Tal como se esperaba en la presentación de los escenarios económicos para el año siguiente, se confirmaron las condiciones menos favorables que van a existir para las finanzas públicas y se ha llamado una vez más la atención sobre los focos amarillos y las serias restricciones que se ciernen sobre ellas.
Es decir, habrá un menor precio del petróleo y menor volumen de exportaciones del mismo (con todo y ello éste seguirá financiando un tercio de las finanzas públicas). Además, también sigue confirmándose un menor ritmo de crecimiento de la economía estadounidense (principal destino de las exportaciones) y como consecuencia de ello, la nuestra también crecerá en un punto menos que este año, alrededor de 3.5 por ciento se estima. Habrá menor recaudación impositiva, por lo tanto.
Entre las amenazas principales, se ha confirmado la carga de las pensiones públicas y el fuerte vencimiento de Pidiregas que hay para este año. Tal es el escenario relevante, en el que se perfilan menores ingresos públicos y mayores necesidades de gasto.
Esto no es nuevo, la cuestión es que en los años anteriores el precio del petróleo ayudo mucho. En este contexto, es lógico que el planteamiento general sobre la distribución del presupuesto no presente cuestiones extraordinarias, aunque en esta ocasión se había abierto cierta expectativa, dado el reclamo por el gran rezago social y el estancamiento económico del país, por un lado; y, por el otro, las declaraciones de Calderón de rebasar a la izquierda, por la izquierda precisamente.
Sin embargo, la reiterada política de conservar el equilibrio fiscal a toda costa, sin tomar en cuenta otro tipo de consideraciones que abran espacios a una política económica contraciclica han quedado descartadas de entrada. La continuidad pues.
Así las cosas, Calderón señala que el paquete económico que propone para el siguiente año plantea tres prioridades: combate a la pobreza, combate a la inseguridad y promoción del empleo.
En el aspecto declarativo no hay nada nuevo, lo hemos mencionado en otras ocasiones, los gobiernos, a todos los niveles, señalan como sus preocupación principales a esas precisamente, particularmente lo de combatir la pobreza, lo hizo Salinas, lo hizo Zedillo, lo hizo Fox. Resultado: según la oficina en México de la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la situación en cuanto a las condiciones de pobreza y vulnerabilidad de un gran parte de la población no han experimentado un mejoría en los últimos 18 años.
Pero además este organismo internacional coincide con algunos analistas mexicanos en lo que se refiere a la políticas asistencialistas que han llevado a cabo estos gobiernos, no para acabar con la pobreza, ni para combatirla digamos, sino para administrarla en la perspectiva de que los destinatarios de los programas constituyan una importante reserva electoral.
Calderón no se podía quedar atrás en el aspecto declarativo y en la naturaleza de sus políticas asistencialistas, pero recicladas. Ahora ha anunciado, que como resultado de un decreto de austeridad se generarán ahorros por un total de 25 mil 500 millones de pesos que servirán para financiar las promesas sociales que hizo en campaña que, según el secretario de Hacienda, tendrán un costo de 30 mil millones de dólares. Sólo como referencia, el monto para cubrir deuda es de 267 mil millones de pesos.
Particular énfasis hará esta estrategia en el Seguro Popular (con un incremento presupuestal del 56.4 por ciento), el Oportunidades energético, que consistirá en subsidios para gas y electricidad de los sectores más pobres, seguro médico para todos los niños y el programa Proarbol, principalmente.
El planteamiento de Calderón, al igual que los sus tres antecesores, tiene la característica de perfilarse para ser asistencialista, es decir, no combate la pobreza (ya ni hablamos de eliminarla en buena medida) sino que la administra, para efectos funcionales en las épocas electorales.
Reiteramos, se sabía que no había grandes márgenes de maniobra, pero existía la expectativa para ver que planteaba sobre el aspecto social y del empleo. Los reducidos márgenes obligaban a todos, pero, como siempre, la visión financista prevaleció.
En los Criterios se plantea que el mayor nivel de crecimiento permitirá una reducción sostenida de la pobreza y de las desigualdades, lo cual resulta sorprendente, por decir lo menos, ya que, para empezar, ¿cuál mayor nivel de crecimiento, si se va a crecer menos este año? Para ganarle la guerra a la pobreza y la desigualdad, se requieren ritmos mayores de crecimiento; además, hay que hacer énfasis en ello, cambiar el perfil distributivo de la economía, porque con el crecimiento simplemente no basta, como se viene observando últimamente en la economía mundial.
josemedinajuarez@yahoo.com.mx
