EL UNIVERSAL-AEE
MÉXICO, DF.- Hay autores cuyos espacios de trabajo son tan inasibles como ellos, y a veces hasta caóticos. En el de Álvaro Uribe prevalece cierto silencio y vacío. Sólo tiene unas cuantas cosas que le pueden ser útiles: su computadora, desde luego, y una silla a la que él llama ?musadora?, porque ahí reposa ?de cuando en cuando? su gata Ocarina, quien hace las veces de musa.
Uribe acaba de publicar una reedición de su libro La Linterna de los Muertos, que recoge una serie de cuentos fantásticos, lo mismo sobre un cuadro de Rembrandt, que de su estancia en París y su gusto por la obra de Paul Valéry y Julio Cortázar, los que revelan ya al novelista en que se habría de convertir.
La imagen de un San Jorge, el santo que mató a un dragón y que está plasmado en una cajita que el autor compró en Rusia, es testigo de las seis horas diarias que Uribe pasa cotidianamente en su estudio, enfrentando a la famosa página en blanco.
Son varias las fotos y los cuadros que rodean al también editor y traductor, pero hay una que es esencial en sus horas de escritura: la del argentino Jorge Luis Borges, ?que para mí es poco menos que un dios?.
Cuando empezó como cuentista, confiesa, ?traté no tanto de imitar a Borges, sino de seguir ese camino difícilmente transitable para los meros mortales que él nos había abierto: el de los cuentos fantásticos.
?Ahora me dedico mucho más a la novela y Borges es la mirada que quiero sentir detrás de mi cada vez que escribo una frase, como un acto de autocensura, y lo primero que pienso es si él la leería con una mueca de disgusto, diciéndome hay que escribir mejor?.
-¿Cómo enfrenta cotidianamente la página en blanco?
-Siempre he pensado que la página no está en blanco, sino en negro, cuando la tomo nunca está vacía, sino llena de todas las páginas semejantes que se han escrito antes, desde la Biblia hasta nuestros días.
Cada vez que uno va a escribir, con conciencia de la tradición literaria a la que pertenece, resulta aplastante... Hay que ir borrando y tratar que lo que uno añada de verdad valga la pena.
-¿En su quehacer literario qué fue primero, el cuento o la novela?
-Definitivamente el cuento, pero no es una cuestión enteramente personal, creo que muchas personas de mi generación ?y pienso en Daniel Sada o Juan Villoro, por citar a dos de los más conocidos escritores? empezamos como cuentistas y, por lo menos en mi caso, creía que ser cuentista era de alguna manera un galardón mucho más deseable que ser novelista. Tito Monterroso, con quien tomé un taller literario, decía que a diferencia de lo que uno cree, no se escriben cuentos para aprender a hacer novelas, sino al revés, hay que escribir novelas para aprender a ser breve y concreto. El cuento está lejos de ser un arte menor, incluso para el lector es una experiencia más difícil. La novela, por más fragmentaria que sea, como las mías, finalmente maneja una serie de circunstancias y personajes conexos entre sí y que se van desarrollando a lo largo de la lectura, de modo que el lector, una vez que entró en ella, ya sabe a qué atenerse. En un cuento es distinto, el lector tiene que adaptarse en cada historia a nuevos personajes y circunstancias, y si el cuentista es mañoso, incluso a nuevos estilos.
-¿La novela, en su caso, fue un mal necesario?
-Yo pensaba que era un mal necesario, pero la novela es un gran arte. Me di cuenta como lector, pasados los 30 años, que cada vez se daban más ciertas experiencias estéticas, en concreto de duración, del transcurso del tiempo, que el cuento no brinda.
-Paul Valéry decía que un artista nunca termina su obra, la abandona, pero hay quienes creen que es más importante terminar cuanto antes y pasar a otra cosa, ¿con cuál reflexión se queda?
-Estoy del lado de Valéry, cuántos no tienen urgencia de terminar y pasar a otra cosa para acumular obra porque el mercado o el ego lo exige. Lo importante es que la obra quede en beneficio no del escritor, sino del posible lector, para eso hay que dejarla madurar.
-¿Cuál ha sido su relación con el mercado?
-Quizás el mercado tiene su razones para favorecer a la novela porque siempre está destinada a una mayor cantidad de público. Cuando empecé como escritor, hace más de 30 años, la idea de que un joven mexicano pudiera publicar una novela antes de los 30 y que ésta ganara un premio internacional o fuera difundida por todo el planeta parecía inverosímil, eso ayudaba a no tener prisa y a no pensar en el mercado. Incluso los grandes escritores como Juan Rulfo y Tito Monterroso no eran personas que vivieran de sus libros, uno escribía porque tenía que hacerlo. La idea de ser escritor de tiempo completo parecía descabellada.
-¿Vive hoy de la literatura?
-Sí vivo de la literatura, pero no de la mía. Creo que muy pocos viven de vender sus libros. Vivo de haberme dedicado tantos años a la edición, soy asesor editorial en la UNAM y hago trabajos cada vez que se presentan, así como traducciones. Todas las cosas afortunadas que me ocurren desde el punto de vista económico tienden a sucederme porque he escrito libros, eso no lo puedo negar, pero estoy lejísimos de vivir de mi literatura, a cambio gozo de la libertad que da el no tener que entregar un libro al año, y eso se disfruta.
Álvaro Uribe se define como un hombre impaciente y temperamental. No le gusta la hipocresía, ni las personas aburridas, aunque reconoce que la falta de sinceridad es el punto de partida de muchas conversaciones y que el aburrimiento también puede ser un defecto personal.
El autor comparte su vida sentimental y literaria con la poeta Tedi López Mills, y señala que aunque parece que una relación de este tipo puede ser difícil, es todo lo contrario, ?facilita el trabajo. Tedi y yo coincidimos en el ensayo y la poesía, la narrativa no tiene mucho que ver, así que la posibilidad de ser rivales es prácticamente imposible, y de ahí en adelante es un gozo puro. Tengo una lectora de privilegio, ojalá todos tuvieran esa oportunidad?.
-Al menos la crítica no será tan lapidaria.
-Debe ser lapidaria, pero es rica, uno se puede complementar diciendo lo que hay que decir, la ventaja, eso sí, es que aunque sea lapidaria nunca será pública. Tenemos bien desarrollada la habilidad de criticarnos con absoluta providad.
-¿Qué lugar ocupa su gata Ocarina en esta casa?
-Un lugar de privilegio, es una especie de musa, un subángel que tanto a Tedi como a mí nos hace el favor, a determinadas horas del día, de visitarnos. Cuando yo tengo esa fortuna Ocarina se sienta en esa mecedora, se queda ahí, dormida o en trance, y me ayuda, me da la calma que quizá se necesita para acometer una frase más, por eso a la silla le llamo la ?musadora?, porque Ocarina, en cierto sentido, es mi musa. Los gatos son la sombra de su propia sombra, son taimados y cariñosos, aunque no lo parezcan, yo siento cierta identidad con esa personalidad.
-¿Escucha algún tipo de música durante sus estancias en el estudio?
-Para ser pedante diré que sí: la música del silencio. No soy capaz de oír música y concentrarme en escribir al mismo tiempo, la música me absorbe, me lleva por sus propios ritmos y rompe el ritmo interno que necesito para producir cada frase. Hay cierta tranquilidad aquí que es muy difícil captar con una cámara, hay cierto silencio extraño en el DF, si usted lo percibe ahora tengo la fortuna de vivir en este departamento que está al fondo de este edificio y que, a su vez, da a los jardines de casas continuas, de modo que gozo de un extraño silencio, casi campirano.
-¿Qué libros le son indispensables en su trabajo?
-En realidad el único que podría serlo, o los únicos, son los diccionarios que puedo agarrar en cualquier momento, los demás dependen no sólo del libro que esté escribiendo, sino de la página, capítulo o sección que esté por terminar.
El libro más reciente de Uribe, La Linterna de los Muertos, fue reeditado por el Fondo de Cultura Económica e implicó una revisión de sus primeros cuentos. ?Hay escritores que dicen que es muy doloroso escribir, no lo dudo, pero habemos otros que creemos que es más doloroso releerse y darse cuenta de todo lo que uno pudo o debió hacer, y también hay que tener el tino de que, pese a que uno note ciertas cosas por mejorar, no tiene derecho a malograr el texto añadiendo personajes o frases que se han concebido muchos años después?.
Nacido en 1953 y miembro de una generación marcada por la militancia, Álvaro Uribe fue siempre considerado ?despectivamente? como reformista, y él no niega esta descripción: ?Sigo siendo un reformista, creo que el único camino sensato para encontrar la equidad en una sociedad es aplicando todas las reformas necesarias?.