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Preámbulos senatoriales/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

El senador Diego Fernández de Cevallos fue mojado y zarandeado por una turba insolente a su llegada al Senado, donde ayer al mediodía sería aprobada la reforma a la Ley de Radio y Televisión y a la de Telecomunicaciones. La agresión pueril y peligrosa fue equiparada por el presidente de la Mesa Directiva. Enrique Jackson, a la reconvención que por sus ideas se lanzó el lunes desde el Ajusco a sus compañeros Manuel Bartlett, Javier Corral y César Raúl Ojeda, por oponerse a tal reforma. Fue un mensaje intimidatorio, reconoció el ex preprecandidato presidencial sinaloense, quien reivindicó para los miembros de esa Cámara el derecho de pensar lo que quieran y decirlo.

Era patente la tensión dentro y fuera de la Cámara de Senadores. Aunque el recinto estaba protegido por pelotones de la Policía Federal Preventiva, el presidente Jackson reprochó al Gobierno de la ciudad su omisión en asegurar el acceso de los legisladores, que se estableció como causa de la demora de la crucial sesión donde se aprobaría nueva legislación en materia de comunicación electrónica. Muy pocas veces una reforma había sido tan impugnada desde miradores tan diversos, y tan desatendido el cuestionamiento. No parecía que hiciera mella en el aparato que se disponía a aprobar las enmiendas y adiciones el que, además de la Cofetel, la Cofeco, el IFE que señalaron fallas de la propuesta, rechazaran su inminente aprobación otros organismos públicos, como el Instituto Mexicano de la Radio, el canal Once y Radio Educación, los tres dependientes del Gobierno Federal. Ni siquiera tal insólita toma de posición hizo reflexionar a los legisladores panistas de la mayoría, que al menos tuvieron que preguntarse por qué esas oficinas del Gobierno foxista adoptaban tal actitud.

Dicho sea de paso, sus directores Dolores Béistegui, Lidia Camacho y Julio Di Bella mostraron un sentido de responsabilidad que debe ser reconocido.

El acontecimiento que más importaba en la sesión de ayer fue abordado ya entrada la tarde, por el retraso inicial de la sesión y porque los jefes del Senado decidieron hacerlo preceder de una gran cantidad de asuntos de variada índole, seguramente para restarle solemnidad y acaso para fatigar con la espera a los opositores, los que se expresaban en la calle o quienes desde sus curules se aprestaban a debatirlo. Como reflejo de esa tardanza, en estas líneas nos ocupamos sólo de algunos preámbulos del tema principal, que obligadamente requerirá ser abordado después.

Dos mujeres fueron figuras centrales en la prolongada etapa previa a la discusión de las leyes de telecomunicaciones y de radio y televisión. Una de ellas probablemente votó en San Lázaro, el primero de diciembre pasado, a favor de esa reforma, como lo hicieron los miembros de su bancada, la del PRD Se trata de Diana Bernal (cuyo nombre civil es más extenso: Diana Rosalía Bernal Ladrón de Guevara). Hace poco pidió licencia en la Cámara, a la que llegó al triunfar en el vigésimo distrito del Distrito Federal, postulada por el Partido de la Revolución Democrática. Ayer rindió protesta como magistrada de sala regional del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa. Ello significa en dos sentidos una vuelta al origen, no sólo porque la ex diputada retorna a la actividad jurisdiccional, sino a la casa en que comenzó sus tareas profesionales.

Diana Bernal, que se formó como abogada en la Universidad Iberoamericana, fue en el comienzo de los ochenta directora de publicaciones del Tribunal Fiscal de la Federación, como antes se llamó el órgano al que ahora vuelve como magistrada. Luego realizó una carrera de quince años en la Administración de justicia, donde fue secretaria de estudio y cuenta en la Suprema Corte, jueza en materia administrativa, y magistrada en dos tribunales, uno encargado de esa materia también y otro dedicado a asuntos laborales.

En 1997 su vida dio un vuelco a cuya conclusión parece haber llegado. Entonces fue designada por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, elegido jefe de Gobierno la primera vez desde 1928 en que la ciudad escogió a sus gobernantes, delegada en Tláhuac. Tres años después de terminada esa función fue elegida diputada a la LIX legislatura, en que se desempeñó como secretaria de la Comisión de hacienda, y en ese tema fue una especie de vocera de su fracción en contrastante estilo con el de Dolores Padierna, quien también lo fue hasta que en marzo de 2004 padeció el infortunio político de su marido, que ha sido el suyo propio.

La senadora Silvia Hernández fue la otra figura femenina en los preámbulos de la sesión de ayer. Pidió licencia para ausentarse de su curul a partir de mañana.

Legisladora aplicada como siempre ha sido, cumplidora de sus deberes, no se ausentó sin presentar un informe de las actividades de la Comisión de relaciones exteriores (América del norte) que encabezó hasta ayer mismo. Asimismo, presentó una postrera iniciativa de reforma constitucional, relativa al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

La senadora Hernández deja de serlo en un inusual giro de una carrera parlamentaria, comprensible en su caso. No dejó su curul en Xicoténcatl para trocarla por una en san Lázaro, como varios de sus compañeros de bancada, que cosechan el primer fruto de su apoyo a la reforma Televisa-TV Azteca. Senadora tres veces, y una más diputada federal, ahora se propone ser legisladora local. Hace seis años perdió la elección senatorial y ahora quiere recomenzar, desde el principio.

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