Las guerras de hace siglos eran emprendidas por la ambición de dominar más territorios. Las de ahora en gran parte son motivadas por el petróleo. Las de mañana tendrán como motor a un bien valiosísimo e insustituible: el agua.
Últimamente en todo el mundo miles de voces se han levantado para tratar de concientizarnos sobre el uso racional que debemos hacer de este preciado recurso. ¿Y qué sucede hoy? Absolutamente nada. Seguimos cantando todo nuestro repertorio en la regadera, dejamos sin reparar las fugas de los excusados y regamos el jardín durante horas a chorro abierto.
El problema de la escasez del agua ha llegado a ser preocupante en distintas partes del planeta. El crecimiento de la población mundial, aunado a un cambio climático que ha ocasionado una marcada disminución de las lluvias, ha traído como consecuencia la creciente escasez del vital líquido. Según estimaciones de Naciones Unidas, mil 400 millones de personas en el mundo no tienen acceso al agua potable y más de tres millones de seres humanos mueren cada año por enfermedades relacionadas con el consumo de líquidos en descomposición. Sin embargo, contrario a lo que pudiera pensarse, esta preocupante situación no tiene eco en el uso habitual que se le da al recurso, pues lejos de reducirse, está demostrado que cada 20 años se dobla el gasto de agua debido al aumento de la población, al riego de tierras agrícolas y, sobre todo, al desarrollo industrial.
El consumo excesivo del agua en distintos países, ha provocado que un tercio de la población mundial viva en naciones que presentan problemas de abastecimiento, lo cual trae como consecuencia una marcada insalubridad.
Aunque México no es considerado por la ONU como uno de esos países, existen numerosas ciudades en donde hay fuertes problemas por el deficiente suministro del agua. En Coahuila, por ejemplo, existen todavía numerosas regiones que no cuentan con el servicio, obligando a quienes habitan en esas zonas a estar expuestos a un ambiente insalubre.
El agua es cada vez más escasa en el estado y, pese a ello, poco hacemos para enfrentar tal situación. Múltiples campañas publicitarias han emprendido nuestras autoridades para racionalizar el uso del líquido vital, pero nosotros seguimos utilizando indiscriminadamente este recurso ignorando el impacto ambiental de nuestro proceder. Si bien es cierto que nosotros no hemos actuado con la responsabilidad que el tema merece, también es cierto que nuestras autoridades no han hecho lo suficiente para preservar el uso brutal del agua.
Es increíble que la mayoría de las ciudades coahuilenses, entre ellas la capital del estado, carezcan de una planta tratadora de aguas residuales, pese a ser una obra de vital importancia. Cuando Humberto Moreira era alcalde de Saltillo, hablaba una y otra vez del tema asegurando que por fin se iba a emprender este proyecto, lo cual no ha sucedido ni sucederá. Ahora que es gobernador, es desalentador el panorama que tenemos ante nosotros.
Aunado al desperdicio del agua de las lluvias debido a la insuficiencia del drenaje pluvial, y al desaprovechamiento de aguas negras que pudieran ser tratadas y reutilizadas, es triste enterarnos que casi el 50 por ciento del agua extraída se pierde en distintas ciudades coahuilenses por las fugas existentes en la red de agua potable.
Tirar el agua no es un lujo que podamos darnos, pues en cada gota derramada sin sentido, dejamos escapar un pedacito de vida. Hagamos un uso racional de este preciado bien, pues en el cuidado del agua está el cuidado de nuestra propia subsistencia. Es loable que nuestros gobernantes emprendan campañas publicitarias con la finalidad de fomentar el cuidado del agua, sin embargo, vanos son estos esfuerzos si nuestros mismos gobernantes no emprenden obras que realmente contribuyan a cuidar este recurso.
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