Hasta el jueves pasado, se habían iniciado 98 juicios de inconformidad respecto de los comicios en los 125 municipios del Estado de México, y 16 relativos a la elección legislativa en los 45 distritos de la entidad.
El total de 114 es la mitad de los recursos emprendidos en la jornada electoral semejante de 2003. Signo de los tiempos, el partido que más impugnaciones presentó es el PRI (en coalición con el Verde Ecologista de México); treinta y uno, contra 26 del PRD y 25 del PAN (las restantes corresponden a los partidos de menor presencia). Aunque la justicia electoral debe decir la última palabra, no es previsible que con sus resoluciones muden los resultados de la jornada del 12 de marzo. Salvo, quizá en el caso de Ocoyoacac.
En ese municipio, cuya cabecera se halla a la mitad de la carretera entre Toluca y la capital federal, el programa de resultados electorales preliminares mostró un virtual empate, con una leve inclinación, de sólo nueve votos, a favor de la planilla perredista. El cómputo formal revirtió el resultado por lo que el ayuntamiento fue ganado por el PRI con dos votos de diferencia: 5,879 contra 5,877.
Como en el resto de la entidad, esa cifra expresa el crecimiento del perredismo, que ha solido ser allí tercera Fuerza. Apenas en la elección de gobernador el año pasado Ocoyoacac dio sólo 3,249 votos a Yeidckol Polevensky, contra 8,185 emitidos a favor de Enrique Peña Nieto. Tradicional bastión priista (donde tuvo su rancho Los Barandales Manuel Moreno Sánchez, eminente senador de la época de López Mateos, cuyo hijo Héctor Moreno Toscano fue alcalde del lugar) el PRI perdió en 2000 el ayuntamiento, lo recuperó tres años más tarde y es posible, si el recurso perredista prospera, que vuelva a perderlo ahora.
Al concluir la jornada electoral, los tres partidos escogieron de la información disponible la que más cuadraba a su posición, para ostentarse como triunfadores. En cierto modo lo son, pero es innegable la declinación de la presencia priista en un estado que se caracterizó por el avasallamiento tricolor a sus antagonistas. Se mide con precisión esa caída si se recuerda que hace apenas 13 años, en los comicios de 1993, la Oposición ganó únicamente doce de los 121 gobiernos municipales. La sostenida declinación priista lo condujo a ganar, de los 125 que son ahora, apenas cincuenta y cuatro.
No sólo eso, el PRI ha perdido los principales enclaves, lo sean por su importancia económica o demográfica o política. Gobernará apenas cuatro municipios en cuyo padrón haya más de cien mil personas inscritas: Chimalhuacán (310 mil en números redondos), Nicolás Romero (202 mil), Coacalco (182 mil) y Huixquilucan (136). En este último lugar si bien retuvo la alcaldía, perdió la diputación que perseguía el presidente municipal David Korenfeld, que pidió licencia para contender sin éxito.
En cambio, los municipios más poblados serán regidos ahora por ayuntamientos perredistas. Es el caso eminente de Ecatepec, que sobrepasa el millón de votantes (1.112,826 exactamente) y de Nezahualcóyotl que se aproxima al millón (910,247). Hace ya tres trienios que el PRD triunfa en este segundo municipio, pero es la primera vez que lo consigue en el antiguo San Cristóbal. Era comprensible el predominio priista pues el municipio se pobló sobre todo de precaristas, uncidos por el vínculo clientelar con el PRI. Pero cuando se abrieron fraccionamientos de clase media la presencia panista y el efecto Fox permitieron un relevo en 2000, del que tres años después se recuperó el PRI.
En aquella fecha, hace seis años, el candidato perredista fue José Luis Gutiérrez Cureño, que ha sido dirigente estatal y diputado federal. Quiso repetir en 2003 pero entonces se le convenció de la pertinencia de dar oportunidad a una sobresaliente funcionaria que abandonaba el PRI, Marcela González Salas, quien no obtuvo el triunfo pero permaneció vinculada al PRD quien la hizo diputada federal. Actualmente es la presidenta de la Cámara de Diputados, por sólo un breve periodo y no por el año entero que le correspondía, pues su fracción no consiguió evitar la infracción a la Ley orgánica del Congreso (que estipula la duración anual de la mesa directiva) y se sumó a ella.
Gutiérrez Cureño insistió, volvió a ser candidato ahora y ganó la elección con holgura: 151 mil votos contra 134 mil de su opositor priísta. No sólo contra ese contendiente y el del PAN (que alcanzó 82 mil votos) debió luchar el perredista, ingeniero graduado en la Enep Aragón que se inició en la política en el Partido Mexicano de los Trabajadores. Debió resistir, y vencer, la inquina antiperredista del obispo Onésimo Cepeda, que en vísperas electorales se entrometió haciendo a su modo su propia campaña, consistente en difundir en las paupérrimas parroquias de su diócesis una verdadera proclama contra el PRD, pues no otra cosa fue el anuncio de que iniciaba juicio por reparación del daño moral contra el líder de ese partido, Leonel Cota.
El PRI perdió de nuevo Toluca, la capital del estado, probablemente por el desprestigio del ex gobernador Arturo Montiel, ya que su colaborador Luis Miranda tuvo el atrevimiento de presentarse como candidato. Si bien la cabecera capitalina ya era panista, el PRI mantenía el Gobierno de Metepec, extensión de Toluca. También perdió ahora ese municipio, a manos de la coalición formada por el PRD y el PT, con una planilla encabezada por Óscar González Yáñez, diputado federal con licencia y dirigente estatal petista.