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Registro de candidatos/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Mañana concluye el primer plazo para registrar candidatos a legisladores. El código electoral dispone que las candidaturas a senadores de mayoría sean registradas entre el 15 y el 30 de marzo. Dos días después, el primero de abril se inicia el término para el registro de candidatos de representación proporcional al Senado, y en el mismo plazo (que concluye el 30) se hace la inscripción de los candidatos a diputados de mayoría. En la segunda quincena de abril se registra a los candidatos a diputados de representación proporcional.

Si bien es dable sustituir a los candidatos registrados, estas horas son cruciales y aun definitivas para quienes aspiran a las senadurías, y también para los partidos que presentan las candidaturas. En este momento se realizan trayectos de una agrupación a otra, o se consuman los ya conocidos, y se suscitan las inconformidades que no pocas postulaciones provocan. En todos los partidos se han generado, y se generarán, en mayor o menor medida, conflictos por las candidaturas, que son procesados política o jurídicamente. Hay algunos casos, sin embargo, que tienen que ser abordados desde una perspectiva ética. Me referiré a dos de ellos, que se presentan en el seno del Partido de la Revolución Democrática que en un afán utilitarista por acrecentar su votación incurre en deslices inadmisibles que provocarán el efecto contrario al que presuntamente se busca, que es ampliar la presencia electoral de ese partido y de su candidato presidencial.

Si no lo impide la sensatez, mañana serán registrados en los consejos locales de Chihuahua e Hidalgo dos antiguos priistas, Víctor Emilio Anchondo y José Guadarrama Márquez. En sí misma, su pertenencia al partido antaño dominante no es excluyente para su postulación. La propia génesis de ese partido no se explicaría sin la presencia de ex priistas que precisamente por no compartir las metas y los modos del PRI lo abandonaron no sin intentar, en algunos casos, influir en su transformación. En la segunda década de su existencia, enriquecieron los caudales electorales de ese partido priistas que buscaron la postulación priista sin obtenerla, motivo por el cual emigraron al PRD con el que alcanzaron su propósito. Tan natural y legítimo fue ese tránsito que uno de sus protagonistas, Leonel Cota preside el PRD sin que se le haya reprochado extranjería.

Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Hay políticos cuyas biografías deberían ser inaceptables para el PRD, aun si la conveniencia electoral aconsejara lo contrario y con mayor razón si ni siquiera ganancia se consigue. A muchos militantes y simpatizantes en Chihuahua e Hidalgo se les caerá la cara de vergüenza si tienen que pedir al mismo tiempo el voto por Andrés Manuel López Obrador que por Anchondo o Guadarrama. Hay una contradicción en los términos, una incongruencia grave, que no alivia siquiera la expectativa de obtener votos. En ambos casos se trata de perdedores.

Anchondo contendió por la candidatura priista en 2004 y fue derrotado por el actual gobernador José Reyes Baeza. El fracaso de Guadarrama es peor, pues reiteradamente ha mostrado su escasa convocatoria. Como Anchondo, perdió una contienda interna en el PRI, cuando a sus marrullerías se impusieron las del gobernador Jesús Murillo Karam (que ahora también, como si el tiempo no transcurriera será candidato a senador por su partido). Después fue miembro del equipo electoral de Francisco Labastida, con los resultados conocidos. Cuando el grupo de presión que encabeza, el Frente democrático hidalguense, salió del PRI, fue poco perceptible esa migración. Y cuando al fin consiguió ser candidato a gobernador, el año pasado, esa vez por el PRD no pudo contrarrestar el avasallamiento priista que sólo quedó disminuido en los comicios municipales de noviembre pasado, resultado obtenido por el activismo de López Obrador y no por la presencia de Guadarrama. Candidatos cuya conducta es reprochable y que no ganan votos, ¿para qué los quiere el PRD?

La candidatura de Anchondo es particularmente agresiva para agrupaciones civiles de mujeres y para militantes del PRD a las que de diversos modos ofendió mientras fue secretario de Gobierno de Patricio Martínez en su primer trienio y líder de la bancada priista en la Legislatura durante el segundo. Mientras sustituyó a Martínez cuando el gobernador convalecía del ataque que lesionó su cabeza fue tan omiso como el titular del Ejecutivo en la persecución de los feminicidios en Ciudad Juárez y en la propia capital. Influyó en la designación de los procuradores Arturo González Rascón y Jesús José Silva, cuyo personal -y en algunos casos ellos mismos- incurrió en responsabilidades por su deficiente combate a la criminalidad en general y a los asesinatos de mujeres en particular. Fue un activista de la denostación pública a las organizaciones civiles que reclamaban claridad y eficacia en las investigaciones sobre el feminicidio creciente. Y hasta se le imputa haber estado presente en la tortura a un presunto delincuente preso.

El currículum antidemocrático de Guadarrama fue ventilado en el PRD antes de que se le designara candidato a gobernador en 2004, no obstante lo cual se le postuló, como se hará ahora si no frena la decisión una consideración ética referida al requisito estatutario que consiste en no haber participado ni encubierto acciones represivas. ¿Cómo pedirle una vez más a los viejos y nuevos militantes de la izquierda, que voten por quien los persiguió?

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