Como era de esperarse, cuando al cierre los votos mostraron un margen estrecho, la contienda presidencial, aparte de presentar visos cardíacos, iba a ser impugnada por el partido que obtuvo la minoría; no necesariamente, pero, en este caso, tratándose de quien se trata, era lógico de esperarse; pero, no a esos niveles de manifestaciones, declaraciones conminatorias, convocatorias a la violencia, etc. El ex-candidato López no tuvo la madurez política para aceptar la decisión del pueblo, decisión que manifestó pacíficamente en las urnas en el memorable domingo dos de julio, que va a pasar a la historia por sus características de democracia y transparencia.
El problema de López es que él se formó a nivel de ?porrismo? universitario, en donde el individuo cambia de camiseta según le conviene, y, además, se piensa que ?cuando se pierde, arrebata?, y cree que todavía está en esas manifestaciones de arengas, como la de ?resolución o revolución?, lo que en cualquier país es nefasto por sus probables consecuencias; a diferencia de Calderón, quien emergió de las filas del PAN desde muy joven con una cultura política diferente y con la camiseta bien puesta por convicción; de ahí que cuando salió ganador Ebrard no se impugnó su elección por tener plena confianza en las instituciones como el IFE, conformada por ciudadanos responsables y respetables.
Las primeras declaraciones de Felipe Calderón lo retratan de cuerpo entero: una persona conciliatoria preocupada por el país que va a gobernar. Ojalá y lo logre con éxito, por el bien de todos nosotros.
