Nuestro bienestar y nuestro prestigio dependen de la manera como podamos establecer nuestras relaciones con quienes estamos vinculados, y si nuestro propósito es lograr una buena forma de convivencia con todos, estamos obligados a buscar los medios adecuados para conseguirlo. Nunca deben pasarse por alto los principios éticos en los cambios de actitud que debamos hacer, pues sin ellos se edificará sobre bases débiles, inconsistentes, y el comportamiento resultante no será otra cosa que una serie de actos de hipocresía deliberada, aparentando lo que en realidad no existe.
Una conducta carente de principios éticos podrá ser muy útil al que la practique, pero sólo en forma transitoria, pues nada que esté fundado en la hipocresía será duradero, sin contar con que los resultados de ninguna manera serán constructivos.
Constantemente, en nuestra vida diaria somos testigos de hechos antisociales realizados por individuos que, convertidos en infractores de la Ley, deben ser acreedores a las sanciones previstas en los códigos correspondientes. Como medida de salud social, el Estado tiene la obligación de imponer los sistemas punitivos que las circunstancias demandan a fin de garantizar la paz pública. Existen normas de convivencia que nos son enseñadas desde pequeños y que deben respetarse. Si ?El respeto al derecho ajeno es la paz? es la norma jurídica en nuestro país, ¿qué pasa cuando no se cumple?
Se deben buscar soluciones drásticas a corto plazo para que esas transgresiones no se conviertan en conductas permanentes que perjudiquen a la sociedad en general y a un núcleo en particular.
