Nueva York, (EFE).- Los edificios de Nueva York han comenzado a dar la bienvenida al inquilino más ausente de las últimas décadas, el piso número 13, conscientes de que las supersticiones no siempre frenan la mala fortuna.
Gran parte de los inmuebles de la "Gran Manzana" fueron construidos bajo la creencia de que evitar el temido piso les permitiría ahuyentar las desgracias y atraer la buena fortuna.
Así, por ejemplo, algunos de los edificios más emblemáticos como Chrysler, el Rockefeller Center, el Hotel Pierre, el hotel Helmsley o el Four Seasons no cuentan con el botón correspondiente a la décimo tercera planta en sus ascensores, sino que pasan de la 12 a la 14.
Igualmente ocurre con muchos de los grandes bloques de apartamentos y de oficinas que pueblan Manhattan, el corazón de la ciudad, donde la superstición está extendida pese a la diversidad racial y cultural de sus habitantes.
"Yo sé que, en realidad, vivo en el piso trece, pero me tranquiliza que no aparezca el número en ningún lado", explicó a Bal Chapman, un estadounidense de origen hindú que vive en la planta "12a", para evitar nombrar al número que precede al 14.
De esta manera, el temor al número 13 se ha convertido en un elemento habitual en el panorama urbanístico de Nueva York, al igual que lo ha sido de las compañías aéreas, muchas de las cuales tampoco incluyen filas 13 en sus pasajes.
A esta superstición se le atribuyen dos orígenes muy parecidos, ambos muy arcaicos, el más antiguo en la mitología nórdica, por la reunión de doce dioses en el Valhala o panteón nórdico, a la que asistió un décimo tercer dios, Loki, que fue traicionado y asesinado.
El segundo origen que se le atribuye es cristiano, relacionado con la Ultima Cena de Jesucristo con los doce apóstoles, y como la traición de Judas le llevó a la crucifixión.
Pese a lo arraigado de estas supersticiones, el temor a este número ha comenzado a perder importancia en Nueva York en los últimos años, conforme el mercado inmobiliario subía de precio y se volvía más difícil y competitivo.
Además, los neoyorquinos, aunque supersticiosos, son eminentemente prácticos, por lo que difícilmente dejarán escapar un buen apartamento si el precio es razonable, sólo porque esté en el piso número 13.
A ello se une otro factor, explicó una agente inmobiliaria, Alina Ouchater, como es el 11 de septiembre de 2001 y los atentados contra las Torres Gemelas.