Las marchas de inmigrantes y estudiantes han sacudido a Estados Unidos.
Tradicionalmente apáticos, nadie imaginó que tantos miles de hispanos salieran a las calles a protestar por las iniciativas de Ley en contra de la migración.
Y menos todavía que los estudiantes de secundaria y preparatoria dejaran las aulas durante varios días para unirse al malestar que priva en la comunidad de origen latino.
“Estamos hartos de ver cómo han sufrido nuestros padres por leyes discriminatorias”, explica uno de los jóvenes protestantes en California. “Mi padre no trabaja igual desde que perdió su licencia de conducir por culpa de Schwarzenegger. Ahora quieren convertirlo en delincuente federal cuando lleva diez años contribuyendo al país ”.
Casos como éste se repiten a lo largo y ancho del país. Parejas con diez o veinte años de vivir en Norteamérica con hijos norteamericanos y un profundo arraigo local.
Para ellos regresar a México o a sus países latinoamericanos resultaría un caos. Muchos jóvenes que han crecido y educado en tierra norteamericana no saben hablar ni escribir correctamente el español.
Actualmente son 11.5 millones de indocumentados en la Unión Americana, entre ellos cubren el 25 por ciento de los trabajos agrícolas, 17 por ciento en el sector de limpieza, 14 por ciento en la construcción y 12 por ciento más de la industria de alimentos.
Hace veinte años cuando se declaró una amnistía había sólo cuatro millones de indocumentados. Por ello los sectores conservadores temen que una nueva legalización dispararía todavía más el flujo de migrantes a Norteamérica.
Pero se olvidan que la economía de Estados Unidos no fuera la misma sin esta fuerza laboral cuantiosa, dedicada y responsable.
En el Congreso las negociaciones se enfriaron esta semana aunque versiones optimistas señalan que se logrará un acuerdo entre representantes y senadores de hoy al viernes.
Pero algunos analistas mencionan que la Ley se discutirá hasta julio con la esperanza de ser aprobada en el marco de la celebración de la Independencia de la Unión Americana.
Las posiciones entre pro y antimigrantes están polarizadas. A nivel de los medios de comunicación las posiciones son extremas. Mientras en la radio y en la televisión de habla inglesa se escuchan con frecuencia ataques racistas, en otros medios como The New York Times el apoyo a la causa de los indocumentados es significativa.
La Iglesia Católica ha jugado un papel preponderante en esta lucha de ideas y pasiones.
El cardenal de Los Ángeles, Roger Mahony, ha defendido a capa y espada la posición cristiana hacia los desvalidos, en este caso los inmigrantes. El jerarca conminó a los sacerdotes y religiosos a desafiar la Ley en caso que los indocumentados sean declarados criminales federales.
Al respecto The New York Times dijo en un reciente editorial que “la declaración de solidaridad de Mahony con los inmigrantes indocumentados es un sorprendente llamado a la desobediencia civil, tan valiente como oportuno”.
“Hace mucho tiempo que no se escucha en este país un llamado para la transgresión organizada de las leyes en esta escala”, agregó el diario.
Ante tales posiciones y el acuerdo tomado la semana pasada por el Comité de Asuntos Jurídicos del Senado, la balanza parece inclinarse hacia una Ley humana y conciliatoria.
Pero no hay nada definitivo. Se espera en las próximas semanas una avalancha de posturas bañadas de racismo al tiempo que los grupos conservadores harán su último intento por empujar la Ley Sensenbrenner.
Lo más riesgoso será que se calienten más los ánimos y que los legisladores terminen por demorar uno o más años la ansiada reforma migratoria.
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