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Razonar la esperanza

Federico Reyes Heroles

La desmesura es un síndrome típico de los políticos mexicanos. La mesura no vende. Deformar, exagerar, caricaturizar se convierte en lo común de su discurso. Si se está en el Gobierno se tiende a hablar de edenes con los cuales el ciudadano nunca se ha topado. Si se está en la Oposición todo es caótico y empeora. En medio está una opinión pública que tiene que buscar sus propios equilibrios. ¿A quién creerle cuando todos mienten en su favor?

Hace seis años el “Gobierno del cambio” cometió un grave error que pagaría muy caro: no rompió con el discurso de campaña. La tesis de los 70 años de corrupción y mal Gobierno generó una serie de expectativas que nadie podía satisfacer. La simple alternancia, el que llegaran otros rostros, solucionaría buena parte de los flagelos nacionales. El régimen siguió con su caricatura del pasado por lo menos hasta las elecciones intermedias. Sobra decir que la exageración foxista alejó al priismo que era pieza clave para lograr cambios de fondo. Ellos eran los responsables de todos nuestros males. Pero el tiempo pasó y llegó la hora de hablar de resultados. Fue entonces que apareció “foxilandia”. En cuestión de meses México había dejado atrás la oscuridad y caminaba ya en la luz plena. La incredulidad popular se incrementó.

Llegó la campaña 2006 y ahora desde la izquierda se dijo que todo era lodo, porquería. Los pobres se multiplicaban todos los días, la iniquidad aumentaba, el imperio nos chupaba la sangre, en pocas palabras el país no sólo no había avanzado sino que retrocedía. Por la votación podemos deducir que un tercio de los mexicanos compraron la tesis. Un priismo dividido, peleado con su propio pasado e interesado en recuperar el poder también se sumó a la crítica, con una diferencia, hicieron de Fox el centro de la catástrofe nacional. Pero ¿de verdad hemos retrocedido? Por supuesto la realidad está en los grises.

Cuando López Portillo dejó el poder la deuda externa era equivalente al 46 del PIB, hoy es sólo 7.4 por ciento. La reducción se logró en las últimas cuatro gestiones. Hoy nuestro país es por ello un poco más soberano. Hace 25 años la inflación y la inestabilidad monetaria eran una pesadilla. Hoy México coloca en el exterior bonos a 20 años. La brutal depreciación del salario de los años setenta y ochenta provocó una explosión de movimientos laborales y huelgas. En la gestión de De la Madrid estallaron casi 200 que en el último sexenio apenas rebasaron las 40. Hace 20 años nuestra relación comercial con Estados Unidos era raquítica y deficitaria. Hoy se ha multiplicado casi por 20 y somos superavitarios.

Es cierto, en equidad hemos avanzado poco. Hace seis años el 50 por ciento más pobre se llevaba poco más del 18 del producto y hoy es poco más del 19. Pero no retrocedimos, si hubiéramos pasado una reforma fiscal de verdad progresista hoy habría mejores números. El 50 por ciento más pobre ha incrementado sus ingresos en un promedio del 2.1 por ciento anual, como lo recordaba E. Quintana recientemente. Es poco pero es un avance sostenido. Por otro lado por primera ocasión tenemos mediciones independientes de la disminución de la pobreza. Gracias a la continuidad en los programas (Solidaridad, Progresa, Oportunidades) más de cinco millones de mexicanos salieron de la peor categoría: pobreza alimentaria. Seis millones dejaron atrás la de capacidades y 4.5 la de patrimonio. Si pudiéramos llevar la serie para atrás los números se incrementarían.

Con frecuencia se escucha que las sucesivas crisis habían desaparecido a las clases de ingresos medios. Las crisis las golpearon severamente pero hoy crecen como nunca. Sus ingresos se incrementaron en el último lustro en más del cinco por ciento. El consumo se ha expandido notablemente, los créditos a vivienda y automóviles se manejan ya en cifras millonarias. Por algo el 78 por ciento de la población se considera clase media o media baja. Se habla muy poco de los avances en salud pública. Por supuesto están las cifras del seguro popular que hoy es la segunda forma de cobertura después del IMSS. Sin embargo allí habrá que ser muy cautelosos de los efectos perversos que dicha atención podría traer a la larga sobre las instituciones.

Pero son irrebatibles los logros en proyectos históricos institucionales que retrata la encuesta de Salud y Nutrición que se ha dado a conocer recientemente: reducción y focalización de la anemia, avance en cobertura de vacunación, reducción de mortalidad materna e infantil, cáncer cérvico-uterino y de mama, etc. Claro hay nuevos retos, la obesidad, diabetes, enfermedades degenerativas, embarazo de adolescentes. En educación también hay avances sobre todo la creación del INEE, becas, renovación de los programas, introducción de nuevas metodologías como la Enciclomedia y aunque las cifras de rendimiento opaquen todo, es irrebatible que el nivel general aumentó y rebasó los ocho años y que hoy la expectativa es más alta. Falta mucho sin duda. En Turismo hay avances evidentes.

Hoy nos gobiernan básicamente las mismas instituciones que en 2000, salvo el IFAI, el INEE y el Consejo contra la Discriminación, no hay novedades. Quiere decir que no son tan malas como se dijo en 2000, en 2006. Como en toda Administración la de Fox deja avances y retrocesos, algunos graves: déficit de legalidad, productividad a la baja, inseguridad, pensiones, ahorro interno y parálisis en cambios de fondo. Pero quizá el mayor daño estriba en que en el afán por conseguir votos se confundió a millones y se sangró la esperanza. Un país sin esperanzas fundadas sólo puede dar tumbos. Es momento de salir de la trampa. La política no debe destruir la necesaria memoria.

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