Varios responsables de dirigir encuestas de opinión electoral tendrán que ir y venir esta mañana del Colmex a la Flacso. Por fortuna, esos establecimientos académicos son casi vecinos, en el Camino al Ajusco, y su proximidad permitirá a sus invitados ser en cierto modo ubicuos. Y es que el Colegio de México y la Facultad latinoamericana de ciencias sociales han convocado a sendos foros donde se presentarán “los últimos resultados de las encuestas electorales, dentro del plazo legal establecido”, que vence precisamente hoy.
El que dos instituciones de docencia e investigación tan relevantes centren su atención en esos estudios de opinión pública es una muestra de la importancia que han alcanzado tales sondeos. Además de miembros del Colmex y la Flacso están invitados a sus reuniones Francisco Abundis, de Parametría; Ulises Beltrán, de Bcg Ulises Beltrán y asociados; Jorge Buendía, de Ipsos-Bimsa; Roy Campos, de Consulta Mitofsky, Ana Cristina Covarrubias, de Covarrubias y asociados; Rafael Giménez-Valdés, de Arcop; María de las Heras, de Demotecnia; Alejandro Moreno, de Reforma, y Ricardo de la Peña, de Isa. Esas personas, empresas y asociaciones constituyen una porción eminente de la comunidad dedicada a la demoscopía. La mayor parte de quienes realizan encuestas pertenece a la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercados y Opinión Pública (y un cierto número también a la Asociación mundial de investigadores de opinión pública, Wapor), que ha servido a un implícito propósito de colegiación profesional que ha alzado el nivel de esa tarea, contribuido a darle credibilidad y restar atención a membretes que difunden resultados de presuntos sondeos cuya realización es improbable.
Ayer, el Centro de estudios de la Universidad de Guadalajara (prácticamente la única institución de educación superior dedicada a este menester) presentó el resultado de su encuesta nacional, que mide los factores para la definición del voto, la imagen de los candidatos presidenciales, la calidad de las campañas (rubros estos dos últimos en que sale avante Felipe Calderón) y la intención de voto. En este apartado, si la elección hubiera ocurrido el 17 y el 18 de junio, fechas en que se levantó la encuesta, Andrés Manuel López Obrador habría obtenido el mayor porcentaje: 35.8 por ciento, no muy distante del 33.5 por ciento que prefirió a Calderón, y lejos, hasta por más de diez puntos, de Roberto Madrazo, que llegaría a 25. 3 por ciento.
Discordantes en varios aspectos, las encuestas que se han conocido y conocerán en estas últimas horas en que está autorizada su difusión participan de ese dato en común, el rezago o al menos la condición de tercero del candidato priista. La última encuesta de María de las Heras, cuyas cifras aparecieron en Milenio ayer, lo sitúa en esa posición, aunque casi empatado con Calderón: 29.6 y 30.5 por ciento, respectivamente, distantes ambos del 35.4 por ciento correspondiente a López Obrador.
Salvo cuando las cifras coinciden con sus deseos o aspiraciones, los candidatos desestiman los resultados de las encuestas. Suele ocurrir que se las confunda con pronósticos, y a nadie le gusta que se anticipe su derrota. Es un error atribuir poderes de predicción a los sondeos, que se limitan a retratar el estado de la opinión, y la consecuente intención de voto, en la fecha del levantamiento del sondeo. María de las Heras lamenta que el suyo se haya realizado (entre el 16 y el 20 de junio) entre quince y doce días antes de la jornada electoral, lo que posibilita que una mudanza de última hora en el parecer de los votantes produzca un resultado diverso del recogido dos semanas atrás. Un día como hoy, el 23 de junio de 2000, Reforma publicó su última encuesta. Los resultados de ese ejercicio no correspondieron a las cifras con que se resolvió la elección, pues en aquel aparecía como favorito Francisco Labastida con un porcentaje igual al que obtuvo Vicente Fox en las urnas.
El transcurso del tiempo entre uno y otro acontecimiento puede originar una diferencia relevante. Hace seis años, además, tenía mayor peso que hoy la estructura política, pues los interrogados en las encuestas tendían a dar una respuesta socialmente correcta, o la que suponían no les provocaría problema, por esa suerte de intimidación ambiental que producía el poder del sistema presidencial-priista. Hoy ese factor ha disminuido considerablemente, y su ausencia contribuye a la credibilidad de las encuestas de preferencias electorales.
Este género de investigación es reciente y su ubicación en la sociedad mexicana guardia obvia relación con la apertura y modernización del sistema electoral. Carecía de sentido en la época del autoritarismo avasallador, cuando se predeterminaban los resultados electorales. En la medida en que ha ido asentándose la competencia electoral y se ha redistribuido el poder antaño concentrado, es decir que se hace evidente la eficacia del voto, se ha incrementado la práctica de la pesquisa electoral, sea para examinar el estado de la opinión respecto de candidatos, partidos y campañas, sea para conocer con rapidez aunque no con extrema exactitud los resultados electorales, a boca de urna.
Las encuestas, ha dicho Alejandro Moreno, el responsable de las encuestas en Reforma y profesor del ITAM, “añaden cada vez más y más conocimiento acerca de nuestra sociedad”. Son, asegura, “nuestro mejor espejo”. Lo dice en su libro El votante mexicano, del Fondo de cultura económica.