“El amor no tiene nada que ver con lo que estás esperando obtener; tiene que ver con lo que estás esperando dar”.
Katherine Hepburn
Todo el mundo está en busca del amor. O por lo menos así parece en un 14 de febrero como hoy. Y no sorprende. La mayor parte de la cultura popular está orientada a festejar el amor. Las películas, las canciones y los programas de televisión nos presentan el amor como si fuera el objetivo fundamental y obsesivo de la existencia. Y quizá lo es. Después de todo, en términos estrictamente evolutivos, el amor es un factor fundamental para la supervivencia de la especie. Pero si el amor es tan importante, ¿por qué tan poca gente parece encontrarlo? Quizá una de las razones, como ya lo señaló hace medio siglo Erich Fromm en El arte de amar, es que la mayoría de la gente no busca amar sino ser amada.
La diferencia es poco entendida pero muy significativa. Amar es una acción individual, un acto de entrega o de generosidad. No necesita ser aceptado para tener validez. Pero la mayoría de la gente no quiere solamente amar: busca ser correspondida. Y ahí empiezan los problemas. Para ser amado, hay que llamar la atención de quien se ama. Y hay que generar en él o ella los mismos sentimientos que uno alberga. Si amar es un acto de generosidad, pretender ser amado es un gesto de egoísmo o de imposición. Equivale a exigirle al objeto del amor que sienta lo que nosotros queremos. Fromm también establece una diferencia entre amor y enamoramiento.
Lo que usualmente llamamos amor, ese sentimiento enloquecedor que leemos en las novelas, vemos en las películas o escuchamos en las canciones, no es usualmente amor sino enamoramiento. Se trata de una atracción poderosa y con frecuencia erótica que se extingue, sin embargo, al satisfacerse. Efectivamente, no hay peor veneno para el enamoramiento que la conquista del objeto de la pasión. Por eso, los grandes amores de la literatura son casi todos frustrados. Romeo y Julieta han quedado plasmados como símbolos del amor romántico en la literatura porque su historia termina con la muerte de ambos. Si los famosos amantes de Verona hubieran sobrevivido a su destino trágico, si hubieran establecido una convivencia marital prolongada en el marco de una familia con hijos, lo más probable es que el fuego de su relación se hubiera disipado. La cotidianeidad es el peor enemigo del enamoramiento.
Según Fromm, el enamoramiento es naturalmente turbulento, erótico y de corta vida. Octavio Paz en La llama doble lo llama “nuestra ración de paraíso”. El amor, en cambio, es apacible y duradero. Si bien el erotismo puede estar presente en él, no es su contenido fundamental. Un vistazo a las parejas que nos rodean nos demostrará que el enamoramiento es bastante común, pero el amor verdadero una verdadera rareza. En nuestro México se confunde a menudo el amor con propiedad. El hombre -y en menor medida la mujer- piensa que el objeto de su amor debe obedecer a todos sus mandatos. No entiende que el amor sin libertad simplemente no es amor.
Octavio Paz lo señala con sencillez y claridad: “el amor es una apuesta, insensata, por la libertad. No la mía, la ajena”. Pero si bien es importante la libertad de las dos partes de la pareja, la de la mujer lo es de manera muy especial. Precisamente porque ha sufrido una historia de represión, de hombres que pretendían que el amor sólo podía darse con la sujeción de la mujer, su libertad es de una enorme importancia. “La emergencia del amor es inseparable de la emergencia de la mujer”, sentencia Paz. “No hay amor sin libertad femenina”. El amor y el enamoramiento nos hacen humanos. No hay sentimientos más poderosos en nuestro fuero interno. No hay definición más significativa de nuestra calidad humana.
La pasión erótica no debe nunca rechazarse o menospreciarse, como lo han hecho las buenas conciencias y muchas religiones. El propio san Agustín decía en sus años de libertino: “Señor, hazme casto, pero todavía no”. El erotismo no es sólo la fuerza que permite la multiplicación de la especie sino uno de los impulsos fundamentales de la creación artística. Es, como lo señalaba Georges Bataille, el impulso mismo de la vida. Por eso el arte está lleno de amor y de erotismo. Y por eso, a final de cuentas, ninguno otro tema llama tanto la atención de los seres humanos. Qué bueno que lo festejamos hoy, aunque sea unos momentos, en este 14 de febrero. Porque sin la fuerza vital de ambos no valdría la pena vivir.
MONTIEL
No hay duda de que Arturo Montiel se enriqueció durante los seis años en que fue gobernador del Estado de México. Él afirma que su fortuna provino de empresas privadas y no de su salario como gobernador, pero hay buenas razones para dudarlo. Sin embargo, Montiel no es el único político rico. Muchos de quienes han ocupado cargos públicos cuentan con propiedades y niveles de vida muy superiores a los que podría uno esperar de sus salarios. Por eso es tan extendida la idea entre los mexicanos de que todos los políticos son corruptos. La única vacuna posible es la transparencia. Con la poca información que tenemos sobre los ingresos de los políticos, es inevitable que la sospecha se convierta en condena.
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