Notimex
MÉXICO, DF.- Raphael sí escribe y lo hace bien, o al menos eso dicen quienes han leído sus manuscritos; sin embargo, afirma que toda la gente tiene una misión qué cumplir en el mundo, por lo que él canta y deja que otros hagan las letras, "porque yo necesito de los buenos escritores".
De visita en México para cumplir compromisos televisivos y de promoción de su álbum antológico recién editado, el "Divo de Linares" se descubrió como un escritor nato, que gusta de narrar a través de la palabra escrita cosas de la vida diaria que anidan en su mente.
Observador del momento histórico que vive, señaló que al hacer una lectura rápida del acontecer mundial saltan varios puntos que le gustaría poner en orden: "Finalizar las guerras, acabar con el hambre y terminar con enfermedades que ya debieran estar erradicadas".
Entrevistado en la suite que ocupa en prestigiado hotel de esta ciudad, el cantante reconoció, sin embargo, que él es no más que "una gota de agua en el inmenso océano del planeta; hago lo que puedo, cantar, para aliviar en algo penas y dolores ajenos".
El sabe de la buena música y el buen canto, se declara en favor de la diversidad de géneros y temas recurrentes en esa materia. "Existen formas diferentes de entender las cosas. No es reprochable que haya quien use la música para denunciar o pedir algo a alguien".
Su "onda", dice, ha sido cantarle al amor, "pero yo entiendo que hay gente que está para protestar por determinada situación, que critica por algún hecho o circunstancia; la denuncia debe existir, lo mismo que la crítica, siempre y cuando sean bien intencionadas".
Poseedor de una legión de seguidores en todo el mundo, Raphael está acostumbrado al aplauso razonado, a la ovación sensata y al reconocimiento masivo; el suyo no es el público gritón. Tiene una batería que le permite ser el adulto que quiso ser de niño: "Indudablemente tengo una gran energía y la canalizo a través del trabajo; ahora tengo una época de relax, así trabajo más y mejor". Tras esa paradoja, aseguró que en esas condiciones, que involucran al físico y a la mente, hace cosas mejores.
A sus 63 años, 46 de ellos dedicados a la televisión, al cine, al teatro y principalmente a la música, Raphael confiesa que nunca estudió actuación, teatro, danza o disciplina afín que le dejara alcanzar el dominio escénico que tanta fama le ha granjeado.
Su éxito, él está de acuerdo, está fincado en las magistrales letras hechas por "quienes saben escribir", la dotación instrumental que siempre lo ha acompañado, su voz y su extraordinaria expresividad corporal. "Pero juro por Dios que no estudié nada de lo que dices".
El cantante es amante confeso de este país, cuyas mujeres admira tanto como respeta a sus hombres. Opina que "la interpretación viene con la vida y con la forma como cada cual siente la letra y la música, y si mis gestos gustan, qué bueno!, así soy yo".
En su numeraria, el andaluz universal que recorre desde hace casi medio siglo América, Asia y Europa registra 89 discos grabados.
Y es profeta en su tierra España, donde la gente lo adora y mantiene como el pionero absoluto de la música moderna en español.
De una cosa está orgulloso: "Tengo 326 discos de Oro, 49 de Platino, y el único de Uranio entregado en el mundo". ¿Cuántas copias ha vendido? La friolera de 50 millones en español, italiano, francés, alemán, inglés y japonés. "Pero esos no son mis mejores logros...".
¿Entonces? El lo explica: "Me casé hace más de tres décadas con Natalia Figueroa, escritora y de las buenas. Tenemos tres hijos que son Manuel, Alejandra y Jacobo. Ellos son mis mejores conciertos", concluye Raphael, al tiempo que gesticula gracioso y se despide.