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Plaza pública/Partidos y candidatos

Miguel Ángel Granados Chapa

Dedicaremos esta columna, de aquí al viernes, a revisar la situación de los candidatos y partidos que protagonizan el proceso electoral, en vísperas de la jornada en que el papel principal corresponde a los ciudadanos. Lo haremos en el orden inverso al lugar que ocupan en la mayor parte de las encuestas electorales. Comenzaremos, por lo tanto, con el Partido Nueva Alianza, Panal, cuyo candidato presidencial es Roberto Campa Cifrián.

El origen del Panal fue la Asociación Ciudadana del Magisterio, una Agrupación Política Nacional (única forma organizativa de que puede partirse para obtener una patente partidaria), registrada en el Instituto federal electoral el seis de agosto de 2002. La dirigió el ingeniero Noé Rivera, ex secretario general de la sección magisterial en Baja California y quien por su cercanía a Elba Ester Gordillo llegó a ser subsecretario en el comité nacional priista. La ACM solicitó registro como partido en 2005, en compañía de otra APN, Conciencia Política. Cuando el registro estaba acordado, la agrupación magisterial se apartó del procedimiento, en el inútil intento de atenuar la presencia dominante de Gordillo en la nueva organización, creada en enero de 2005 y que obtuvo registro en julio siguiente.

Resultaron líderes del partido Miguel Ángel Jiménez Godínez y Alberto Cinta (que es hoy candidato a la jefatura de Gobierno del DF). Aquél fue asesor de Gordillo en el breve lapso en que ella encabezó la fracción priista en la Cámara de Diputados, periodo suficiente para designar a Cinta director del Centro de estudios sociales y de opinión de ese órgano legislativo (lo fue hasta 2005).

Vinculado también con Gordillo (fue su principal vicecoordinador en San Lázaro), Roberto Campa Cifrián resultó sorpresivamente candidato presidencial de ese partido en enero pasado. El Panal había jugado con la idea de presentar una candidatura externa, en un proceso en que se interesó Jorge G. Castañeda, cuando oscilaba entre presentarse como candidato ciudadano o dejarse apoyar por un partido. Campa había renunciado en noviembre pasado al PRI, al declarar su imposibilidad de votar por Roberto Madrazo, como correspondía hacer a los miembros de su partido.

En varios frentes el Panal actúa cerca de Acción Nacional, como corresponde al proyecto y los intereses de Gordillo. Están aliados en la contienda por la gubernatura de Guanajuato y en la delegación Miguel Hidalgo en el Distrito Federal. En otros casos son más explícitos los nexos de Gordillo y Nueva Alianza: el secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Rafael Ochoa, encabeza la lista de candidatos plurinominales al Senado. Y Fernando Espino Arévalo es candidato a diputado (local en el DF) por ese partido, como antes lo fue del PRI y el Partido Verde. Su antigua vinculación con Gordillo (que lo apoyó en los enfrentamientos que como líder del sindicato del Metro mantuvo con el Gobierno capitalino) se manifiesta ahora en la pertenencia de la agrupación sindical controlada por Espino a la Federación de Trabajadores del Estado que Gordillo llamó democrática y resultó de partir en dos a la FSTSE.

Campa ha hecho una campaña tenue, tanto que el más significativo de sus actos fue la acusación que en el curso del primer debate entre aspirantes presidenciales (al que no acudió López Obrador) lanzó contra Roberto Madrazo, a causa de su irregular situación fiscal. Blandió para formularla documentos oficiales, procedentes del Servicio de Administración Tributaria. Que Campa estuviera en posesión de documentación oficial no importó a Hacienda tanto como lo escandalizó el que papeles fiscales engrosaran los señalamientos de López Obrador y la coalición que lo apoya no sobre la operación regular de Hildebrando, susceptible de aplauso y aun de admiración por su desarrollo, de no mediar el hecho de que su progreso estuvo ligado a la influencia que indirectamente ejercía en su favor la posición política de Felipe Calderón, cuñado de Diego Zavala, el accionista principal de Hildebrando hasta que Advent adquirió de él la mayoría de los títulos de propiedad, en una operación que merece mayor atención de la que hasta ahora se ha prestado.

El que Campa se haya casi limitado a servir la misión de combatir a Madrazo, que parece haberle confiado Gordillo, ha congelado sus posibilidades. Es una lástima que un político serio, con experiencia y capaz de actitudes enhiestas (como las que asumió al contender por la candidatura priista al Gobierno capitalino en 2000 y cuatro años después al votar contra el desafuero de López Obrador) no tenga, por la naturaleza de su encomienda, el buen curso que merecen su personalidad y su preparación.

Casi ninguna encuesta registra una intención de voto en su favor que exceda al uno por ciento. Así aparece en la de Reforma publicada el viernes pasado, donde se comprueba que permaneció en ese mínimo nivel desde abril, cuando se le incluyó en las mediciones. Sin embargo, el mismo sondeo indica que, sorpresivamente, Nueva Alianza podría mantener el registro que obtuvo el año pasado. Es que al contestar por qué partido votaría en la contienda por diputados federales, el cuatro por ciento dijo que por el Panal, una proporción que se duplicó entre febrero y junio. Para mantenerse en la liza electoral y contar con representación en San Lázaro, un partido debe reunir el dos por ciento de la votación total. De modo que podría no terminar en desastre esta iniciativa de Gordillo.

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