En mi trotar por el mundo buscando cada día la convivencia humana, en el más apartado e insignificante rincón de México y por ello ignorado, me encontré un viejo artista. El poblado lo tenía por loco y era callado, arisco y desconfiado... Sin embargo, al escuchar las primeras palabras de comprensión hacia su persona, descubrí el lenguaje de otro mundo... su mundo. A pesar de ser el más viejo de la aldea, su mentalidad era la más lúcida y su charla rica en reflexiones, por su profundo contenido.
Él era pintor... ¿Fracasado?... No me atrevería ha aseverarlo, pues su obra era aceptable y ya adentrándose en ella, se descubría una riqueza incalculable de su contenido simbólico y su fiel apego a la historia y a la mitología, hacían de sus cuadros, un valor insospechado.
Su dibujo era acertado y su colorido y perspectiva la de un maestro que conoce y respeta su oficio.
El poblado, casi una ranchería, lo veía como un orate y su obra la juzgaban como un producto de sueños desviados de una mentalidad no equilibrada.
Cuando lo conocí vi su obra y escuché su charla, entonces comprendí del porqué de su silencio y el encierro voluntario en un mutismo que no daba cabida a la convivencia con sus vecinos.
Su mundo era otro, su arte, su cultura y su sabor, eran difíciles de transmitírselos a los que lo rodeaban, por lo tanto se abandonó a la corriente del caudal reinante y se encerró a vivir su existencia.
Por el amor de una mujer, llegó a esa ranchería y la devoción a la mujer amada y la hidalguía de su juventud, encontró en ese rincón, su paraíso.
Con el paso de los años y su felicidad alcanzada, lo hizo olvidar su arte y su saber. La poca exigencia de los vecinos en cuanto a urbanidad y cuidado personal en su arreglo, lo absorbieron y fundieron a la masa y si a esto sumamos el poco monto monetario para sobrevivir, lo llenaron de abulia y hasta de pereza para desarrollar su personalidad y su oficio en el arte.
La vida feliz, se le convirtió un día en dolor. La muerte le arrebató al amor de su vida. Él en un arranque caballeroso y de rendido amante, en los últimos segundos de vida de su amada, le hizo una promesa, la que con el paso de los años, se convirtió en juramento... Le juró ser fiel a su amor y a su memoria y no abandonar nunca su desmoronado hogar y jamás posar los ojos en otra mujer.
Años después y ya en calma el espíritu y su dolor, poco a poco fue recordando su saber y se refugió en su, por años en su olvidado arte. En él encontró, con el transcurso del tiempo, la calma y la paz interior.
Sus estudios habían sido bastos y aunque en realidad jamás había conocido la realidad de su valer y la apreciación de su obra, por falta de difusión y oportunidad de mostrar en exposiciones, el producto de su trabajo.
Pero en su interior y por lo que observaba del trabajo de los demás en publicaciones que de vez en cuando caían en sus manos, intuía que su obra tenía valor y que si no era en veces mejor o superior en su desarrollo, tampoco iba a la zaga.
En una ocasión pensó darles a conocer a sus vecinos su obra y trató de trasmitir su saber a quien sintiera amor por las artes y trató de allegarse alumnos. Fue entonces cuando sintió de sus vecinos, un huidizo temor envuelto en el rechazo y con ello una negativa incomprendida a la convivencia y al trato personal. Su obra causó risas que venían cubiertas de incomprensión e ignorancia. Su afán de enseñarles, recibió la negativa profunda por el temor de recibir con ésta, la costumbre de la holganza y la pereza que en su persona advertían, por el solo motivo de no ocuparse del campo y de las labores propias de los habitantes de las rancherías. Pues todos los años que tenía de morar con ellos, había logrado sobrevivir, malbaratando sus cuadros en la ciudad, motivo por el cual, jamás había tenido oportunidad de convivir en el campo y las labores, con sus vecinos. A cambio de su cultura oferta, recibió el infame trato envuelto en un silencioso apartamiento a su persona.
El paso de los años siguieron su interminable marcha y otras generaciones vinieron igualmente ignorantes de su valer y huyendo de su presencia, esa consigna habían escuchado de sus mayores y aún cuando no sabían el porqué, acataban sin protesta la recomendación de apartarse del loco.
Me contó que a pesar del rechazo y de su ignorada presencia, allí había vivido los años más felices de su vida y que el forzado apartamiento de que había sido víctima por años, le habían proporcionado encerrarse en cuerpo y alma, a la meditación y desbordar en sus telas, todo su arte y la capacidad entera, la entregaba, sin la perturbación de compromisos.
Le escuché sus quejas, le comprendí sus reflexiones y fui partícipe de sus meditaciones, pero no aprobé su postura y la falta de coraje, para hacerse comprender y no luchar por vencer la barrera de la ignorancia que revestía a sus vecinos y llegar algún día a conquistar el respeto y el reconocimiento a su valer.
Con el transcurso de los años, había olvidado este suceso. Sin embargo hace poco pasé por aquel villorrio, y cuando pregunté por el ?Maistro? pintor, al que le decían ?el loco?, no supieron informarme, unos decían que hacía años había salido del pueblo y que jamás había regresado, otros decían que un día lo habían encontrado muerto en su jacal, que lo habían enterrado inmediatamente porque hacía días que había fallecido y además que porque no tenía familia...
En ese entonces, quizás con la experiencia de ahora, lo hubiera aconsejado y quizá encaminado a encontrar un camino, pero...
Qué es la vida... sino una lucha que se emprende al nacer, por alcanzar la comprensión, la aceptación de nuestro oficio, el respeto hacia nuestra persona y un día lograr alcanzar el don de la riqueza que la comunicación y convivencia espiritual con los que nos rodean, eso:... ES LA VIDA, EL INTERMINABLE AFÁN, CONVERTIDO EN LA BÚSQUEDA.
TLALPAN, D. F. AÑO 2006.