EL PAÍS
Washington, EU.- El 27 de mayo de 2004, Claudia Mitchell, una universitaria de 23 años, daba un paseo en moto con su amigo Nick en Arkansas. En una curva, Nick perdió el control. El golpe fue tremendo: él pasó varias semanas en coma; ella perdió el brazo izquierdo, seccionado por una barrera metálica.
Ayer, en Washington, Claudia Mitchell saludó con ese brazo, que movía a voluntad, igual que la mano y que representa una investigación de cuatro millones de dólares. Claudia es la primera mujer biónica, y comparte con otros tres hombres la tecnología del Instituto de Rehabilitación de Chicago.
Mitchell se enteró por una revista de la historia de Jesse Sullivan, un hombre que había perdido los dos brazos en una torre de electricidad y con el que el Instituto estaba experimentando para desarrollar prótesis cuyos movimientos pudieran responder a impulsos y órdenes emitidas desde el cerebro.
La joven se puso en contacto con el doctor Todd Kuiken, jefe del proyecto, que se hizo cargo de su caso. Hace un año fue operada y recibió un implante más avanzado que los de Sullivan. Ayer, la joven -con Sullivan a su lado- explicó delante de las cámaras que puede pensar algo así como ‘voy a cerrar mi mano izquierda’, e inmediatamente su mano artificial, recubierta por una funda que imita el color de la piel, se cierra. “Puedo abrir un frasco, puedo pelar un plátano. Puedo llevar una bandeja”. La vida es más fácil ahora para Claudia Mitchell, “sobre todo en la cocina”.
La clave de esta investigación, financiada en buena parte por el Instituto Nacional de la Salud, es una técnica llamada “reinervación muscular”. Se trata, según las explicaciones del doctor Kuiken, de sustituir o “redireccionar” las cuatro terminaciones nerviosas del omóplato que antes del accidente enviaban señales a los músculos del brazo y colocarlas en el pecho. Esas terminaciones se conectan con los músculos pectorales.