Exactamente al cumplir 38 años de edad, el 20 de agosto, Juan Sabines Guerrero fue elegido gobernador de Chiapas, según la constancia de mayoría que una semana más tarde, anteayer, le expidió el consejo del instituto electoral de esa entidad. Debido a impugnaciones en curso, y las que se sucedan en los tribunales estatal y federal, sólo al cabo de los procedimientos judiciales quedará en firme su victoria, que se concretará el ocho de diciembre, cuando reemplace a Pablo Salazar Mendiguchía, constructor de una amplia alianza que en 2000 hizo perder la gubernatura al PRI, partido al que pertenecieron tanto el gobernador saliente como el entrante.
Salvo por su derrota de hace seis años, y la consumada en primera instancia el 20 de agosto, el PRI se ha mantenido como la primera fuerza electoral en aquella entidad. Si bien Andrés Manuel López Obrador obtuvo allí una contundente victoria, su triunfo no consiguió como en otras entidades inducir el de sus compañeros de planilla. López Obrador ganó el 43.36 por ciento de los votos (553 mil 749), Roberto Madrazo quedó casi diez puntos abajo: 33. 58 (427 mil 351) y Felipe Calderón se ancló en el 17 por ciento (212 mil 434).
En las elecciones legislativas, sin embargo, la Alianza por México (el PRI con el Verde) ganó más curules. Obtuvo las de mayoría en el Senado (con Manuel Velasco Coello, uno de los pocos dirigentes presentables del PVEM, en el primer lugar de la fórmula) y ganó siete de las doce diputaciones en disputa. La coalición Por el Bien de Todos ganó la curul senatorial de primera minoría (para Rubén Velázquez, ex secretario de Gobierno de Salazar Mendiguchía, que a última hora aceptó trocar su posible postulación a la gubernatura por la candidatura senatorial) y las cinco diputaciones restantes.
En la elección de hace nueve días Sabines ganó casi exactamente el mismo número de votos que López Obrador (553 mil 270), mientras que el priista José Antonio Aguilar Bodegas superó ampliamente los de Madrazo, pues llegó a 546 mil 098. La diferencia es muy breve, de apenas seis mil 282 votos, el 0.53 por ciento del total. A diferencia de López Obrador, Sabines Guerrero obtuvo los votos que le dieron el triunfo en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, resultado comprensible porque en 2001 ganó la diputación local en uno de los dos distritos capitalinos (que en las dos elecciones anteriores había sido ganado por el Pan) y en 2004 recupero para el PRI el ayuntamiento que durante nueve años había sido panista.
En esas dos oportunidades el Revolucionario Institucional lo registró sin que nadie objetara su oriundez. Llevado por el despecho, sin embargo, cuando Sabines Guerrero se fue de su partido para ser candidato de otros, el priismo objetó su elegibilidad, negando que sea chiapaneco. Lo había comprobado mediante dos actas complementarias, la suya propia que lo muestra nacido en Tepetlaostoc, Estado de México el 20 de agosto de 1968; y la de su padre, Juan Sabines Gutiérrez, fechada en 1920 que lo prueba nacido en Tuxtla Gutiérrez. Según la Constitución local los hijos de padres chiapanecos son chiapanecos también.
El PRI consiguió, en su propósito de recuperar el Gobierno local, que dos candidatos declinaran a favor de Aguilar Bodegas, y que ahora lo acompañen en su impugnación al resultado. Francisco Rojas, ex alcalde de la capital y diputado saliente, era el aspirante panista. Emilio Zebadúa dio al traste con su breve carrera chiapaneca: fue secretario de Gobierno en el primer trienio de Salazar Mendiguchía y diputado federal en el siguiente. Frustrado su propósito de ser candidato perredista al Gobierno, optó por ser candidato testimonial, presentado por el Partido Nueva Alianza, que en la elección federal legislativa superó el dos por ciento de la votación. La expectativa favorable a Zebadúa era aún menor, pero su participación confería a la contienda un fuerte acento de dignidad, la del aspirante que no se resigna a que sus pretensiones legítimas sean avasalladas por la arbitrariedad. Por desgracia, perdió el capital ético que había comenzado a amasar, al retirarse en favor del candidato priista. Es posible que su nexo con Elba Ester Gordillo le abra caminos en el Panal, pero quedaron canceladas sus aspiraciones en la tierra de sus mayores.
La declinación de esos candidatos buscó ser convertida en una alianza de hecho (pues ocurrida en vísperas electorales no era factible su formalización) que fracasó por falta de información a los votantes por los partidos que se quedaron sin candidato: 36 mil 570 votos fueron anulados, proporción altísima causada por la confusión de buena parte de los sufragantes, que invalidaron su papeleta por cruzar claramente dos emblemas, el que hubieran querido marcar y el favorable al PRI.
Este partido presentó 24 impugnaciones, una por cada distrito electoral, y pretendió que el instituto electoral aplazara la entrega de la constancia de mayoría hasta la resolución de las impugnaciones, algo imposible porque la Ley ordena a la autoridad electoral una fecha fatal, el domingo siguiente a la elección para practicar el cómputo final y expedir aquel documento. De allí ha partido la consigna priista de que “en Chiapas no hay gobernador electo”, y de calificar de “ilegal e ilegítima” la aseveración de que lo hay. Más allá de la retórica, el PRI ha impugnado 391 casillas, cuya eventual anulación podría hacer que se revirtiera el resultado pero no al punto de hacer que su candidato ganara por más de veinte mil votos, como asegura el tricolor.