El Tucom, ampliado, tiene finalmente candidato presidencial. El antimadracismo, que se frustró tras la nada graciosa huída de Arturo Montiel, podrá organizarse en torno a Roberto Campa, que ayer pidió registro, postulado por el partido Nueva Alianza. El diputado que recientemente abandonó las filas del PRI, actuó como secretario ejecutivo y vocero de Unidad Democrática, el grupo constituido ex profeso para oponerse a la candidatura de Roberto Madrazo. Además de los restos de esa tendencia que no se han subordinado al antiguo líder nacional y ahora candidato presidencial, Campa cuenta con el relevante apoyo de Elba Ester Gordillo. Más todavía, es el candidato de la presidenta del SNTE. Está por verse si lo es también de ese poderoso sindicato.
Campa hizo una carrera priista durante un cuarto de siglo. Ganó buenas notas en su desempeño administrativo, y ha sido asambleísta y dos veces diputado federal (la segunda estaba en curso, y ahora pedirá licencia). Se le atribuyen dos fracasos notorios, aunque al menos el primero no puede imputársele personalmente: presidía el comité del PRI en el DF en 1997 cuando se produjo la primera de las estrepitosas derrotas de ese partido en la capital, pues el PRD lo derrotó en la contienda por la jefatura del Gobierno capitalino y las diputaciones locales y federales. La caída priista constituía una tendencia que sólo se acentuó en ese año y los posteriores y ni siquiera una dirección atinada hubiera podido frenarla.
No obstante ese resultado, en 1999 Campa supuso posible contar con los cuadros priistas para su empeño personal de ser el candidato a la jefatura de Gobierno capitalino. Pero la misma decisión que hizo candidato presidencial a Francisco Labastida hizo en el DF aspirante priista a Jesús Silva Herzog. Se creería que esos resultados adversos arrojarían fuera de la política a Campa, pero se revitalizó al acercarse en 2001 a Elba Ester Gordillo, que lo dejó dirigir el sector popular y luego lo convirtió en su principal colaborador cuando ambos fueron elegidos diputados en 2003. Cuando la lideresa magisterial fue echada de la coordinación priista en San Lázaro, Campa quedó reducido a la marginalidad en su bancada. Desde allí envió dos señales de dignidad: anunció que se ausentaría de la sesión en que fue desaforado René Bejarano, protestando su amistad con el ex dirigente perredista apestado al punto que ni siquiera sus propios compañeros querían admitir que lo conocían. Cuando en abril pasado se desaforó a Andrés Manuel López Obrador, Campa fue más allá. A diferencia de todos sus compañeros no sólo votó en contra del dictamen que decretó la pérdida de la inmunidad del jefe de Gobierno sino que subió a la tribuna para desnudar la verdadera intención del procedimiento (intención que se frustró el domingo, al ser solicitado el registro del tabasqueño como candidato presidencial). Escribí entonces que “el mejor discurso, el más inteligente y conmovedor, fue el de Campa, que se esmeró en ahuyentar cualquier sospecha de acercamiento a López Obrador pero dio una lección de ética política a sus correligionarios invitándolos a reconocer, aun en su fuero interno, que se trataba de un ardid político y no de un esfuerzo de legalidad”.
Poco más tarde, Campa se incorporó a Unidad Democrática, y el siete de noviembre, dos semanas después de que Montiel se desmoronara ante el primer soplido del lobo feroz, el diputado mostró ser verdaderamente antimadracista. Renunció a su militancia: tras recordar el deber estatutario de apoyar a los candidatos de su partido y, “postulado Roberto Madrazo candidato presidencial, como irremediablemente sucederá, no estaré en disposición de cumplir mis obligaciones”.
Campa dio así el paso en que se le anticiparon Miguel Ángel Yunes y Tomás Ruiz, integrantes ahora del ala gordillista del Gobierno de Fox, en un movimiento que era parte del antagonismo de la profesora con Madrazo. Otro lo era la creación del partido Nueva Alianza. Aunque fue clara la maternidad de esa organización, fundada a partir de la Asociación Ciudadana del Magisterio, una agrupación política originada también en el SNTE, Gordillo ha oscilado entre admitir y negar que el partido fuera suyo. Durante el fin de semana decidió quitarse la máscara y apareció como la autora principal de las decisiones de Nueva Alianza. Hasta pareció posible que ella misma fuera su candidata presidencial, pero eso hubiera significado, entre otras consecuencias, facilitar el trabajo a quienes se disponen a expulsarla del PRI.
La nueva evidencia de que Gordillo actúa en Nueva Alianza ánimus dómini, es decir con ánimo de dueña precipitará su salida del PRI, a la que seguramente seguirá la de otros dirigentes magisteriales, como el secretario general del sindicato, Rafael Ochoa, presente en la reunión del consejo nacional del partido gordillista. Tales líderes esperarán para moverse a que se resuelvan las candidaturas legislativas (y las municipales) en el PRI, pues querrían que su agrupamiento estuviera parado sobre dos columnas, el gordillismo priista y el de Nueva Alianza. Pero si los madracistas organizan en su contra una noche de los cuchillos largos y purgan las estructuras priistas de la huella de Gordillo, Campa aparecerá como un candidato capaz de atraer el voto de los priistas descontentos, y se hará así realidad la figuración de Francisco Labastida que supuso posible un flujo de antimadracistas hacia otro partido, una opción diligentemente preparada por Gordillo.