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¿Quién es el líder?/Addenda

Germán Froto y Madariaga

Todos tenemos que esperar, por elemental respeto al orden jurídico, la decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para tener la certeza de quién fue el triunfador de las elecciones del domingo dos de julio pasado.

Pero entre tanto se produce esa decisión nada nos impide analizar y comentar algunos de los aspectos que se han presentado a raíz de que el Instituto Federal Electoral dio a conocer la información en el sentido de que Felipe Calderón había resultado ganador con una diferencia del .58 por ciento de votos a su favor.

Muchos sabíamos que en tal escenario y no obstante lo dicho antes de la elección, Andrés Manuel López Obrador no iba a aceptar el resultado. Pero eso no es lo que asombra, sino el hecho de recurrir a endebles argucias para tratar de probar que en el proceso para elegir presidente hubo fraude. Que haya habido irregularidades es una cosa y hablar de fraude es otra.

También asombra que critique a Calderón por erigirse en ganador y aceptar las felicitaciones de mandatarios de otros estados soberanos.

En el primer caso, para sustentar su aserto López Obrador recurrió a un video al que le quitaron el audio y en el que se veía a una persona metiendo votos en una urna.

Además de que esas prácticas difícilmente se pueden realizar en estos tiempos, era evidente que no podía ser algo ilegal si se estaba haciendo a la vista de todos los integrantes de la casilla. Pero aún más, el presunto “delincuente electoral”, integrante de la casilla 2227 instalada en Salamanca, Guanajuato, aclaró que él actuó así para reubicar boletas que fueron mal depositadas en la urna. Digamos entonces que votos que eran para diputados fueron depositados en la urna para senadores o viceversa.

El presunto responsable dio la cara y aclaró el porqué de su acto. Y no sólo eso, sino que la representante de la alianza Por el Bien de Todos, Juliana Barrón, declaró que ahí (en la casilla) no se había hecho nada ilegal y por eso ella había firmado el acta de escrutinio.

Tratando de fundamentar lo antes dicho Andrés Manuel afirmó que “hubo mucho dinero de por medio”, dando así a entender que Juliana había sido “comprada” por el PAN. Pero ella se defendió con toda dignidad afirmando: “A mí nadie me ofreció dinero, yo actué con responsabilidad, con rectitud, soy una persona honesta, nadie puede dudar de mí”.

En efecto, ningún candidato a la Presidencia por popular que éste pueda ser tiene derecho a denigrar a nadie y menos a una persona que buenamente se prestó para representarlo en la elección. Por modesta que sea toda persona tiene derecho a salvaguardar su prestigio y en contrapartida nadie debe tratar de dañarlo con simples conjeturas y presunciones.

Es explicable, pero no justificable, que quien pierde una elección quiera echar culpas de ello a otras personas; porque en esos momentos a los ojos del que compitió, todos son culpables menos él. Pero eso no puede ser justificante para denostar a otros. Es muy distinto preguntarse: “¿En qué fallamos?”, a decir: “Me fallaron. Se vendieron”.

En segundo lugar, asombra que critique el que Calderón se diga triunfador alegando que aún falta la calificación final que deberá emitir el Tribunal Electoral. A ello habría que responder que cualquier abogado se alegra de haber ganado un caso en primera instancia, aunque sepa que su contraparte va a apelar y que la primera decisión puede ser revocada. ¿Qué acaso López Obrador no se declaró triunfador con simples encuestas de salida que él mismo mandó hacer la noche del dos de julio?

Es lamentable que Andrés Manuel pida de su adversario una conducta que él no estaría dispuesto a asumir si hubiese resultado triunfador en primera instancia. Lo dicho en otros momentos: la congruencia es un valor pocas veces visto entre los políticos.

Se queja también el ex candidato del PRD que algunos mandatarios (como Bush y Rodríguez Zapatero) hayan enviado felicitaciones a Calderón, ante lo cual uno se pregunta: ¿No le explicó alguno de sus asesores jurídicos, como Manuel Camacho por ejemplo, que en materia internacional lo usual es que ante un cambio de Gobierno los mandatarios extranjeros feliciten a quien las instancias internas consideran ganador como una forma implícita de reconocer la validez de una elección?

Camacho Solís fue, aunque un breve tiempo, secretario de Relaciones Exteriores y por tanto debe conocer muy bien lo que en materia internacional se define como el “reconocimiento de gobiernos”. Por eso, cuando se dijo que Carlos Salinas había ganado la elección de 1988, entre otros Camacho gestionó las felicitaciones de los mandatarios extranjeros para amarrar aquella cuestionada elección. Y no olvidemos que el propio Fidel Castro acudió a la toma de posesión de Salinas para que no quedara duda (por haber sido Cuauhtémoc Cárdenas el candidato opositor) que el dictador estaba de acuerdo con el resultado.

Claro que en esta ocasión, derivado de los pleitos entre Vicente Fox y Castro, difícilmente Calderón recibirá felicitaciones del comandante o de Hugo Chávez, otro de los pleitistas. Y ni falta que le van a hacer.

Por último también es motivo de asombro el que López Obrador afirme que en su lucha por impugnar el proceso electoral llegará “hasta donde la gente quiera”, porque ante tal afirmación surge la pregunta: si así va a ser, entonces ¿quién es el líder?

Desde niño aprendí que el líder es aquél en quien el grupo confía, porque lo sabe dotado de cualidades especiales que le dan la fuerza moral para que los demás se pongan casi incondicionalmente en sus manos como un verdadero guía.

Por ello los seguidores del líder hacen lo que éste les indica y no al revés.

Si Andrés Manuel sostiene que él llegará hasta donde la gente quiera, entonces no es un verdadero líder.

Pero además, es incongruente, miente y denigra en su afán de llegar al poder.

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