Ladrilleros preferirían dedicarse a otra cosa en lugar de dejar a sus familias solas y morirse de hambre
El Siglo de Durango
Mario Delgado y Arturo Camacho son fabricantes de ladrillo desde hace varias décadas. Pero ninguno acepta la reubicación de sus obradores al nuevo Parque Industrial Ladrillero que construye el Gobierno Municipal.
En entrevistas por separado, ellos afirman que trasladarse a varios kilómetros fuera de la ciudad implicaría morirse de hambre y dejar a sus familias solas. Lo cual rechazan y en dado caso prefieren dedicarse a otra cosa, pues las fábricas son ingratas, alegan.
Mario tiene 30 años de experiencia en el oficio; Arturo cumplió 25 años en el ambiente de la tierra y los quemadores. Ambos ven con desaire la posibilidad de irse a trabajar al poblado Pino Suárez, entre otras cosas, porque ninguna autoridad les ha explicado las ventajas y las desventajas del proyecto.
Son vecinos Mario y Arturo, e incluso amigos desde hace mucho tiempo. Sus casas son colindantes y sus obradores también en la colonia Industrial Ladrillera, al oriente de la ciudad de Durango.
Sin embargo, así como vieron nacer esta zona de fabricante hace más de tres décadas, con la misión de convertirse en un segmento dedicado exclusivamente a la producción de tabiques, hoy ven con temor la nueva intención del Gobierno de reubicarlos, pero ahora mucho más lejos de la mancha urbana.
Mientras Mario fortalece el fuego del cocedor de ladrillos hechos basándose en tierra, aserrín y estiércol, su mujer le acompaña sentada en un montículo de tabiques: le acaba de traer la comida que preparó.
La ventaja es que la vivienda de Mario y su familia, así como la de Arturo y los suyos, está muy cerca de la ladrillera que ambos rentan para trabajar y ganarse el sustento diario.
Por eso la lejanía del nuevo Parque Industrial Ladrillero les hace pensar que es remota la posibilidad de aceptar la reubicación, ya que implicaría abandonar a sus familias, o llevárselas y cambiarles todo su mundo por lo que ellos creen que es una exigencia infundada del Municipio.
?Tengo 30 años en esto, pero no es negocio, nomás vive uno de esto... si fuera negocio no andaría yo mismo trabajando mi cocedor junto a mi chavo, el que está allá formando los ladrillos?, dice Mario Delgado.
Mientras tanto señala el lugar donde trabaja su hijo adolescente, quien tiene que hacerlo descalzo pues no es costeable usar zapatos: ?se desgastan y se pudren muy pronto con el estiercol?, aclara su padre.
Explica que es variable su ingreso promedio semanal, pues depende del comportamiento de las ventas, pero estimó que aproximadamente son 700 pesos los que logra de ganancia cada siete días.
Ello lo lleva a detallar los motivos de la pobre ganancia semanal: ?le metemos de insumos 550 pesos en promedio para fabricar mil ladrillos, y el mil lo andamos vendiendo apenas en 600 pesos, entonces, como se da cuenta, la ganancia es apenas de 50 pesos por cada millar?.
Señala que las utilidades son mínimas porque en su oficio también existe coyotaje, y son precisamente los ?coyotes? los que provocan que los precios del millar se mantengan abajo para ser ellos los revendedores del producto a las constructoras, por ejemplo.
La presión es al grado que aprietan a la gente para que les vendan incluso a 400 pesos el millar, cuando debería costar de 650 a 800 pesos. ?Pero consiguen quién les venda a 400 pesos y eso provoca que los compradores quieran todo el ladrillo a ese precio, lo cual yo no puedo porque hago ladrillo de calidad, no cochinadas?, acota Mario.
Con 45 años de edad, Arturo Camacho expresa una historia similar a la de Mario: ocho personas dependen de él en el hogar, y a todos hay que darles al menos para la comida y el sustento diario.
Su situación es parecida porque las ladrilleras ya casi no son negocio, y con el proyecto de reubicación que promueve el Municipio tantea que les irá peor todavía, ya que las distancias tan prolongadas provocarían que se incrementen los insumos y se reduzcan las posibilidades de venta.
Lo que es un hecho es que entre los ladrilleros impera el vacío informativo. ?El Gobierno con nosotros nunca ha platicado, tal vez lo han hecho entre los mismos funcionarios, pero acá con la gente de la Industrial Ladrillera nunca han venido...?, concluye Arturo.
Detalles
Algunos datos sobre la producción de los obradores en la ciudad...
Tierra, estiércol, aserrín y agua son los insumos básicos para la producción del ladrillo.
Todos estos ingredientes son adquiridos por quienes trabajan los obradores, pues nadie se los regala... incluyendo el agua, por la que pagan un consumo industrial que oscila en 400 pesos al mes.
La calidad de un tabique se mide en razón del color y la espesura del mismo.
Una quema de un obrador común implica cocer de 18 a 20 mil ladrillos. Al menos ésa es su capacidad.
Fuente: Investigación de El Siglo de Durango.