Nuevamente atruenan el espacio, ubicos, escuchables o visibles por doquier, los mensajes publicitarios de la Presidencia de la República. En el peor estilo del culto a la personalidad, propio de los sistemas autoritarios en donde todo bien se atribuye al gobernante principal, oímos un anuncio del Instituto Mexicano del Seguro Social: el padre pide a los hijos que levanten, usa esa palabra precisamente, el cochinero (y no se refiere al proceso electoral en curso, sino al desorden hogareño). Es que recogerá, dada de alta, a su esposa, quien al ver su casa rechinando de limpia desea ser operada más frecuentemente. El anuncio cierra atribuyendo al presidente Fox el número de personas dadas de alta en el IMSS, función que es normal en un organismo que ofrece servicios de salud.
En otro de los avisos en boga, muy profusamente difundido, se nos dice, acaso para combatir la impaciencia de quienes cuentan los días que faltan para que concluya el sexenio (hoy restan sólo 115 días), que el presidente trabajará hasta el último día de su mandato: ¡faltaba más que bajara la ventanilla antes de la hora de cierre! Y así se multiplica la propaganda presidencial, silenciada cuarenta días antes de la elección, conforme al acuerdo de neutralidad. Antes, el presidente se las había ingeniado para eludir disposiciones de la Suprema Corte, emitidas a petición de la Cámara de Diputados, orientadas a impedir que el presidente hiciera campaña paralela a favor del candidato de su partido. Se le obligó a que no cerrara sus mensajes mencionando la continuidad necesaria para el buen Gobierno, pero después de la orden judicial siguieron haciéndolo las dependencias del Ejecutivo.
En su libro, Las manos sucias del PAN. Historia de un atraco multimillonario a los más pobres, publicado por Planeta, el reportero José Reveles dedica un capítulo a “Vicente Spots”, es decir al gasto presidencial en propaganda durante los primeros meses de este año:
“En el mes de enero desde Los Pinos se pagaron ocho mil 484 spots publicitarios para ensalzar la imagen presidencial y la obra de Gobierno, así como para enviar mensajes de que lo que más conviene al país es que haya continuidad de esos supuestos logros.
“En febrero, mes del acuerdo para la neutralidad, fueron 77 mil 803 promocionales: los de enero multiplicados nueve meses.
“Para marzo se contabilizaron 51 mil 657.
“Pero ya para abril se había desatado la propaganda presidencial sin embozo alguno, para tratar de que el panista Felipe Calderón remontara la desventaja en que se ubicaba frente al candidato de la coalición Por el Bien de Todos... que era de diez puntos porcentuales.
“Los promocionales de la Presidencia de la República llegaron en abril a 156 mil 117 (superando por más de 18 veces los de enero).
“Mayo, en solamente 19 días, rebasaba el mes de abril con 162 mil 314”.
En sentido estricto esos mensajes no “se pagaron” como afirma la primera línea de la cita anterior. No fueron gratuitos, pero no implicaron el ejercicio de gasto público, aunque sí el empleo de recursos fiscales.
Desde octubre de 2002, cuando concedió nuevos privilegios a los principales concesionarios de medios electrónicos (las dos televisoras de señal abierta, específicamente), el Ejecutivo se benefició con montos crecientes de los tiempos oficiales (los legales y los de carácter fiscal). Con cargo a esos tiempos se emitieron los mensajes enumerados por Reveles.
En otra perspectiva –a base de comparaciones, que la dota de mayor significado-, el diario Reforma recogió de informes de la secretaría de Hacienda la magnitud de la presencia publicitaria de la casa presidencial: Del tiempo fiscal en televisión (es decir, el que los concesionarios ponen a disposición del Estado como pago en especie de un impuesto especial que data de 1968) al Ejecutivo correspondió el 16.76 por ciento del total, más de dos puntos por encima del porcentaje ejercido por el Instituto Federal Electoral, que en el primer semestre de 2006 tenía prioridad en el uso de ese tiempo para promover la participación electoral.
Los números relativos son poco elocuentes. Pero los absolutos expresan la magnitud de la campaña presidencial: mientras que el IFE empleó de enero a junio tres mil 324 horas (equivalentes a 130 días enteros) en la difusión de sus mensajes institucionales, la Presidencia usó cuatro mil 082 horas (170 días).
Aparte la cuantía, el Ejecutivo contó también con la ventaja de mejores horarios, donde sus mensajes fueran recibidos por auditorios abundantes (Reforma, tres de agosto).
(La información incluye porcentajes de los otros usuarios del tiempo fiscal en televisión: La Cámara de Diputados dispuso del 14.21 por ciento y la de Senadores, 11.31 por ciento. Si emitieran publicidad comercial, ambos órganos del Congreso podrían ser denunciados por engañosos, ya que se ostentan como autores de cambio social cuando lo más que hicieron, si lo hicieron, fue aprobar leyes que serán éstas uno de los factores que propicien el cambio social aludido).
Además de su aparato publicitario, Fox cuenta consigo mismo para ocupar espacios en los medios. Poco antes del dos de julio se impuso un silencio que rompió apenas transcurrida la jornada electoral. Ha vuelto al combate, arrojando combustible al fuego de la crispación. En vez de intentar que los ánimos se apacigüen, fomenta las querellas, participa en las escaramuzas, desde que llamó renegados a los que no piensan como él hasta asegurar que su sucesor, el que él quiere, “lo va a hacer muy bien”.