EFE
LOS ÁNGELES, CALIFORNIA.- El actor británico de origen español Alfred Molina tiene por costumbre persignarse, tradición que ha seguido "por si acaso" tras su trabajo en el polémico filme El Código Da Vinci.
"Soy católico por conveniencia, porque la escuela católica era la mejor del barrio", declaró en conferencia telefónica este actor nacido en Londres, de padre español y madre italiana.
Por eso, siempre que va a una iglesia "para admirar la arquitectura" se persigna.
"Por si acaso. Tengo esa vocecilla en la cabeza que me dice ?por si acaso?", admite de buen talante.
En su último trabajo, Molina -que hoy cumple 53 años- se viste de obispo católico, miembro del Opus Dei, para interpretar a Aringarosa en El Código Da Vinci.
Basado en la novela del mismo título, del escritor Dan Brown, el filme ha cosechado por igual críticos y seguidores de una historia de suspense que pone en duda algunos de los pilares de la Iglesia Católica.
Los primeros han censurado la cinta por ser una mala película, por sus ataques a la Iglesia o por utilizar el personaje de un albino como el villano de la historia.
Los segundos se han dejado en la taquilla 224 millones de dólares en tres días, el mayor estreno en Estados Unidos en lo que va de año.
"Todos tienen derecho a opinar", afirma este intérprete bilingüe que se dio a conocer en el cine con Raiders of The Lost Ark, de 1981.
Su personaje Aringarosa es también uno de los "malos" de la película, un rol que, como reconoce Molina, le hubiera sido fácil interpretar como a alguien "demoniaco".
"Pero eso sería un cliché, algo demasiado fácil", comenta sobre un papel que, tanto en su mente como en el guión, representa a un hombre con ideales muy marcados pero también con grandes debilidades.
A Molina le gusta dar aire de humanidad a todos sus personajes para huir del estereotipo. Y lo ha intentado durante toda su carrera.
Dada su constitución -1,88 metros de estatura y tez morena- el actor aprendió pronto que los papeles de galán no se agolparían en su puerta.
Por eso, a lo largo de estos años ha hecho de ruso en Letter to Brezhnev; de británico barriobajero en Prick Up Your Ears; del pintor mexicano Diego Rivera en Frida o del mutante Dr. Octopus en Spider-Man 2.
Esta es la primera vez que interpreta a un miembro de la Iglesia y su preparación para ello ha sido profunda y detallista.
"Lo primero que le dije a mi mujer es que no podríamos seguir haciendo el amor", bromea.
Más en serio, comenta que basó su trabajo en fotos de obispos y monseñores, se fijó en los detalles, como la ausencia de bigote o barba en sus rostros, "siempre muy bien afeitados", o en la caída impecable de sus sotanas.
"Son materiales delicadísimos, hechos a mano, que me hicieron disfrutar del papel", añade respecto a una túnica confeccionada por los mismos sastres que trabajan para el Vaticano.
"Por si acaso", o por su talante bonachón, Molina prefiere no entrar en polémica y evita cualquier intento de hablar de las protestas de grupos cristianos contra el contenido del filme.
Subraya que El Código Da Vinci es un trabajo de ficción "de los buenos", donde tanto el libro como la película te ofrecen información para "encender" la imaginación y hacerte pensar si es posible la idea que te plantean.
"Pero Dan Brown nunca ha dicho que fuera cierto", añade.
Para cuando le ofrecieron este papel, Molina ya se había leído el libro llevado por la misma curiosidad de todos los que han hecho de esta obra un éxito que ha vendido más de 60 millones de ejemplares.
"Lo primero que pensé es que Brown se estaba haciendo de oro. Y que de ahí saldría una buena película", resume.
Eso sí, en el filme que él se imaginó, Molina hacía de Robert Langdon, papel que interpreta Tom Hanks.
Tiene éxito en Polonia
La película El Código da Vinci, de Ron Howard y basada en la novela homónima de Dan Brown, logró un gran éxito de público en el primer fin de semana de exhibición en Polonia, donde fue vista por más de 341,000 espectadores.
De nada sirvieron las opiniones negativas que cosechó el filme en el festival cine de Cannes y los llamamientos de algunas figuras de la Iglesia polaca que instaron a boicotear la proyección, ya que en los dos primeros días de exhibición las taquillas de los cines donde se proyecta recaudaron 5,5 millones de zlotys (cerca de 1.5 millón de euros).
Se trata del mejor inicio de explotación comercial de una película para adultos en Polonia, que ha superado las marcas anteriores establecidas por "La Pasión", de Mel Gibson, que consiguió 336.000 espectadores en dos días, y A Fuego y Espada, de Jerzy Hofman, con 335.000 espectadores.