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Francisco Cárdenas Cruz

Más que la que mañana estará vacía en el debate de cuatro candidatos presidenciales en el World Trade Center por la ausencia de Andrés Manuel López Obrador, la que ha estado así permanentemente es la que Vicente Fox debió ocupar desde el primero de diciembre de 2000 y en la que se ha sentado muy pocas veces por andar convertido en “un presidente en campaña”, actividad que si a lo largo del sexenio siempre le mereció toda su atención, en la actual campaña electoral se ha redoblado, propiciando que los problemas del país no sólo no se resuelvan, sino que se compliquen, agraven y lo lleven a mancharse las manos de sangre.

Lo ocurrido la mañana del jueves pasado en la Siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las Truchas, en donde el conflicto laboral pretendió ser resuelto con el uso de la fuerza policiaca en un frustrado desalojo de mineros que estaban en huelga -declarada ilegal por la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje-, es un ejemplo más del grado de la ineptitud gubernamental, que en vez del diálogo y la negociación recurre a una brutal represión para hacer valer, más que una decisión laboral y un presunto Estado de Derecho que ha sido el primero en ignorar, la justificación de la intromisión sindical a la que ha llegado en el caso del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana y la persecución y acoso contra su desconocido líder Napoleón Gómez Urrutia, a quien la mayoría de los 280 mil integrantes de esa organización sigue reconociendo como tal.

Ceder a exigencias de los propietarios de Sicartsa, el Grupo Villacero de los hermanos Julio, Sergio y Pablo Villareal, para que las instalaciones de la siderúrgica que estaban en poder de los mineros de la sección 271 les fueran devueltas tras el fallo laboral, precipitó el trágico desenlace de un conflicto que, como muchos -inseguridad pública y violencia-, se han multiplicado y empeorado por la sobradamente demostrada incapacidad del Ejecutivo Federal, hoy más dedicado a ser lo que ha sido a lo largo del sexenio, “un presidente en campaña”, y por la ineptitud y tozudez de su secretario del Trabajo, Francisco Javier Salazar, convertido en ariete gubernamental para golpear y entrometerse en la vida interna de los sindicatos, particularmente en el minero, que obligó a la dirigencia colegiada de la Unión Nacional de Trabajadores y a la disidencia de las organizaciones que están en el Congreso del Trabajo a descalificarlo como interlocutor con el movimiento obrero democrático, a exigir su inmediata renuncia y a organizar un paro nacional de labores de una hora para el próximo viernes en el que, entre otros, participarán electricistas y telefonistas.

Casos como los que siguen costando vidas de mineros -65 en la explosión habida el 19 de febrero pasado en Pasta de Conchos, Coahuila, cuyos restos no han sido rescatados, más los dos de Lázaro Cárdenas- y otros que se han agravado revelan que más preocupante que la que no ocupará mañana López Obrador en el debate, es que la silla presidencial que permanentemente debió ocupar Fox en estos cinco años y medio de Gobierno siga estando vacía, con el agravamiento de conflictos que debería enfrentar y resolver sin llegar a la represión.

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