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Recuentos y Sugerencias

Magdalena Briones Navarro

A la pregunta ¿qué desea el hombre en este mundo?, invariablemente se contesta ¡Ser feliz! Pero cómo se puede ser feliz, si los estados de contentamiento son fugaces y las condiciones relacionales que los permiten tan escasas?

El primer y único mundo para el bebé es la interrelación con su madre. Ésta proporcionará felicidad a ambos en la medida de la proyección de su amor, su respeto y la seguridad reales que otorgue a su hijo, y en el acogimiento por parte de éste de tan amable e incluyente cosmos.

Si el otorgamiento de tales dones se debe más al deber, la madre acabará por sentir angustia y frustración, fragmentando así la percepción de plenitud del niño; experiencia, entre más persistente más desoladora y quizá relacionalmente negativa hasta el fin de la vida.

Conforme el niño crece, quienes lo rodean y su entorno natural muestran nuevas cosas, nuevas formas de relación. La visión del mundo se ensancha y con ella las sorpresas, las preguntas, el asombro y el miedo de no saber cómo manejarse. Si la definición de las cosas y del hombre son tan confusas, mucho más lo son sus interrelaciones. Todo está en perpetuo movimiento y perpetuo cambio.

¡Debes hacer esto! ¡No, debes hacer lo otro! Las voces comandantes ofrecen la verdad, lo bueno, descalificándose entre sí. ¿Por qué disienten?, ¿por qué tengo yo que pensar como ellos? ¿Y mi propia voz?, ¿me aceptarán si contradigo tan generalizados como opuestos criterios?

Pregunto continuamente. Poquísimas respuestas me satisfacen, o porque no corresponden a mis preguntas o porque no coinciden con los hechos que observo. Tengo que elegir: o mis interlocutores son tontos o tratan de mentirme. A lo mejor ellos también fueron engañados.

Continué buscando. Recurrí a estudios, propuestas y conclusiones escritas o relatadas por otros. Comparé su saber con mis propias experiencias y conclusiones hasta que surgió un momento indescriptible, turbador: la intuición de la inmensidad y belleza del cosmos, la pequeñez de nuestro planeta y la maravilla de la vida en él presente. En todos tres, el flujo eterno de energía y materia renovándolo todo. Es imposible escindir la totalidad. Lo segmentado es nuestro saber.

Sobrevolando la Tierra con mirada pura, se observa: más agua que tierra firme, vida por doquier multiplicándose en ciclos recurrentes, haciéndose posible desinteresadamente. ¿Y la especie humana? ¡Ay, odiándose, matándose entre sí y arrasando con todo su entorno! ¿Habremos perdido el paraíso para siempre?

Desafortunadamente muchos niños no vivenciaron tan deleitosa y trascendental experiencia; lo cual no imposibilita conjuntar ahora los factores que la determinaron aunque se requieran mayores esfuerzos.

Es difícil. No nos concertamos ni con nosotros mismos. Nuestro yo equilibrado y creador, está roto. Obviamente, somos infelices.

Los valores de la cultura actual preferencian la posesión de cosas y el poder sobre las personas.

En momentos anteriores se obsequiaba a las niñas con muñecas muy semejantes a bebés, buscando despertar en ellas sentimientos de amor y protección, deseables en su futura maternidad.

Las muñecas actuales ?Barbys?, nada tienen que ver con el desarrollo de ternuras. Son modelos de lo que se espera sea la niña cuando crezca: sofisticada, vanidosa, gastadora, consumidora de modas continuamente cambiables; sumado a ello, los productos exhibidos en miniatura con el respectivo anuncio de las casas productoras. Se busca imprimir, y desafortunadamente se logra, en las jóvenes cerebros el qué consumir y en qué medida, si se quiere estar ?in?. No hay que pensar, los expertos ya pensaran por ti. Lograrás al menos un descomunal engreimiento.

Estamos siendo programados mejor que las máquinas. Cuando preguntemos: Espejito, espejito ¿Quién es más robot que yo?, ¿Qué cree que contestará la imagen reflejada?

La vida se expresa de diferentes maneras, tan sutiles y gráciles que a nuestra cada vez más achatada sensibilidad escapan.

Es imposible aquilatar lo que se ignora. Conózcase, acrezca sus bondades y obséquialas alegremente. Agradezca todo lo bueno que los otros y el entorno le dan.

La consciente inmersión en la vida clarifica valoraciones y conductas a seguir. Desatienda el mensaje que urge a la competencia. No compita. Desarrolle sus cualidades y apórtese a la vida creativamente. Contentamiento y satisfacción le serán familiares.

Ahí está el cosmos. Acomódese en él armoniosamente. La fugaz vida humana nos obliga a concretar con rapidez nuestras virtudes. No cambiemos oro por chuchearías.

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