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REPORTAJE| El sueño del 'otro lado' pasa por aquí

PRIMITIVO GONZÁLEZ

RUTA DE MIGRANTES | LAS ESPERANZAS DE ISRAEL Y MARÍA LUISA TERMINARON EN BERMEJILLO.

EL SIGLO DE TORREÓN

De la mayoría de los indocumentados que pasan por la región, nada se sabe.

BERMEJILLO, DGO.- Israel Lucas, de 24 años y María Luisa López, de 19, se casaron en agosto de 2005 en Cajolá, Guatemala, donde apenas sobrevivían trabajando la tierra. En enero pasado, con María Luisa con ocho semanas de embarazo, cruzaron ilegalmente a México rumbo a Estados Unidos. Pero el sueño de inmigrantes se acabó en Bermejillo.

A principios de febrero llegaron a Bermejillo en un camión de pasajeros con otros ocho centroamericanos indocumentados. Habían recorrido unos tres mil kilómetros, de Guatemala a La Laguna; un ?pollero? les había fiado dos mil dólares para cruzarlos a Estados Unidos a condición de que le pagara con trabajo, y habían soportado a policías mexicanos que les quitaron dinero para permitirles continuar su viaje.

?No sé en qué partes, porque no conocemos, pero como en cinco lugares nos agarraban los policías y nos pedían dinero. Nos bajaron como tres mil pesos?, dice Israel, de figura menuda, 1.55 metros de estatura, en la oficina del Instituto Nacional de Migración (INM) en Gómez Palacio, donde pasaron tres días.

Se había resignado, pero no estaba triste. Su mujer estaba embarazada y ya deseaba estar con sus padres y esperar el nacimiento de su hijo allá en su pueblo.

Israel corrió con mala suerte y por eso pudo contar su historia. Pero está es la minoría. De la mayoría de los indocumentados que pasan por La Laguna nada se sabe. Pasan sin ser detectados rumbo a su cita en la frontera.

ESCALA: LA LAGUNA

Bermejillo se ha vuelto un popular paso para los ?polleros? que llevan a centroamericanos hasta Ciudad Juárez para venderles el ?sueño americano?.

Israel y María Luisa corrieron con la mala suerte. La mayoría de los salvadoreños, hondureños o guatemaltecos que pasan por La Laguna de Durango lo hacen desapercibidos, sacándole la vuelta a los Puntos de Revisión Carreteros (Precos) que el Ejército mexicano ha instalado por Bermejillo.

En su trayecto por territorio mexicano, los indocumentados centroamericanos se las ingenian con rutas alternas y hasta credenciales de elector de otras personas para pasar por mexicanos y llegar a la frontera con Estados Unidos, a la puerta del ?sueño americano?.

Para los centroamericanos que pretenden llegar al norte sin pasaporte, la penuria es mucho mayor que para la del mexicano que busca emigrar. Ellos deben cruzar a lo largo del país en las sombras, amontonados en tráileres o camionetas, con un temor constante que es el compañero de viaje en cientos de kilómetros. Muchos se quedan en el camino y se establecen en forma temporal en alguna población; otros se regresan, y unos más son descubiertos y deportados.

Muchos ya no llegan siquiera a Bermejillo, sino que son sorprendidos en los poblados de Santa Clara o Vicente Guerrero, los principales puntos de entrada de Zacatecas a Durango.

En lo que va del año se ha detenido a unos mil centroamericanos indocumentados en estos tres puntos, según una fuente del Instituto Nacional de Migración (INM).

Pero cada vez más ?polleros? saben cómo burlar la vigilancia de los Precos y en lugar de utilizar la carretera a Chihuahua desde Gómez Palacio, toman vías alternas donde escapan a la vigilancia.

De acuerdo con testimonios de residentes en poblados de la zona noroeste de Durango, al llegar a Gómez Palacio los ?polleros? se desvían hacia la carretera a Gregorio García, para tomar el camino a Tlahualilo y en ese punto subirse a la carretera a Chihuahua. Recorren 71 kilómetros de más, pero así salvan el Precos de Bermejillo, el único de la zona.

La tendencia se detectó desde 2004, cuando el cinco de mayo de ese año, una llamada anónima del poblado San José del Viñedo alertó a autoridades sobre un numeroso grupo oculto en una finca. Eran 70 indocumentados centroamericanos que luego fueron deportados a sus países por el INM.

Manuel Meraz, vecino del ejido San Sebastián, entre Gómez Palacio y Gregorio García, dice que ya son pocos los indocumentados que han llegado a solicitar ayuda, sobre todo de alimento, pues la mayoría pasa en vehículos.

Pero al llegar a La Laguna, los centroamericanos ya hicieron la mayor parte del trayecto y es aquí donde con frecuencia se les acaba el poco dinero que traían y terminan por buscar ayuda en grupos que se solidarizan con ellos.

En El Compás, poblado ubicado por la ruta hacia Gregorio García, el taxista Manuel Jaramillo cuenta que hace menos de un mes llegaron de paso cuatro salvadoreños a pedir algo de alimento.

?¡Traían un hambre! Les dimos rebanadas de sandía y melón que se comían pero con ganas?, relata.

Otros han hecho pequeñas variaciones a la ruta, como no llegar a Tlahualilo para tomar la carretera a Chihuahua, sino tomar un atajo en el poblado Esmeralda hasta la carretera que los lleva a Chihuahua y Ciudad Juárez.

Además de camiones o tráileres, otro medio de transporte que aprovechan los indocumentados, por la falta de dinero y para evitar revisiones, es la del ferrocarril de carga, dado que no hay vigilancia y si tienen suerte pueden llegar desde esta región hasta Ciudad Juárez, Chihuahua.

También hacen la ruta opuesta. Ana Luisa Cuevas, propietaria de una fonda ubicada a la entrada a Gregorio García, dice que se ven pasar los jóvenes en el ferrocarril que va a Monterrey, pues algunos optan por llegar a Estados Unidos por la frontera de Tamaulipas.

La fuente del INM reconoció que la dependencia no puede hacer mucho para cazar a los indocumentados que viajan en ferrocarril, pues tienen indicios de que los ?polleros? actúan en contubernio con los maquinistas para que los migrantes viajen en los vagones.

Es muy raro ver a un centroamericano solo. Por lo general son grupos de jóvenes de entre 17 y 27 años de ambos sexos. Algunos que vienen sin ?pollero?, llegan a Tlahualilo y ahí mismo abordan camiones con corridas directas a Ciudad Juárez.

OTMs

La historia de Israel se multiplica por casi medio millón, que es el número aproximado de centroamericanos que buscan cruzar la frontera de México con Estados Unidos cada año.

En Cajolá, Guatemala, a 20 kilómetros de Quetzaltenango, Israel vivía en casa de sus padres con otros cinco hermanos, pero como se casó y no hay en su poblado ninguna oportunidad de trabajo, salvo el de cultivar la tierra. Su padre tiene una hectárea de tierra en la cual siembra maíz y otros cultivos, pero como no alcanza para todos, en ocasiones se ocupaba en haciendas como jornalero.

Así, decidió iniciar la aventura para llegar a Estados Unidos y trabajar. Ya tenía tiempo con el deseo de emigrar, pues escuchaba las pláticas de paisanos. Durante un tiempo ahorró dinero pero también consiguió en préstamo y reunió unos cinco mil quetzales, que cambió por cerca de seis mil pesos mexicanos, aunque debió haberse llevado más de siete mil al tipo de cambio.

Como otros indocumentados centroamericanos, Israel estableció contactos con ?polleros? desde su país, a un precio pactado de dos mil dólares en promedio por llegar a Estados Unidos.

Como pocos pueden reunir ese dinero, los ?polleros? les dan plazos de pago y establecen contacto con los familiares que se quedan atrás. Si llegan a Estados Unidos y comienzan a ganar dinero, su primer compromiso es pagarle a los traficantes.

El año pasado, la Patrulla Fronteriza detuvo a 160 mil migrantes no mexicanos, de los cuales 90% eran centroamericanos. Cálculos de la Patrulla Fronteriza indican que por cada indocumentado arrestado, tres logran cruzar, lo que significa que casi 500 mil centroamericanos lograron cruzar a Estados Unidos.

Hasta hace poco, los centroamericanos tenían más posibilidades de éxito de quedarse en Estados Unidos incluso si son atrapados por la Patrulla Fronteriza dentro del territorio. Para las autoridades de ese país no son centroamericanos sino OTMs, ?Other than Mexicans?, los que no son mexicanos y que, por tanto, no pueden deportar inmediatamente.

Hasta este año, ser OTM daba una ventaja, pues ante la falta de programas de deportación a sus países de origen, las autoridades migratorias los llevaban ante un juez quien hacía un citatorio para una audiencia. Debido al atraso en los tribunales de migración, las citas pueden tardar hasta seis meses, por lo que los indocumentados son puestos en libertad dentro de Estados Unidos y pocos terminan por acudir a la cita con el juez. Se internan en el país y se ponen a trabajar, se pierden en el laberinto de la migración ilegal.

Esa táctica se acabó, cuando el Departamento de Seguridad Interior de EU cambió la política de ?atrapar y soltar? por la de ?remoción expedita? reforzando programas de deportación.

De los 160 mil no mexicanos detenidos el año pasado, según la Patrulla Fronteriza, 80% nunca acudió a la cita con el juez.

Israel nunca llegó tan lejos. Ya se encuentra en Guatemala, y no se volvió a saber de él. Espera para los próximos meses el nacimiento de su hijo. Quizá ya decidió quedarse en Cajolá a trabajar la tierra, quizá sigue soñando en confiarse a un ?pollero?, viajar de nuevo los tres mil kilómetros que lo separan de Estados Unidos, pasar de nuevo por La Laguna y superar, ahora sí, la barrera de Bermejillo.

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