No superó desde luego la ineficacia y los errores de sus dos antecedentes, el de 1994 y el de 2000. En el primero de ellos quien se llevó el aplauso y el comentario favorable de los medios frente sus oponentes Ernesto Zedillo y Cuauhtémoc Cárdenas, fue Diego Fernández de Cevallos, por su oratoria histriónica, la ironía y mordacidad de su elocuencia, que sin embargo, no ganó la elección de ese año. En el segundo, resultó ganador del debate y también de la elección quien hoy es presidente de la República, no por su dialéctica que no tuvo y no tiene, sino por su carácter dicharachero y parlanchín lo que le ganó simpatías entre los electores que por él votaron y después se arrepintieron, y porque no tuvo enfrente contrincantes de peso en las personas de Francisco Labastida, otra vez Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Gilberto Rincón Gallardo.
El que ayer presenciamos televisivamente fue un debate que respondió a las expectativas por él generadas de poca propuesta y mucho ataque. Más que debatir ideas y proyectos, el espacio del medio de comunicación electrónico que llegó a cientos de miles de mexicanos fue aprovechado por los candidatos para golpear y descalificar al contrincante. Con excepción de la candidata que mostró mesura y prudencia, los otros tres creyeron que atacando sería la forma de salir triunfantes.
El fuego lo abrió el candidato priista en contra del aspirante blanquiazul, quizá influenciado negativamente por el síndrome Labastida que en 2000 se vio timorato, pusilánime, debilucho, inerme ante Fox, lo que a la postre le hizo perder la Presidencia de la República. A Madrazo seguramente sus asesores le dijeron que la mejor defensa era el ataque y por eso asumió la actitud agresiva que en él vimos, dirigiéndose personalmente y por nombre a sus contrincantes con frases como “mira Calderón...”, “yo sabía, Campa que tú...”, etc.
Sin embargo, Madrazo utilizó oportunamente y con gran efecto frases de contenido deportivo, como atleta que es, que tuvieron impacto positivo como estas: “con este Gobierno no llegaremos a la meta”, “si las cosas siguen así no alcanzaremos ni la segunda división”, “Calderón, tuviste tres penalties y los fallaste”.
Respondieron los contendientes con igual enjundia. Campa dijo de Madrazo que acostumbraba a pelearse con las mujeres y que jamás podría hacer un Gobierno decente, acusándolo de no pagar impuestos por las propiedades que posee y de no presentar declaración patrimonial.
Este señalamiento fue respaldado por Calderón en contra de Madrazo, exhibiendo ante las Cámaras documentos que supuestamente eran de sus propiedades en el extranjero para demostrar la evasión fiscal en que incurrió, agregando que había hecho un mal Gobierno en Tabasco, caracterizado por la corrupción, el endeudamiento y el desempleo.
Reacciona el candidato de la Alianza por México, para decirle con toda claridad y firmeza al aspirante panista, que los tres penalties que tuvo a su favor y falló fueron que como presidente nacional de su partido, como diputado federal y como coordinador de grupo parlamentario en la Cámara Baja nunca estuvo de acuerdo en las reformas estructurales de carácter constitucional que el país necesita y por eso no las apoyó, pues en todo momento ha buscado proteger a los que más tienen, a los ricos, en detrimento de los que ganan poco o nada tienen. “Y todavía, dijo, al presidente de la República se le ‘ocurrió’ nombrarte secretario de Energía, de cuya dependencia fuiste ‘corrido’ ocho meses después”. Además, le hizo una grave acusación: “como director de Banobras te autorizaste un crédito de tres millones de pesos que tuviste que regresar, no porque tengas las manos limpias, sino porque te ‘agarraron con las manos en la masa’”.
Los cinco temas del debate: Política Hacendaria, Política Energética, Política Laboral, Combate a la Pobreza y Desarrollo Sustentable nunca fueron abordados conveniente y adecuadamente por los candidatos, pues siempre se salieron por la tangente con frases “cliché” de contenido demagógico.
Hubo pues “bateo” en el debate. Salieron a relucir los bates para combatir no con ideas y propuestas sino con golpes y descalificaciones. Los mexicanos no queremos esto; no se trata de votar por el menos peor, sino por quien realmente garantice un Gobierno efectivo, honesto, de resultados, que genere progreso por las vías del crecimiento y desarrollo. Queda claro que mientras no se modifique el formato de los “debates”, éstos no serán la vía idónea para definir las preferencias electorales. Ojalá que el próximo programado para junio supere en forma y fondo a éste, con el que nos divertimos ayer.
Ciertamente, ninguno ganó el debate, aunque lo digan las encuestas y sondeos publicados por los medios informativos, pero sí hubo dos específicamente beneficiados: Campa y Patricia. Desconocidos o ignorados por muchos, el medio electrónico de la televisión les dio oportunidad gratuita de que el electorado sepa de quienes se trata. Y no estuvieron mal, sobre todo Patricia. Personalmente produjo en nosotros una agradable sorpresa, no sólo por ser la única mujer que compite, que ya es un gran mérito, ni tampoco porque se enfrentó a políticos profesionales de larga carrera y trayectoria, sino porque demostró seriedad, seguridad, convicción, conocimiento, educación, cortesía y frescura de pensamiento. Cualquiera que gane la Presidencia, tendría un gran acierto si la incluye en su equipo de trabajo.