Durango

Por Dios que nunca hubiera salido de México: Fermín

Viajó a Estados Unidos solamente para perder a sus padres

Colaboración especial

Mis padres son de Mexico, y sus amigos, compañeros de trabajo, y cualquier familiar que tengan en los Estados Unidos, se categorizan como inmigrantes. Esto a mí me ha inspirado escribir las historias de personas que, siendo hispanas, radican en Estados Unidos y desean ser escuchadas.

Cuando mis padres se reunían con sus amigos, platicaban sobre sus desfortunas, y malpasadas al cruzar la frontera. Siempre recordaban las personas que no eran de mucha ayuda, y que solamente abusaban de ellos. Al ver la oportunidad les pedí si me contaban todos los hechos. Más rápido que un relámpago, todos se formaron para cada uno tomar su turno y contar lo que han tenido que soportar.

Hoy sólo cuento una de estas historias: Fermín de Soto Álvarez fue mi primera víctima; él cuenta que no se acuerda haber cruzado la frontera pues era muy joven.

Sólo recuerda que hacía mucho calor y el tenía mucha sed, y estaba cansado. Él no maldice a nadie, sólo que su país tiene demasiada gente y su familia tuvo que salir de su hogar para encontrar el sustento.

Él empezó a trabajar desde los 14 años; por comenzar tan joven, no le fue permitido terminar su secundaria. Dice: ?Si hay algo que cambiaría, sería regresar a la escuela, y hace una reflexión: ?Por favor, termina tu educación y luego haces lo que quieras?.

Sólo nos dimos una mirada y él continuó con su historia. Al tener 14 años, trabajaba al lado de su papá en los jardines o trabajos que eran para bajar la moral de cualquier persona.

Varios años pasaron, al cumplir 21; ?bien me acuerdo que había veces que me iba solo a la piedra, y llegaban los contratistas que se llevaban a dos tres personas, regresaban en la tarde, y el señor les decía ?ten el dinero?, y cuando se iban a acercar, el contratista huía, se iba quemando llanta?, dice Fermin, ?pero yo me burlaba diciendo que jamás me va a pasar eso. Bueno, tal fue mi sorpresa, me hicieron trabajar casi 12 horas sin parar, llegué a mi destino y no hubo paga?, suspirando profundo comenta Fermín.

A mí me tomó por sorpresa cuando me contó lo siguiente. Empieza a platicar Fermín: ?Llegué a una tienda donde cada ocho días compraba algo de mandado a mi mamacita querida; para esto, mi padre se volvió un borracho y yo el único sostén de la casa que era un solo cuarto para una persona. Salieron unos sujetos de la esquina y me empezaron a empujar, luego me dieron golpes, cuando se iban, me escupieron la cara. En ese momento me dije a mí mismo: y eso que dicen que esta tierra es la tierra prometida. Me quedé sin cheque, sin mandado, pero bien golpeado?. Sólo esbozó media sonrisa cuando acabó de contar su historia.

Su vida empezó a empeorar, su madre se enfermó de gravedad y no tuvieron los recursos necesarios para lograr que ella fuera con un doctor y surtir algunas recetas. Esto les fue impidió darle tratamiento y a los pocos meses que murió su mamá, su padre también falleció.

Al llegar a este punto, Fermín está a punto de llorar pero continúa y dice que le han intentado hacer cosas que sólo imaginó que le pudieran pasar a una mujer; ?me han tratado peor que a un perro, me han hecho trabajar como un animal para sólo tirarme a una banqueta sin darme las gracias; soy de México, pero nadie merece ese trato, menos un ser humano. En mi corazón jamás, escúchame bien, jamás debí haber cruzado la frontera pues todo lo que logré fue perder a mis padres y mi dignidad?.

Cada persona tiene su historia y no todas van a ser un cuento de hadas, no todas tendrán un final feliz.

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