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Plaza pública/Por la serenidad electoral

Miguel Ángel Granados Chapa

En buena hora se constituyó el Comité conciudadano de seguimiento del proceso electoral, un grupo de activistas civiles que desde hace décadas contribuye con su preocupación ilustrada, es decir ajena a todo amarillismo superficial, al mejoramiento de las relaciones políticas que se expresan en los procesos electorales.

Varios de ellos fueron pioneros en la observación de comicios, justamente cuando era necesario arrojar luz sobre la extensa variedad de formas de torcer la voluntad ciudadana. Casi todos han puesto sus saberes científicos al servicio de la contienda equitativa y la indagación rigurosa de la opinión pública. Algunos se integraron al Comité a título personal, otras (porque son casi sólo mujeres) lo hacen en representación de organizaciones.

El notable grupo se presentó a la sociedad el miércoles pasado, y ofreció un avance de las tareas que ha realizado en su “afán de contribuir a la salvaguarda de la legalidad y la transparencia de las elecciones de 2006”. En conferencia de prensa, sus integrantes presentaron un análisis del proceso de selección y capacitación de los funcionarios de casilla, cuya actuación es medular en la jornada de emisión y recepción del voto; realizaron un pronunciamiento sobre las encuestas telefónicas de presión (push polls), esas que con la apariencia de conocer la posición del descuidado ciudadano que cree contestar un sondeo, sirven en realidad a propósitos proselitistas a favor de un candidato.

También hablaron sobre el registro de observadores electorales. En este rubro prestaron atención a los que desea acreditar el empresario Víctor González Torres, que se apropió del nombre de su propio símbolo mercadotécnico, Dr. Simi, que pretende ser reconocido como candidato sin registro después de haber estorbado el proceso interno del partido Alternativa. Nos ocuparemos de esos planteamientos en otra oportunidad, pues queremos dar preferencia al exhorto que este Comité formuló en sendas cartas, todas iguales, enviadas a los presidentes de los partidos políticos que contienden en la liza electoral. Su llamamiento es oportuno y necesario, pues sale al paso de las tensiones crecientes, verdadera crispación por momentos, que se han convertido en el aspecto principal del proceso comicial y amenazan pervertirlo, de instrumento de acuerdos de la sociedad, en su contrario, una fuente de discordia que ni siquiera se agote el dos de julio sino que se acendre en la sociedad para su mal en el tiempo posterior a la jornada electoral.

El Comité manifiesta a los dirigentes partidarios su “preocupación por el tono y contenido de algunos de los promocionales y discursos que se han pronunciado como parte de las campañas políticas, en específico por la Presidencia de la República.

“Creemos que está en el mejor y mayor interés de nuestra sociedad que la competencia electoral constituya un incentivo para la participación ciudadana y no un factor que inhiba esa participación y aleje a los ciudadanos del proceso y de las prácticas civilizadas de cambio de Gobierno.

“Lamentablemente hemos atestiguado la producción y difusión de mensajes y discursos que general un clima de crispación y enfrentamiento que puede ser muy riesgoso para nuestra convivencia social y para el sistema democrático en lo general. Es por eso que queremos apelar a todos los partidos políticos para que realicen campañas en las que se apueste por la competencia limpia, por la propuesta clara, por la mejor información que permita a los ciudadanos elegir con libertad y evitemos así prácticas que ensombrezcan nuestro azaroso camino hacia la democracia.

“No es mucho pedir. El propio Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, en Artículo 38, fracción p) exige a los partidos abstenerse de cualquier expresión que implique diatriba, calumnia, infamia, injuria, difamación, o que denigre a los ciudadanos, las instituciones públicas, los partidos políticos y sus candidatos, particularmente durante las campañas electorales y en la propaganda política que se utilice en las mismas. Y esta exigencia no se circunscribe a los promocionales de radio y televisión, sino que incluye a todos los mensajes que los candidatos o dirigentes partidistas emiten ya sea por la vía de la propaganda, de los discursos políticos y de las declaraciones a la prensa.

“Están jugando con fuego. En una sociedad donde la extrema riqueza y la extrema pobreza comparten espacios, y en una coyuntura natural de confrontación como son las campañas, ya se están evidenciado las primeras consecuencias del discurso del odio y hasta del terror que ha prevalecido en esta parte del proceso.

“Apelamos a la conciencia de los partidos políticos sobre los altísimos riesgos que todo eso implica. La diatriba, la descalificación y la denostación no abonan el camino de la transición democrática. Por el contrario, obstaculizan el diálogo y la necesaria construcción de consensos después de la elección, ante la clara división del electorado. No sólo hay que ocuparse de las campañas y de la jornada del dos de julio; también hay que preocuparse por lo que ocurra a partir del tres de julio y la trascendencia que ello pueda tener para la tranquilidad y la paz de nuestro país. Este es el bien superior a tutelar”.

Firman este civilizado y útil llamamiento, entre otros, Sergio Aguayo, Jorge Alonso, Alberto Athié, Miguel Basáñez, Roy Campos, José Antonio Crespo, Denise Dresser, Clara Jusidman, Cecilia Loria, Rosa María Ruvalcaba, Rodolfo Tuirán y Elio Villaseñor.

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