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Pobreza, problema real, no bandera política

José Juárez Medina

Como cualquiera de nosotros lo puede constatar, el discurso político mexicano está plagado de referencias a los más pobres. Los políticos justifican sus proyectos, sus acciones y hasta sus lances apelando a objetivos de beneficio para ?los menos favorecidos?; a veces son tan enfáticos en ello que conmueve su ?desinteresado? aferramiento al poder.

Frecuentemente las iniciativas legislativas, así como las políticas públicas tienen como móviles principales los de ?ayudar a los más necesitados?. Es el caso típico de la reforma fiscal, en donde siempre se ponen por delante los objetivos de salud, educación y bienestar de ?las mayorías? para justificar una propuesta de alza de impuestos, generalmente el IVA a medicinas y alimentos, nunca se dice que es para cubrir los compromisos del Fobaproa-IPAB, por ejemplo.

Pero eso es el discurso, si nos atenemos a los hechos podemos constatar que en nuestro país el diseño, instrumentación y ejecución de las políticas públicas lejos de atender ?a los más necesitados? ha agudizado sus condiciones de existencia. Está fuera de discusión si ello se ha debido a errores de la política económica de los últimos gobiernos o al modelo neoliberal, como si aquella se hiciera en el vacío político e ideológico. Tampoco elimina la discusión el afirmar que la pobreza en nuestro país tiene raíces ancestrales. En una palabra, no se puede aspirar a la modernidad con un grave problema de pobreza y desigualdad y eso lo pueden mostrar los países de vanguardia mundial.

Así pues, no debe sorprendernos el manejo político de las cifras sobre pobreza que la actual administración ha hecho. En el 2003 cuando, coyunturalmente, los datos oficiales favorecían a su gobierno los dio a conocer en mayo, antes de las elecciones de julio; pero ahora en el 2006 en donde hay fuertes indicios de que los datos, que se debieron dar a conocer también en mayo (como comentamos en su momento), no podrían ser utilizados para apuntalar al candidato gubernamental en las pasadas elecciones, se ha retrasado su publicación.

En la jornada electoral circuló mucho la anécdota entre los votantes de: ?¿por quién votaste?, ¿por los ricos o por los pobres?? Esta expresión sin duda puede prestarse a una caricaturización de la división de la sociedad mexicana de la que tanto se ha hablado, pero es reveladora de la situación real: la desigualdad social y la pobreza, que en el caso de nuestro país están muy hermanadas.

De eso, entre otras cosas, se está tratando la controversia electoral. De poner en la mesa de las discusiones sobre la política económica a seguir, con el mismo rango y derechos que la política de fiscal y monetaria, los objetivos sociales de una estrategia que tienda a atacar de manera frontal la pobreza y la desigualdad social.

Es muy conocida la tesis, en el sentido de que primero es necesario crecer para luego distribuir y que ha sido criticada por su falta de pertinencia con los hechos reales. Ahora menos se sostiene, como lo han documentado ampliamente recientes estudios que señalan la posibilidad de la existencia de círculos viciosos en los que un crecimiento bajo genera altos niveles de pobreza, y estos niveles de pobreza, a su vez, hacen que el crecimiento sea bajo.

Sorpresa, el autor de este diagnóstico no es de la izquierda política ni académica, sino del Banco Mundial, pilar de la ortodoxia emanada del Consenso de Washington. El mencionado organismo remata afirmando que el Estado debe transformarse en un agente que promueva la igualdad de oportunidades y practique la redistribución eficaz. Un alto funcionario del organismo bien puede suscribir la tesis lopezobradorista según la cual ?por el bien de México, primero los pobres?, al afirmar que ?la lucha contra la pobreza no sólo sirve a los pobres; también es positiva para la sociedad?.

En una palabra se trata de adoptar un política económica en donde a los objetivos de eficiencia y prudencia financiera (no conservadurismo fiscal), hay que agregar los de justicia social, sin que los proponentes y los ejecutores de estos objetivos tengan que sentirse avergonzados, temiendo ser tachados de populistas o emisarios del pasado. Ya va siendo tiempo de comenzar a desbaratar esa identificación ideológica e interesada de los objetivos de justicia social con el populismo y el paternalismo, que si bien existieron en nuestro país, nadie está pugnando por su regreso.

Efectivamente, el país esta dividido, entre la continuidad y esta visión alternativa. No podía ser de otra manera. Lógicamente, la izquierda, en el poder Ejecutivo o no, puede contribuir aportando ideas y propuestas para empujar iniciativas de manera decidida en este sentido, que repercutan en un beneficio para la economía y para la sociedad mexicana en su conjunto. Pero de persistir el gobierno de la continuidad, debe de tener en cuenta que esa pírrica minoría electoral, no significa la mayoría social que está buscando cambios reales, no simulados. Hay tareas.

josemedinajuarez@

yahoo.com.mx

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