La lucha por el poder diluye un tema central: ¿Por qué se lucha? Si pensamos positivo, debemos concluir que se lucha por un proyecto de nación, por tener la oportunidad de dirigir al país hacia un mejor futuro.
Eso nos lleva a preguntarnos con qué se va a encontrar el próximo presidente de México, una vez que se le entreguen las llaves del Gobierno Federal.
¿Qué heredará? ¿Descubrirá que en las dependencias públicas se han desarrollado planes y programas que responden a las necesidades de la población? ¿Verá con entusiasmo que las oficinas gubernamentales han desarrollado recursos humanos calificados y expertos para impulsar cada área de Gobierno? ¿Conocerá que se han creado sistemas administrativos orientados a la eficiencia, eficacia y honestidad?
Me temo que no. Muchas de las dependencias del Ejecutivo, lejos de estar trabajando para el país, trabajan sólo para el Gobierno. ¿A qué me refiero? Se supone que el Gobierno trabaja para solucionar problemas de fondo. Para educar a las niñas y niños, para ofrecer seguridad pública, para bajar la morbilidad e impulsar la salud de los mexicanos, para dotar al territorio de infraestructura, para garantizar el abasto de agua potable, para impulsar la producción, para proteger y mejorar el medio ambiente, entre muchos fines más.
Pero en los últimos años se ha venido creando una maraña de solicitudes de información que han obligado a las dependencias públicas a voltear la mirada al Gobierno mismo y distraer su atención de la sociedad.
Echemos un vistazo: Cualquier dependencia de Gobierno debe dedicar un importante esfuerzo y tiempo a resolver miles de solicitudes de información del IFAI (Instituto Federal de Acceso a la Información Pública). Muchas de las consultas son relevantes, pero otras son, literalmente, solicitudes de estudiantes que le trasladan a las dependencias el esfuerzo de investigación para realizar sus tesis profesionales.
Otros requerimientos permanentes de información parten de sus órganos de control internos o contralorías, así como de la Secretaría de la Función Pública, que les solicitan a las dependencias reportes de cumplimiento de observaciones pendientes, de atención ciudadana, control de gestión, auditoría gubernamental, evaluación de sistemas y tecnología de informática, entre otros.
Paralelamente, deben contestar todas las demandas de información y reportes que exige la Auditoría Superior de la Federación, los Auditores Externos y las distintas comisiones del Congreso de la Unión. A lo anterior, se suma el cúmulo de formatos que exige regularmente Presidencia de la República, por ejemplo los programas de buen Gobierno, transparencia y agenda presidencial.
¿Piensa usted que con todo lo anterior queda mucho tiempo para dedicarse a actividades sustantivas? Pues, alármese, porque aún no hemos terminado.
El cerro de documentos exigidos hasta el momento es complementado con el Sistema Integral de Información, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que pide a las dependencias federales un enorme cúmulo de información, así como los reportes de planeación nacional de desarrollo y comisión de gasto-financiamiento.
A lo anterior hay que sumar la demanda de información de los propios medios de comunicación, en especial la prensa.
Si a usted ya le está siendo pesado leer esto, ahora imagínese la monserga y pesadumbre para los servidores públicos, de cumplir religiosamente, día con día, con esta impresionante demanda de información, al tiempo de tratar de dedicarse a trabajar en las materias sustantivas de su responsabilidad.
Según cálculos recientes, las dependencias federales ocupan el sesenta por ciento de su tiempo a trabajar para el propio Gobierno y solamente cuarenta por ciento para la sociedad. Esto a todas luces es un mal negocio para el ciudadano. O usted, ¿qué piensa?
