?Aquí el que manda soy yo, ¿no se han dado cuenta que soy la persona más importante en este País? Nadie está arriba de mí, nadie puede dañar mi imagen, ni cuestionar mi autoridad. Tengo todo el poder y todos habrán de rendirme cuentas.
?Hay quienes no están de acuerdo con lo que hago y tratan de desprestigiarme por medio de algunas campañas. Nunca lo han logrado, pues inmediatamente callo sus voces. Fue muy difícil llegar a donde estoy. Tuve que soportar muchas humillaciones, tuve que renunciar a mis principios y olvidar lo que significa la honradez y la decencia. Pero el sacrificio ha valido la pena, pues ahora la vida me ha otorgado la oportunidad de ser el mexicano más respetado, de ser adulado por miles de personas y de tener todo cuanto había soñado.
?La Ley dice que en nuestro País deben existir tres Poderes, pero siendo realistas, sólo hay uno: el mío. Yo manejo a mi antojo a la Cámara de Diputados y Senadores; las autoridades judiciales no se atreven a mover un dedo hasta recibir mis órdenes; los Gobernadores son sólo unos representantes de mis intereses y si hacen algo fuera de lo establecido, inmediatamente tienen que renunciar a su cargo por motivos de salud.
?Mi poder está asegurado por mucho tiempo, pues yo mismo voy a escoger a mi sucesor. Hay personas que se preguntan por qué tengo tanta autoridad, por qué soy alguien intocable, por qué todos deben de hacer lo que yo ordeno, la respuesta es muy sencilla: porque soy el Presidente de la República?.
Los mexicanos vivimos durante mucho tiempo atados a un sistema paternalista, en el que la máxima figura era la del Presidente. Ahora las cosas han cambiado. Existen más alternativas políticas y el pueblo de México está optando por ellas, al grado que ahora estamos divididos. Los priistas se pelean con los panistas; los panistas con los perredistas; todos contra todos y todos contra México.
Mucho criticamos a Vicente Fox por su debilidad y no nos faltó razón. Distintos problemas crecieron a niveles alarmantes por no haber actuado a tiempo con firmeza y determinación. Sin embargo, debemos reconocer que se apegó a las prácticas democráticas y respetó como debía la división de poderes.
Es cierto que en pasado sexenio conocimos lo que significa la ingobernabilidad. Y por eso exigimos ahora al Presidente Calderón mano firme para solucionar los principales problemas de México. Sin embargo, esa mano dura nada tiene que ver con la actitud que asumían mandatarios como Salinas de Gortari y Luis Echeverría.
Grandes errores se cometieron durante la época del presidencialismo. La voz de los mexicanos fue callada a base de limosnas y de acciones represivas; al pueblo se le arrebató el derecho de elegir a los gobernantes más capacitados para cumplir con sus demandas; el Congreso de la Unión no era más que una enorme farsa montada por actores cuyo único papel era el de cumplir sin reservas los deseos y órdenes del Presidente de la República.
Queremos firmeza y gobernabilidad, pero no que regresen los tiempos del presidencialismo. Actualmente la situación en nuestro país es muy difícil. La democracia no ha dado los frutos que esperábamos las reformas que tanto urgen al país no existen por la discordia reinante entre los diversos partidos en el Congreso de la Unión. A pesar de todo, no podemos dar marcha atrás y volver a tiempos que tanto nos avergüenzan.
Actualmente vivimos todavía en un periodo de transición, y como en todo tiempo de cambio, tenemos que enfrentarnos a incontables obstáculos. Seamos capaces de crear nuevas soluciones para nuestros problemas sociales, sin buscar en lo pasado la solución para nuestro futuro.
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