por un lado, colaboradores cercanos o partidarios de los candidatos, sobre todo de los tres con probabilidades de triunfo no sólo evaluarán el desempeño de sus favoritos sino subrayarán el significado de sus dichos o los cubrirán de misericordiosos cosméticos. Por otro lado, ante la certidumbre de algunos aspirantes sobre su propio triunfo en el debate, están ya organizadas celebraciones (como las que protagonizaron Calderón y Mercado tras el primer encuentro) que anticipen las que, a su juicio, habrá la noche del dos de julio. Hoy la de López Obrador será en el Zócalo y se espera multitudinaria.

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