¿Cómo mitigar la pobreza?, ¿Cómo combatir el rezago social?, ¿Cómo invertir más en Educación?.....Quizás usted se le ocurran algunas soluciones, pero la más efectiva es ayudando a generar riqueza, no regalando dinero si no ni son o entregando subsidios; sino a través de la generación de empleos. Es decir con trabajo.
Y aquí es importante decir que cuando nuestros gobernantes se comprometen o peor aún, anuncian que en su gestión gubernamental ellos generaron cientos de empleos; déjeme decirse que eso es ?saludar con sombrero ajeno?. Un Gobierno no debe o tiene porqué generar empleos; un gobierno debe de crear las condiciones para que, la iniciativa privada; arriesgue dinero a fin de generar riqueza. A final de cuentas, el gobierno, vía impuestos; podrá sostenerse.
Los gobiernos estatales empiezan a entender que el éxito de su administración depende de su capacidad para seducir al dinero. Los empleos directos e indirectos que generan las inversiones, el efecto llamada que atrae en círculo virtuoso a nuevas compañías, la formación del capital humano y la prosperidad de largo plazo son el sueño de todo gobernador. Desgraciadamente es un anhelo compartido por los millares de administraciones locales de todo el mundo, Desde Hong Kong; Carolina del Norte, en Estados Unidos; Jalisco, Querétaro o Aguascalientes en México.
En esta especie de concurso por atraer la inversión; los estados ponen sobre la mesa sus propuestas fiscales -hasta donde es posible dado que la Federación controla una buena parte de los impuestos- capital humano, infraestructura, seguridad, clima laboral y recursos naturales (tierra y agua principalmente).
Al otro lado de una derrota en este tipo de concursos está el desperdicio del bono demográfico y la emigración de los jóvenes más dispuestos a tomar riesgos, la persistencia de la pobreza y lo que supone el mayor incentivo negativo: el descrédito político al final de una administración.
En este sentido, el estado que mejor ha hecho la tarea es el llamado ?tigre mexicano?: Aguascalientes. Que según la edición 2006 del Índice de Competitividad Estatal de México 2006 que preparó el Instituto Mexicano para la Competitividad, A.C. y la Escuela de Graduados en Administración Pública y Política Pública (EGAP) del Tecnológico de Monterrey, Campus Monterrey; con un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) promedio de 5.5%, muy por encima del nacional, un enfoque global digno de la mejor compañía multinacional y una vocación competitiva como pocos. Le ayuda que es un estado pequeño en el que una inversión repercute inmediatamente en su PIB per cápita, pero su desafío para complementar una economía agrícola con industria es un éxito que muchos estados deberían estudiar y aprender.
El estudio señalado puede usted obtenerlo en forma gratuita en: http://www.imco.org.mx/libroweb/InformeEstatal.pdf ; se trata de un estudio serio y profesional que considera los siguientes elementos de cada Estado: sistema de derecho confiable y objetivo, seguridad ciudadana, manejo sustentable del medio ambiente, sociedad incluyente (mujeres mujer y/o población minoritaria en la fuerza laboral), sociedad preparada, sociedad sana, economía dinámica y estable, sistema político estable y funcional, mercado de mano de obra eficiente, mercado de energía eficiente y mercado de capitales eficiente.
Según, el estudio, el primer lugar general en Competitividad ? considerando el promedio en todos los rubros- es el Distrito Federal, el segundo es Baja California Sur, el tercero es Nuevo León, el cuarto es Aguascalientes, el quinto es Baja California; el estado de Coahuila es el lugar número siete y el estado de Durango es el número veintiuno. Chiapas es el último lugar (32) en todos los rubros.
Quizás a usted le extrañe porqué el Distrito Federal aparece como el estado más competitivo del país; recordemos que el DF: es el heredero de los privilegios del centralismo en cuanto a infraestructura, disponibilidad de talento y concentración empresarial pero que en cuanto a crecimiento económico y generación de empleos es víctima de sus grandes males: inseguridad, tramitología, tráfico o insostenibilidad de la gestión del agua. El mayor problema del Distrito Federal es que se convirtió en una estación de paso para sus gobernantes hacia la disputa presidencial, lo que provoca inversiones cortoplacistas (en vez de resolver las filtraciones de las cañerías de agua, o seguridad, mejor obras de ?relumbrón?).
El problema, ya se dijo, es que las empresas miran en todas las direcciones de la rosa de los vientos. Sólo participando de esa carrera por la inversión podrán los gobernadores y, por qué no, presidentes municipales, entregar a sus ciudadanos una gestión exitosa.
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