Las personas que jamás han tenido contacto con los países socialistas, o populistas, no tienen ni la más mínima idea de las ventajas de vivir en un sistema democrático de libertad. Recuerdo la vez que visité China, cuando no estaba abierta al exterior, como lo está hoy en día, una de las cosas que me impresionaron fue que al bajar las escalerillas del avión a cada pasajero, al pisar tierra, un guardia le tomaba una fotografía; cosa que no sucedía en otros países y que a uno le parecía atemorizante por lo extraño de esa conducta. Lo mismo que al pasar por la aduana, igual que en los países tras de la cortina de hierro, tenía uno que declarar hasta los aretes que llevaba uno puesto. Le daban a uno una lista con artículos muy personales y tenía uno que poner la cantidad de objetos que llevaba encima y en la maleta, por ejemplo: tantos aretes, el reloj, tantos anillos, pulseras, brasieres, pantaletas, pantalones, blusas, camisas, etc., y del dinero ni se diga; tenía uno que declarar hasta la moneda suelta. A un compañero de viaje de un Estado del Sur de la República le hicieron tacto rectal para ver si no traía dólares escondidos; verídico, no crean que estoy mintiendo. Y al salir del país le revisaban a uno para saber si se llevaba las alhajas que había declarado y, naturalmente, el dinero. Para saber lo que uno había gastado para restarlo del dinero, tenía uno que guardar los tickets de compra. Los locales del país no podían hablar con uno porque los tenían vigilados.
En esos países existían los guardias de manzana que tenían que reportar todo lo que sucedía en su área y si alguien quería hacer una reunión, tenía que pedir permiso para hacerlo, aunque fuera por cumpleaños. Esto lo hacía por el temor de que las personas se juntaran para evitar que ?conspiraran contra el Gobierno?, pues el malestar por la falta de libertad y de comida, ya que tenían ?tarjeta de racionamiento?, era patente en los habitantes. Tenían miedo a los ?complós?, y por eso evitaban hablar con extranjeros.
Nada era de nadie, todo era del Gobierno, hasta la tiendita de la esquina y, naturalmente, que el desabasto era impresionante. En las boticas sólo había aspirinas, sulfas, gasas. Eran los países ?de las colas?, porque para todo hacían colas por la carencia de los artículos. Recuerdo en Budapest (una ciudad hermosísima) me acerqué a comprar un helado en un puesto y la cola era de una cuadra completa. Las calles se veían vacías de personas que pasearan o anduvieran haciendo algo. Los guías nos decían que no saliéramos del hotel para evitar que nos robaran y al llegar a la ciudad donde íbamos a pernoctar uno o dos, o tres días, nos quitaban los pasaportes, y nos los regresaban hasta el momento que abordábamos el transporte que nos llevaba de regreso, ya sea autocar o avión.
En todos esos países había mercado negro de dólares, los compraban (a escondidas) por cuatro o cinco veces más de lo que daba el banco del Gobierno, pero el cambiarlos por la moneda local era un error porque no se podía comprar nada ya que las tiendas no tenían nada. Pero, eso sí, para los turistas había cantidades inmensas de cosas finísimas que comprar en las tiendas de los hoteles (los cuales eran seleccionados por la única agencia de turismo nacional) y todo, naturalmente, para pagarse con dólares, lugares en donde los locales no podían ni tan siquiera pisar, menos comprar. Ellos lo que querían comprar eran jeans o shampoo, o medias.
Todo lo anterior, son minucias comparadas con la falta de libertad, que, yo pienso, es invaluable; lo que ahora ya está sucediendo en Venezuela, en donde Chávez ya se está perfilando como un posible gobernante ?vitalicio?, como en esos países de quienes hablo. Recuerden a Stalin, Castro, Mao, etc. Razonemos nuestro voto y hagamos una elección adecuada.