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Primos hermanos

Jorge Zepeda Patterson

Para muchos simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador procedentes de la izquierda comienza a ser preocupante el creciente arribo de priistas al círculo de poder en torno al candidato. La incorporación esta semana de Alfonso Durazo, ex secretario particular de Colosio, es la más reciente en una larga lista de personajes del “antiguo régimen”, encabezada por Manuel Camacho, Porfirio Muñoz Ledo, Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard, Leonel Cota Montaño, Federico Arreola, entre otros muchos. Es un grupo que ha tomado buena parte del control del proceso de campaña, aunque sólo algunos de ellos lo hacen de manera oficial.

Alguien podría decir que Durazo llega a los brazos de López Obrador luego de pasar por la oficina de Vicente Fox, con lo cual habría lavado su pasado priista. Pero en realidad, en Los Pinos siempre fue considerado como un foráneo, un refuerzo momentáneo, un americanista en las filas del rebaño sagrado. En cambio, su integración a las huestes de “El Peje”, es una especie de regreso a casa, una repatriación al terruño.

Lo cierto es que el “cuarto de guerra” del campamento perredista se ha llenado de generales procedentes de los cuarteles de su rival. Si la personalidad de López Obrador no fuese tan dominante, alguien podría decir, incluso, que los priistas han terminado por secuestrar la opción electoral de la izquierda; de esta izquierda.

Siguiendo ese argumento podría afirmarse que lo que comenzó siendo un partido fundado por la fusión de la vieja militancia comunista y socialista con algunos pocos tránsfugas del PRI (encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas), terminó cooptado por las recientes oleadas de priistas desalojados del poder por Madrazo. Heberto Castillo en su tumba y Cuauhtémoc Cárdenas en su “autoexilio” deben vivir horas angustiantes ante esta invasión de enemigos del pasado perredista.

Y sin embargo, cuesta trabajo imaginarse al tabasqueño como un pelele manipulable por alguno de los personajes recién llegados. Para empezar, porque todos ellos no proceden de una misma fracción priista. Por el contrario, algunos fueron rivales entre sí en su anterior vida. Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Camacho o Federico Arreola probablemente se siguen profesando el mismo rencor ahora que antes. López Obrador es el eje articulador entre todos ellos, lo cual le proporciona un papel estratégico a su liderazgo.

En ese sentido, la pregunta que habría que hacerse es ¿quién está utilizando a quién? ¿Por qué López Obrador ha abrevado tan profusamente entre los priistas inconformes para engrosar su equipo de trabajo? ¿Son en verdad necesarios? La respuesta probablemente es afirmativa en este momento, por varias razones.

Primero, porque las bases del PRD son muy precarias en una gran porción del país. López Obrador carece de operadores importantes en la mayor parte de las entidades. En muchos estados del norte los cuadros del partido no sólo son escasos sino, con frecuencia, de bajísimo nivel. Las posibilidades de establecer negociaciones con actores sociales importantes para movilizar el voto en esas regiones son nulas. Son los Camachos y Durazos los que tienen el acceso a los notables (empresarios, rectores, intelectuales, clase política) de cada región para poner en marcha las alianzas que requiere una campaña verdaderamente nacional.

Segundo, López Obrador ganó la jefatura del Distrito Federal en 2000 gracias al apoyo de varias organizaciones de izquierda con bases social, entre las que destacan, con mucho, las controladas por René Bejarano y Dolores Padierna. Venció a Creel apenas por poco más de un punto porcentual, lo cual permite apreciar el peso decisivo que tuvieron estas redes políticas. Pero los videos de Carlos Ahumada que exhibieron a Bejarano y el encarcelamiento de este último, obligaron a tomar distancia de estas “tribus”, dejando un importante hueco en términos de movilización de base social. En ese sentido la incorporación de operadores priistas habría sido percibida como la manera más rápida y eficiente de subsanar este déficit. Los priistas podrán tener muchos defectos, pero nadie puede negar que sean los maestros del oficio.

Tercero, el crecimiento masivo del PRD es un fenómeno que data de los últimos cinco años. Cuando asumió la jefatura del Distrito Federal, López Obrador pudo armar un equipo más o menos eficiente a partir de cuadros internos y algunos pocos refuerzos externos. Pero el reto nacional desborda con mucho a los cuadros perredistas. Hay un enorme déficit en materia de experiencia de Gobierno.

Cuarto, al apoyarse en connotados priistas de manera discrecional, López Obrador obtiene aún mayor autonomía frente su partido. En realidad “El Peje” ya controla el PRD, entre otras razones porque logró colocar a Leonel Cota en la presidencia en detrimento de Jesús Ortega, candidato interno que tenía el apoyo de Cárdenas. Pero la incorporación de aliados personales (no partidistas, no institucionales), amplía su base de poder, a la manera en que lo hizo el foxismo frente al PAN en 2000.

Así pues, habría razones de cálculo político para explicar esta invasión de ex priistas al cuartel de López Obrador. Pero también habría riesgos evidentes. Desde luego hay un costo por la desconfianza que generan en la opinión pública estos lobos disfrazados. Aunque tampoco parece ser un costo excesivo si consideramos que Marcelo Ebrard encabeza con amplio margen las encuestas de intención de voto para gobernar el Distrito Federal.

Los mayores riesgos tienen que ver con las inercias de autoritarismo, corrupción y vicios políticos que necesariamente estos cuadros habrán de incorporar en las maneras de hacer de “los pejistas”. Resulta muy poco probable esperar un “rayo de esperanza” de parte de esta constelación de emisarios del pasado. Ya en una ocasión López Obrador terminó siendo víctima de videos filmados a su operador político. El candidato cree que tiene bajo control a esta “legión de extranjeros”, pero uno de ellos ya lo metió en problemas al reunirse con Kamel Nacif. López Obrador ha invocado peligrosos vientos para ganar las elecciones; tarde o temprano cosechará tempestades.

(jzepeda52@aol.com)

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