La calidad de los servicios educativos en México se encuentra por los suelos. Nuestro país ocupa el décimo lugar en cuanto al número de analfabetas en las naciones de América Latina. A lo largo y ancho del territorio nacional es posible apreciar escuelas en precarias condiciones, donde los niños toman clases sentados en el piso.
Mientras en los países del primer mundo el modelo educativo apuesta al razonamiento y a la solución de problemas, en México la memorización es todavía la principal herramienta de estudio de niños y jóvenes.
Son muchas las voces de los académicos que ven en el corporativismo sindical un serio obstáculo para el desarrollo de la educación. Una junta sindical es un buen pretexto para suspender las clases, de esta forma los “puentes” son constantes, lo que sin duda afecta el proceso de aprendizaje.
A esta problemática, hay que sumarle el gasto que representa al erario público el sueldo de todos aquellos maestros que cobran sin dar clase, teniendo como justificación el participar en alguna comisión.
Históricamente el sindicato de maestros, el más grande de Latinoamérica, ha sido utilizado con fines políticos. Este sexenio no es la excepción, ya que el Gobierno de Vicente Fox ha apoyado al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación otorgándole jugosos recursos. De esta forma, el SNTE tiene a su disposición un fondo -financiado en parte con recursos públicos- que alcanza los nueve mil 553 millones de pesos para pagar pensiones o apoyos por renuncia o muerte de sus agremiados.
El derroche de recursos resulta insultante cuando son muchos los docentes que cobran sin impartir clases y tan sólo aprovechan el sindicato para escalar posiciones dentro de la política. A punto de terminar el sexenio, la educación sigue siendo una asignatura pendiente. Ayer se celebró el Día del Maestro, pero por desgracia poco hay que celebrar cuando de las escuelas egresan niños y jóvenes sin tener la preparación necesaria para enfrentar los nuevos retos del mundo.
