MUNICH. UN ACTO DE TERRORISMO
Acabamos de ver la película Munich en un cine de la localidad y nos quedamos con una sensación de desaliento. Steven Spielberg en las entrevistas dice que es un film que busca la paz, pero la conclusión es que el mundo se rige por la Ley del Talión: ?ojo por ojo, diente por diente?, lo cual es muy triste porque eso es el cuento de nunca acabar: ?me haces, te hago, me haces, te hago?, etc., así hasta el infinito.
No es culpa de Spielberg, él solamente expone (excelentemente, por cierto) una situación que se vivió a partir de 1972, cuando 11 atletas palestinos fueron plagiados y masacrados por la organización palestina ?Septiembre Negro?, y la actitud que tomaron los israelitas para vengar esas muertes; pero lo hace tan bien, que eso nos aterroriza, y la prueba está en lo que les sucedió a las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 y los ataques venideros que siempre están esperando los estadounidenses.
En esta película, los israelitas matan a los jefes de la organización ?Septiembre Negro? y a quienes fraguaron la matanza de Munich, y en su lugar los palestinos ponen nuevos dirigentes con un perfil más criminal, y así, van supliendo a los muertos y las acciones terroristas se repiten. La pregunta es: ?¿cuándo va a terminar esto??...
Lo curioso del caso es que los mahometanos matan a las personas utilizando la premisa de que es ?por mandato divino, que así lo quiere Alá?, de acuerdo a su libro sagrado el ?Corán?; entonces, si cada quien va a vivir la religión a su modo nunca va a haber un entendimiento universal. Sin embargo, aunque los mahometanos digan lo contrario, hay algo que no se puede soslayar, y éstos son los Diez Mandamientos que otorgó Dios a Moisés, de acuerdo a la Biblia, en donde uno de ellos, el 5º. es: ?No Matarás?. Recordemos que la Biblia es palabra de Dios y el Corán es palabra de Mahoma de acuerdo a los preceptos que le dio Abraham.
Vivimos en un mundo indomable, y eso sucede porque se ha perdido el ?temor de Dios?, algo que las anteriores generaciones respetaban y que ahora menosprecian. Sin embargo, aunque no lo quieran, ¡no hay de otra!... sólo el amor a Dios, -y por ende el temor-, pueden controlar nuestras conductas de agresividad y muerte.