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Reportaje| Dejan atrás el sufrimiento

Cristal Barrientos Torres

VIOLENCIA DE GÉNERO | SUEÑAN MUSAS CON UNA VIDA NUEVA.

El Siglo de Torreón

El refugio Casa Segura apoya a mujeres que han sufrido abuso y maltrato de su pareja.

TORREÓN, COAH.- Y ya todo acabó. Atrás dejaron las lágrimas, la tristeza y las culpas. Ahora, las Musas sueñan con una vida nueva, en donde los golpes, la desconfianza, las humillaciones y los insultos, no tienen cabida.

Pero dejar atrás el dolor, no fue de la noche a la mañana: primero rezaron, suplicaron y hasta se hicieron ?limpias? y hechizos de amor. Muchas necesitaron años para decirle basta a la violencia y a los abusos sexuales de sus esposos o parejas. En el refugio Casa Segura de la asociación civil Mujeres Solidarias en Acción Social (Musas), encontraron una manera de lograrlo.

Antes de ser una Musa, Sandra se cansó de pedirle a Dios que cambiara a su pareja. Ni sus rezos ni las mandas funcionaron, entonces decidió ir con ?un brujo? que le dio unos cuantos remedios que de nada sirvieron porque los golpes continuaron hasta dejarle los ojos morados y las costillas rotas.

Al principio, Sandra creyó que se merecía los golpes de Jesús, su pareja, pues ya era madre de dos pequeños cuando lo conoció. ?Siempre me echó en cara que no fuera virgen, él me dijo que no le importaba pero después me pegaba, ni siquiera cambió cuando tuvimos a los dos hijos, y por más polvos que le echaba me di cuenta que nada iba a cambiar?.

Y es que además los golpes ya no eran suficientes para Jesús, ?a veces quería tener relaciones y yo no, por eso me obligaba y ni siquiera le importaba que estuvieran los niños despiertos, los tenía que sacar al patio para que no vieran nada. En una fiesta nos encontramos con el padre de mi hija la mayor y pensó que me había puesto de acuerdo con él, me regresó de los cabellos a la casa y allí me golpeó; le dije que lo amaba, que sería incapaz de engañarlo, pero no me escuchaba; pensé que me iba a matar y en realidad eso era lo que quería, por eso lo dejé?.

Sin el apoyo de su familia, Sandra llegó al refugio Casa Generosa. Dice que pensó que debía tener la cara morada por los golpes para que la aceptaran, ?es que así es en la Procuraduría, ahí tenemos que ir casi muertas para que nos hagan caso, creí que sería igual en el albergue pero me equivoqué. En mi casa me dijeron que me merecía lo que me pasaba, pero no es verdad y ahora que salga de aquí no voy a dejar que nadie me pegue, que nadie me humille, tengo 27 años y aún puedo comenzar de nuevo?.

DOS ALTERNATIVAS DE AYUDA

Evangelina Vázquez Reyes, presidenta de esa asociación civil, explica que Musas ofrece dos alternativas para las mujeres y niños víctimas de la violencia intrafamiliar: una es la Casa Generosa -las oficinas- en donde se les proporciona asesoría jurídica, gestoría de servicios médicos, apoyo psicológico y una ludoteca, la otra opción es un refugio de seguridad.

En las calles de las colonias de la periferia, nació Musas. Ahí, en las plazas públicas de sectores como Las Julietas, las mujeres aprendieron a recuperar su autoestima. Han pasado ocho años y ahora la asociación civil cuenta con una oficina en dónde recibir a las personas que necesitan ayuda y, en caso de ser necesario, son enviadas al albergue Casa Segura.

A través de los talleres para la prevención y atención de la violencia, Evangelina Vázquez se dio cuenta de muchos casos en situación extrema, pues la vida de las mujeres corría peligro a consecuencia de los malos tratos de sus esposos.

?El refugio es un lugar donde pasan tres meses para que analicen su situación en base a terapias, del reconocimiento a sí mismas, y a su autoestima y empoderamiento, esto lo vamos trabajando día a día para que ellas salgan adelante solas y decir ?hasta aquí llegué?, y que pueden hacerse cargo de sus hijos; es un tiempo suficiente para que ellas cambien y se les da un seguimiento, de hecho muchas siguen con sus apoyos psicológicos pero en la oficina externa?.

En el refugio, las Musas reciben cursos sobre administración en el hogar, además una maestra les enseña a elaborar proyectos y artesanías, ?les hemos conseguido trabajo con amigas que tienen comercios, en la misma oficina estamos por iniciar un negocio de cuarto de lavado y de pintura?.

En la oficina de Casa Segura existe una ludoteca, es decir, un lugar donde los niños aprenden, se divierten y resuelven sus problemas de aprendizaje, pues Evangelina Vázquez asegura que los pequeños son los más afectados cuando sus madres son víctimas de violencia física, emocional y sexual.

Tanto los niños como las mujeres reciben terapia psicológica holística ?sanación energética- y tradicional ?terapias-, en donde especialistas brindan atención en crisis emocionales, talleres de autoestima y salud mental, todo con el objetivo de que venzan sus miedos y obstáculos; incluso los pequeños no dejan de ir a la escuela porque las Musas cuentan con la ayuda de una asociación civil que pasa por ellos a las ocho de la mañana y los regresa hasta las seis de la tarde, para que no abandonen sus estudios.

Los médicos de Casa Segura están capacitados para valorar el estado físico de las mujeres y niños víctimas de la violencia intrafamiliar, mientras que los abogados brindan orientación sobre sus derechos y proporcionan ayuda en caso de tomar la decisión del divorcio.

Para el sostenimiento de la oficina y refugio de Casa Segura, las Musas organizan diferentes actividades para recaudar fondos, además del apoyo económico de otras organizaciones civiles y de programas gubernamentales.

A las mujeres maltratadas, asegura, les resulta difícil aceptar que necesitan ayuda, ?la mayoría de las veces llegan con nosotros a través de una amiga o vecinas, yo personalmente las recibo y las canalizo al área que necesitan; cuando las dan de alta yo las valoro para cerciorarme de que estén listas para salir?.

Evangelina Vázquez Reyes asegura que el cambio en las mujeres puede ser de un 100 por ciento: ?sí hay resultados para ellas y para sus hijos. Llegan muy lastimadas pero cuando se dan cuenta de su realidad, deciden ponerle un alto a sus parejas, dejan atrás su vida de golpes, de humillaciones y de violencia sexual?.

VIVIENDO CON EL ENEMIGO

Mónica aún no olvida el ?infierno? que vivió con Federico, su pareja. Tiene 21 años y es madre de dos niños. ?No son sus hijos, antes de conocerlo estuve casada pero dejé a mi esposo porque no lo quería, me llevaba muchos años y no nos entendíamos, por eso decidí comenzar otra vez pero no sabía lo que me esperaba?.

Las lágrimas ruedan por el rostro de Mónica cuando recuerda los golpes de Federico, y llora más cuando dice que la obligaba a tener relaciones cuando ella no quería, ?si me negaba me decía que seguramente ya me había acostado con otro, pero no era verdad, yo nunca lo engañé, para mí era como vivir con mi peor enemigo?.

Apenas tiene 15 días en el refugio, pero Mónica ya está segura que no regresará con Federico. Tiene planes de irse a vivir con su familia, ?mucho tiempo aguanté sus golpes, pero mi paciencia se acabó cuando sus hermanas y su mamá también comenzaron a insultarme, yo le decía que me defendiera pero siempre me respondía que no se iba a poner en contra de su familia por mí?.

Mónica ni siquiera extraña a Federico. Sabe que a sus 21 años, la vida apenas empieza, pero lo que menos le interesa en estos momentos es enamorarse de otra persona, ?eso será después, por lo pronto quiero cuidar a mis hijos y a mi madre que está enferma?.

ORGANIZACIÓN ANTE TODO

Virginia Castro Cruz es psicóloga pero trabaja como vigilante en el refugio Casa Generosa. Asegura que las mujeres además de recibir sus terapias, tienen la obligación de mantener en orden el lugar y algunas organizan talleres de costura, de cocina, incluso de pintura.

?Diseñamos los menús, hacemos roles de limpieza, organizamos todas las actividades para que sea más fácil. En los tres meses que están aquí logran un gran cambio porque no se trata sólo de mantenerlas escondidas por ese tiempo y luego decirles ?adiós, que te vaya bien?; de lo que se trata es que tengan un proyecto de vida diferente, ése es nuestro objetivo?.

Muchas veces, dice, las mujeres callan que son víctimas de violencia intrafamiliar, sin embargo, Virginia Castro Cruz asegura que, tanto la familia como amigos o vecinos, pueden detectar cuando alguien es agredido física, emocional y sexualmente.

Generalmente, insiste, las mujeres maltratadas esconden los golpes con maquillaje, y si alguien les pregunta qué les pasó alegan que fue un accidente, que se lastimaron con algo al caer. Otra característica es que sus parejas les controlan la vida, es decir, no les permiten tener amistades ni tratar con sus padres.

Y lo peor, según considera Virginia Castro Cruz, es que las mujeres se sienten culpables de provocar el enojo de sus parejas y por eso soportan los golpes y las humillaciones, ?es necesario que los que estamos de observadores de esta situación aprendamos a no juzgar y darles el apoyo necesario, ellas deben saber que no están solas y que existen personas generosas para que logren superar su situación, incluso salvar su vida porque si la violencia no termina a tiempo puede provocar la muerte?.

No más violencia

?Antes de llegar a Casa Generosa y recibir ayuda, creía que todo lo que me pasaba era mi culpa. En mi casa me decían ?te querías casar, pues ahora aguántate?, si no me hubiera propuesto ponerle un alto a esta situación no lo estaría contando.

Fui víctima de la violencia física, mental, económica y sexualmente. Sufrí todo tipo de violencia que pudiera existir, y lo soporté por más de 14 años, pero eso ya se acabó. Ahora mi ideal es luchar por lograr mis objetivos.

Ahora es hermoso despertar y tener la oportunidad de vivir un día con la tranquilidad y la paz que yo deseaba. Cuando vivía con mi esposo, la muerte siempre estaba acechándome; también dejé de hacer muchas cosas que me gustaban pero ahora pienso hacerlas en compañía de mis hijos.

Estos días he escuchado el canto de un cenzontle y me asomo por la ventana, lo veo y me lleno de tranquilidad, serenidad y me parece tan bonita la mañana. No le guardo rencor a los que me hicieron daño, eso sólo me mortifica. Soy tan afortunada de que Dios me pusiera tantas personas en mi camino que, sin conocerme y sin condiciones, me brindaron ayuda. Tengo la suerte de estar viva y tener a mis hijos conmigo y todo lo que me proponga de ahora en adelante será para nuestro bienestar, y lo sé porque lo creo y puedo?.

Atentamente

Una mujer feliz

Cómo detectarla

Amigos y familiares, incluso los vecinos, pueden detectar cuando una mujer es víctima de la violencia intrafamiliar. Sólo hay que observar lo siguiente:

Si presenta heridas que no puede esconder ni con maquillaje, es decir, moretones en los brazos o en los pies y huesos rotos.

A pesar de los golpes, siempre da excusas diciendo que se cayó o topó con una puerta.

Cuando su pareja la controla de manera excesiva, desde el gasto, la manera de vestir y le dice con quién puede o no salir.

Es muy probable que las mujeres maltratadas dejen de frecuentar a sus amistades por temor a que descubran que viven la violencia y la culpen de ello.

La mujer que vive la violencia no sabe que puede pedir ayuda, cree que sólo a ella le pasa y no se siente cómoda de confiarle a nadie su situación, y está convencida de que todo es su culpa.

FUENTE: Musas

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